Valencia Noticias | Javier Furió.- Se cumplía ayer once años desde que el Valencia CF consiguiera el conocido como doblete histórico, su último suspiro de gloria elevado a los altares del ámbito internacional. Atrás habían quedado una Copa del Rey con Ranieri, dos finales de Champions perdidas -que, como dicen, hay que llegar para perderlas- con Cúper y una Liga con Rafa Benítez que había sabido a gloria. El murciélago valencianista ondaba por los cielos de Europa sembrando el pánico en no pocos rincones del continente.
Tras cantar el alirón del campeonato liguero, otra vez en tierras andaluzas -el de la 2001/2002 en Málaga, el de la 2003/2004, en Sevilla-, los de Rafa Benítez llegaron a las gélidas tierras de Götteborg para enfrentarse al entonces todopoderoso Olympique de Marsella, con un prometedor Drogba en sus filas, que ya iba dando sustos en las áreas rivales. Los precedentes de las anteriores finales europeas hacían temer que los valencianistas pudieran salir al césped con el miedo escénico que les atenazó en París contra el Real Madrid o la mala suerte que se cebó con ellos en Milán contra el Bayern Munich. Pero no fue así.
El Valencia CF ya había aprendido a ganar en la Liga más competida de Europa, la española, y directamente se comieron con patatas a los franceses, no dejando respirar a los Drogba y compañía. El 2-0 final coronó de nuevo al Valencia CF en ‘su’ trofeo, la antigua Copa de Ferias, y le daba el derecho de disputar la Supercopa de Europa. A éste segundo envite continental ya no llegaría Rafa Benítez, que había salido ya camino a la pérfida Albión para dirigir al Liverpool. En su lugar, un viejo conocido, el que abrió el camino glorioso del VCF con aquella Copa del Rey de la filigrana ‘sombreril’ de Mendieta y la cabalgada gloriosa del Piojo: Claudio Ranieri.
El italiano vino ‘cargado’ de compatriotas al Valencia CF, con el fichaje estrella de Marco di Vaio, y el primer compromiso serio fue la final de la Supercopa que se jugaba, precisamente, en Mónaco, el feudo del eterno rival del Olympique de Marsella. El contrario del Valencia, un histórico ‘coco’ de los ‘che’: El Oporto. En el equipo luso jugaban el ex barcelonista Vítor Baia y el que años después se convertiría en valencianista, Helder Postiga. De nuevo, los valencianistas se ‘comieron’ a su rival pese a un comienzo titubeante, con un golazo de Baraja y otro de di Vaio que hicieron inútil el tanto de Quaresma por parte lusa. Dos auténticos paradores de leyenda de Cañizares terminaron con las esperanzas de los portugueses, que pese a haber llegado con la lógica condición de favorito que da el ser el vigente campeón de Champions, tuvieron que rendirse ante la evidencia.
Fue, con permiso de la posterior Copa del Rey cosechada por el Valencia CF con Koeman en el banquillo, el último episodio de épica gloriosa valencianista en el Viejo Continente. De cara a reverdecer viejos laureles, merecido es este homenaje a una efeméride tan importante para el valencianismo como el doblete histórico de un Valencia CF que había aprendido a ganar, ganar, ganar y ganar…, como decía el Sabio de Hortaleza, quien también dejó su huella en Mestalla.