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Imagina un meteorito de varios kilómetros cayendo en un océano. Se origina un tsunami gigantesco, con olas de hasta 120 metros de altura que penetran más de 600 km en el interior de un continente. Este escenario apocalíptico pudo ocurrir en Marte hace millones de años, según los depósitos y las huellas geológicas que se han encontrado ahora en las llanuras del planeta rojo.
Las antiguas líneas de costa del océano que ocupó las llanuras del norte de Marte fueron destrozadas por dos megatsunamis hace unos 3.400 millones de años. Así lo recoge un estudio internacional basado en imágenes térmicas de las llanuras del norte de este planeta, donde aparecen enormes depósitos sedimentarios que podrían haber sido emplazados por esos dos gigantescos tsunamis. El trabajo se publica esta semana en Scientific Reports.
“Nuestro trabajo confirma la presencia de océanos estables y extensos en Marte, al menos hasta hace 3.000 millones de años”, subraya a Sinc Alberto G. Fairén, coautor del trabajo e investigador en el Centro de Astrobiología (CAB) en Madrid y la Universidad Cornell en Nueva York.
Megaolas de hasta 120 metros de altura penetraron en el continente distancias de hasta 700 kilómetros
“Además –añade–, confirmamos que los océanos habrían sido muy fríos. Es decir, no hay que imaginar playas como las de Levante en el Marte primitivo, sino un entorno más similar al océano Glacial Ártico”. Las imágenes térmicas muestran lóbulos helados, importantes desde el punto de vista astrobiológico, ya que probablemente se trate de salmueras congeladas del antiguo océano marciano.
El nuevo descubrimiento también ofrece una respuesta sencilla a una pregunta que durante décadas se han planteado los científicos: ¿Por qué no se reconocen líneas de costa si realmente hubo un océano en Marte hace unos 3.400 miles de millones de años?
“Ofrecemos una nueva pieza que podría ayudar a resolver este rompecabezas: los depósitos generados por los tsunamis pudieron modificar la línea de costa de los océanos primitivos de Marte, contribuyendo a la elevación desigual –dice Fairen–, aunque hay otras posibilidades, como la presencia de inmensos campos glaciares sobre la línea de costa, el flujo de agua desde las tierras altas hacia las bajas o cambios en la estructura térmica de la litosfera”.
El estudio ha documentado los dos eventos de tsunamis separados por un período de algunos millones de años, durante el cual el nivel del océano retrocedió y el clima se volvió mucho más frío.
Según los autores, las dos megaolas se habrían originado por el impacto de meteoritos, que podrían haber producido cráteres de unos 30 kilómetros de diámetro. Por la magnitud del fenómeno, los científicos descartan que fueran provocadas por terremotos. Además, no está claro que Marte haya tenido alguna vez una litosfera móvil con la capacidad de generar movimiento sísmicos tan grandes.
El tsunami más antiguo arrastró bloques de roca de más de 10 metros de diámetro, dejando a su paso grandes extensiones de depósitos caóticos y canales excavados al retirarse la inundación. El tsunami posterior, por su parte, generó lóbulos ricos en hielo, algunos de 250 km de longitud.
La línea costera fue destruida por ambos eventos, dificultando a los investigadores su reconocimiento en los estudios realizados hasta la fecha. Sin embargo, el análisis de nuevas imágenes de muy alta resolución ha permitido identificar las morfologías y depósitos característicos de esos tsunamis.
Según Mario Zarroca y Rogelio Linares, geólogos de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) que también han participado en el trabajo, “nuestros resultados indican que las olas provocadas por los tsunamis podrían haber alcanzado 120 m de altura en la línea de costa, penetrando en el continente distancias de hasta 200 y 700 km”.
La suave topografía de las tierras bajas del norte de Marte, así como las particulares condiciones de propagación de las olas bajo una gravedad muy inferior a la de la Tierra, habrían propiciado que las distancias de inundación fueran enormes, comparadas con las observadas en la Tierra.
Los investigadores destacan la importancia de poder obtener muestras de los lóbulos ricos en hielo provocados por el segundo tsunami en futuras misiones espaciales. “Estos materiales están relativamente cerca de sitio de aterrizaje de la Mars Pathfinder. El hecho de que muchos de los lóbulos tengan límites bien definidos y que aún conserven su morfología característica sugiere que probablemente aún contengan salmuera congelada del antiguo océano y que podrían haber preservado su composición primaria”, explica José Alexis Palmero Rodríguez, el autor principal, desde el Planetary Science Institute en EE UU.
Lóbulos helados donde buscar vida
Las aguas saladas y frías pueden ofrecer un refugio para la vida en ambientes extremos, ya que las sales disueltas podrían ayudar a mantener el agua líquida. “Por lo tanto, si existió vida en Marte, estos lóbulos helados de cientos de kilómetros de longitud son buenos candidatos para buscar biomarcadores”, añade Fairén.
El rover ExoMars de la Agencia Espacial Europea aterrizará en 2020 no lejos de estos lóbulos, y contará con un conjunto de instrumentos óptimo para la búsqueda de vida en los sedimentos del tsunami.
De momento, este estudio se ha realizado con técnicas de cartografía basadas en el análisis de las imágenes tomadas por las cámaras CTX y HiRISE del Mars Reconaiser Orbiter, imágenes térmicas infrarrojas del instrumento THEMIS del Mars Odyssey y el modelo de elevaciones MOLA de la misión Mars Global Surveyor.
Espectaculares imágenes de flujos de hielo y material deslizándose sobre un río canadiense congelado, una analogía terrestre de lo que pudo ocurrir en Marte.
Referencia bibliográfica:
J. Alexis P. Rodriguez, M. Zarroca, R. Linares, A. G. Fairén et al. “Tsunami waves extensively resurfaced the shorelines of an early Martian ocean”. Scientific Reports, 19 de mayo de 2016. Doi:10.1038/srep25106.