Los agentes de Campanar frustran el robo en un almacén cargado de donaciones que, para sorpresa de todos, seguían sin repartirse cuatro meses después.
Valencia, 20 de marzo de 2025
Por el equipo de Valencia Noticias, los que no paran ni de noche ni de día para contaros lo que pasa en nuestras calles. Aunque a veces, lo que pasa, cueste de creer.
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El robo que nadie esperaba (o sí)
Viernes, casi medianoche. Para la mayoría, el fin de semana había empezado con normalidad. Pero en la calle República Costa de Marfil, en Valencia, dos tipos decidieron que era el momento perfecto para hacer su “agosto”. Y no, no hablamos de un robo cualquiera: hablamos de un asalto a un almacén donde se guardaba ropa destinada a las víctimas de la DANA.
El aviso lo dio un vecino que, desde su ventana, observaba cómo uno de los hombres se quedaba en el coche haciendo de “campana”, mientras el otro escalaba el muro del recinto. “Están pasando cajas”, fue el resumen que dio a la Policía Local a las 23:40 horas, concretamente al 092.
Lo siguiente fue un despliegue policial más rápido que el WiFi de tu vecino. Una patrulla de la Comisaría de Proximidad de Campanar se presentó en el lugar y allí los vieron: dos individuos cargando el maletero de una furgoneta como quien hace mudanza. El susto vino cuando, al ver llegar a los agentes, los dos pegaron un brinco de campeonato y volvieron a saltar el muro para esconderse dentro del almacén.
Persecución de manual… y barro en los zapatos
La descripción de los ladrones voló por la emisora y, minutos después, otra patrulla los tenía localizados. Bueno, al menos a uno. Lo pillaron cruzando la Calle San Vicente, sudando como quien acaba de correr la maratón de Valencia sin haber entrenado.
Las pistas eran claras: respiración agitada, pulsaciones a mil y, lo más evidente, la ropa manchada de barro. El hombre no podía disimular ni aunque lo intentase. La escena se cerró con su detención y su traslado a la Inspección Central de Guardia, a la espera de pasar a disposición judicial.
¿Y la furgoneta? Ahí seguía, con las puertas abiertas y siete cajas repletas de ropa, principalmente de niños y mujeres. Donaciones que habían sido almacenadas en ese local, propiedad de una entidad religiosa, con la misión de ser distribuidas a los damnificados por la DANA. O eso se suponía.
Cuatro meses después… ¿qué hacía esa ropa allí?
La pregunta que muchos nos hacemos es simple: si esas cajas eran para ayudar a los damnificados por la DANA, ¿por qué seguían almacenadas después de cuatro meses?
Las DANA (Depresiones Aisladas en Niveles Altos) son fenómenos meteorológicos que suelen provocar inundaciones devastadoras. La última dejó su rastro de destrucción hace ya un tiempo considerable. Y aunque la solidaridad fue inmediata, como siempre pasa, los damnificados siguen esperando muchas veces más que la lluvia vuelva a caer.
Entonces, ¿por qué esas cajas seguían allí, cogiendo polvo? ¿Se trataba de un almacén de emergencia que todavía no había podido repartir los bienes? ¿O es que, como algunos malpensados insinúan, había intereses menos nobles detrás?
La indignación salta a las redes (y no es para menos)
Las redes sociales, como es habitual, no tardaron en hervir. El caso se viralizó más rápido que los memes del “caloret faller”. Y las preguntas, acompañadas de comentarios punzantes, no se hicieron esperar.
Jesús Ch dejaba caer su sospecha sin rodeos:
“Ya os digo yo que esa ropa no iba a ser repartida entre los damnificados de la DANA. El destino final sería algún chiringuito.”
Jose Luis Orient lanzaba la cuestión clave que muchos llevaban horas mascullando:
“Y digo yo, si es para las víctimas de la DANA, ¿qué hace en un almacén 4 meses después?”
A lo que Juan Polo Alonso respondía con un lacónico pero certero:
“Esa es la pregunta del millón. Alguien puede dar una respuesta de la tardanza en ser repartido.”
Mientras tanto, Rom Mon se limitaba a expresar lo que otros pensarían con más diplomacia:
“Hay que ser muy hdp.”
¿Solidaridad o ineficacia? La eterna sospecha sobre la gestión de ayudas
Valencia es una ciudad solidaria, de eso no hay duda. Cuando ocurre una tragedia, las donaciones se acumulan y los ciudadanos responden como si les fuera la vida en ello. Pero la gestión de esas ayudas es otro cantar.
La burocracia, la falta de recursos humanos y la logística compleja suelen retrasar el reparto. ¿Pero cuatro meses? Eso ya parece más que un simple desajuste de agenda. Y es aquí donde la falta de transparencia genera el caldo de cultivo perfecto para la desconfianza.
¿Quién se encarga de supervisar que esas ayudas lleguen a su destino? ¿Qué control hay para evitar que las donaciones terminen olvidadas o, peor, desviadas?
Desde la entidad religiosa propietaria del almacén aún no han emitido declaraciones oficiales, aunque fuentes internas aseguran que estaban “en proceso” de organizar un segundo reparto. Un proceso que, visto lo visto, va más lento que el tráfico en la Ronda Norte un lunes por la mañana.
Lo que dicen las autoridades… o lo que no dicen
La Policía Local de Valencia, por su parte, se ha limitado a confirmar la detención y la recuperación de las cajas. También han informado a la entidad religiosa de las medidas legales que pueden tomar contra los detenidos. Hasta aquí, el procedimiento.
Sin embargo, ni desde el Ayuntamiento ni desde los organismos encargados de la gestión de emergencias han querido profundizar en el tema de por qué esas ayudas seguían en el almacén. Y claro, el silencio, en estos casos, grita más que una mascletà.
¿Qué le espera al detenido y su cómplice?
El detenido ya ha sido puesto a disposición judicial, y es probable que enfrente cargos de robo con fuerza. La investigación sigue abierta, sobre todo para localizar al segundo implicado, que de momento sigue siendo “fantasma”.
Mientras tanto, la policía mantiene la vigilancia sobre otros posibles almacenes que puedan estar en la misma situación. Porque el caso ha levantado la liebre, y ahora todos miran con lupa lo que antes se daba por hecho.
Una reflexión incómoda pero necesaria
Este incidente nos deja una enseñanza amarga: la cadena de solidaridad no acaba cuando entregamos una bolsa de ropa o hacemos un Bizum de 10 euros. La verdadera eficacia se mide en la entrega final. Y aquí, algo ha fallado.
¿Puede ser falta de recursos? ¿Desorganización? ¿O es que necesitamos un sistema de control más claro y transparente?
En Valencia Noticias, seguimos preguntándonos:
¿Qué medidas deben tomarse para garantizar que la ayuda humanitaria llegue a tiempo y a quienes realmente la necesitan?