Periodista.
“Refugees welcome” gritaban muchos ayuntamientos españoles y diferentes ONG se preparaban para lo que parecía iba a ser una gran oleada de personas procedentes de diferentes países pidiendo asilo en España.
No fue así.
El Gobierno de Mariano Rajoy se comprometió a acoger a unas 16.000 personas para 2017 pero el presente no parece demostrar que se vayan a cumplir estas expectativas.
Mientras tanto, ante tantos casos de corrupción y la incertidumbre derivada de la ausencia de Gobierno, el drama de los refugiados sale de las parrillas televisivas y de la actualidad de los periódicos; hasta hoy.
Una vez más, el periodista y guionista de Salvados, Jordi Évole, ha conseguido sacarnos los colores y hacernos sentir vergüenza ante nuestra capacidad de mirar hacia otro lado. Lo ha conseguido gracias a “Astral”, el primer Salvados de esta temporada. Esta vez, Évole se ha desplazado al medio del mar subido a un antiguo yate de alto copete convertido hoy en un barco de rescate de refugiados.
La historia comienza cuando Livio Lo Monaco se observa a sí mismo disfrutando de un desayuno “a cuerpo de rey” en el mismo mar en el que cada día cientos de personas se juegan la vida. Un sentimiento de remordimiento e injusticia hace que decida donar su barco a la organización Proactiva Open Arms, compuesta por un grupo de socorrista cuyo único propósito es evitar que el agua acabe con los sueños y esperanzas de estas personas. El acuerdo de cesión se firma en mayo de 2016 y comienza el proceso de hacer, en palabras de Lo Mónaco, que “un barco de ricos ayude a los pobres”.
Tras contarnos cómo comienza la historia, Évole y su equipo se desplazan con el Astral al medio del Mar Mediterráneo para convertirnos en observadores directos de una infinidad de dramas humanos.
A lo largo de esta semana, el reportaje se ha emitido en cines para recaudar fondos. Al salir de la sala, la congoja abruma al espectador que, además, sólo ha conocido la parte humana de la noticia. En él, aparecen los testimonios de los socorristas que veían a la gente morir y las cifras de muertos, pero no los cuerpos que no conseguían salir del agua. Aparecen también las personas que sí consiguen hacerlo, pero no cómo continuará su camino una vez lleguen a Europa. Un camino que evidentemente no será fácil.
Ante esto, no nos queda más que reflexionar y darnos cuenta que todos formamos parte de una misma sociedad y una misma Europa. Una Europa que se asentó en los valores de igualdad, libertad y fraternidad. Una Europa que ni es igualitaria, ni es libre ni, por supuesto, es fraterna. A tiempo estamos de dejar a la siguiente generación un ejemplo a seguir y no una historia capaz de hacernos salir del cine con la cabeza baja.