Según Panda en su post Impresoras 3D: conoce los fraudes más comunes y sus riesgos .La impresión 3D tiene mucho futuro, pero también empieza a ser presente. Desde hace años, hay quien anticipa la llegada de una tercera revolución industrial protagonizada por esta tecnología. Una nueva era en que las compañías de diversos sectores tendrán que reinventar sus procesos y buscar nuevas maneras de añadir valor, ya que sus clientes tendrán en sus manos las herramientas necesarias para fabricar (en su propia casa) multitud de productos que ahora tienen que comprar a las empresas.
El acceso sin complicaciones a las herramientas de fabricación abre un sinfín de posibilidades pero la popularización de las impresoras en 3D ha hecho que los cibercriminales también las pongan en su punto de mira. Los atacantes buscan la forma de sacar partido a esta tecnología para alcanzar sus fines maliciosos.
El episodio más alarmante hasta el momento fue el que protagonizó Cody Wilson al compartir en Internet las instrucciones para fabricar la primera pistola impresa en 3D. Apenas unos días después de colgar sus diseños en la Red, el Departamento de Estado estadounidense le ordenó que eliminase esos archivos y amenazó con iniciar un proceso judicial que incluiría penas de cárcel y sanciones multimillonarias. Pese a todo, Wilson ha presentado una demanda contra esta autoridad norteamericana alegando que esa restricción vulnera su libertad de expresión.
Más allá de los planos y diseños de armas que aún hoy en día podemos encontrar en Internet, existen, desgraciadamente, muchas otras alternativas para los criminales. Sin ir más lejos, a finales de 2014, en una operación conjunta de la Policía española, las autoridades búlgaras y el Centro Europeo de Ciberdelincuencia de la Europol, fueron arrestadas más de 30 personas en Málaga y en distintas ciudad de Bulgaría acusadas de robar datos para falsificar tarjetas de crédito y tarjetas de telefonía móvil.
En los registros encontraron más de 1.000 dispositivos. Desde microcámaras para los bares, lectores de tarjetas de crédito y de bandas magnéticas así como tarjetas de plástico listas para ser codificadas. Los miembros de la organización criminal utilizaban una impresora en 3D para fabricar las tarjetas clonadas a partir de los datos sustraídos.
Una de las principales ventajas que plantea la impresión 3D es que permite al usuario hacer realidad sus propios diseños. Este, sin embargo, es uno de los mayores inconvenientes cuando hablamos del abanico de posibilidades que se abre para los criminales. Ahora tienen la posibilidad de producir sus propias herramientas, ahorrando al no tener que recurrir al mercado negro y sin temer que las autoridades policiales detectan un paquete sospechoso.
Según los expertos, con estas herramientas un atacante también podría provocar el caos en una cadena de montaje. Podría, por ejemplo, diseñar réplicas defectuosas de alguna pieza que deje inservible el producto al ensamblarlo, produciendo enormes pérdidas al fabricante. Eso, o infectar dicha parte del dispositivo con algún malware para hacerse con información del usuario que lo compre y lo utilice. Las consecuencias serían desastrosas.
Son tantas las posibilidades que ofrece la impresión 3D que, incluso para acceder a la fábrica en la que depositar estas piezas falsas o intoxicadas, los ladrones podrían fabricar sus propias llaves. Conociendo el modelo de la cerradura y las debilidades de cada cierre, solo tendrían que diseñar un utensilio que consiga accionar el mecanismo para hacer que la puerta se abra. Sin necesidad de forzarla y, así, llamar la atención o dejar rastro.
La impresión 3D, en un futuro no muy lejano, jugará un papel determinante en nuestras vidas y acabará por transformar muchos procesos industriales. Eso sí, al mismo tiempo, pondrá al alcance de los delincuentes un nuevo repertorio de herramientas para alcanzar sus objetivos.