Miguel Légor.
La declaración de las Fallas como Patrimonio de la Humanidad el año pasado fue la rúbrica a los reconocimientos que comenzaron en 1946 declarándolas Fiestas de Arte de Interés Nacional, para seguir como Fiestas de Interés Turístico en 1966 y en 1980 Fiestas de Interés Internacional. Y ello en menos de tres cuartos de siglo.
En Valencia y en los restantes municipios de la Comunidad Valenciana que plantan fallas, las de este año tendrán un halo especial de satisfacción pero también de responsabilidad hacia la conservación de las tradiciones, aumentar el esmero en la realización de los actos, incluso ponerse en el camino de la recuperación de algunas actividades que se dejaron perder, como fue el de las calles arregladas, que de unos años acá han quedado circunscritas a comisiones falleras del extrarradio de Valencia y algunas de Burjasot y Mislata, municipios en el ámbito de la Junta Central Fallera.
Primer año fallero con tan alto galardón en una capital con actividades para recordar y enaltecer la figura del novelista, periodista y político valenciano Vicente Blasco Ibáñez en el 150 aniversario de su nacimiento; donde la monumental Estación del Norte, uno de los tres iconos modernistas de la ciudad, cumplirá un siglo de vida mirando al centro histórico, y está en fase de consolidación la Ruta urbana de la Seda, con hitos principales en el Colegio del Arte Mayor de la Seda, en el Palacio Tamarit y en La Lonja..
Importantes complementos a los atractivos arquitectónicos, museísticos, gastronómicos, de espacios naturales y de ocio que, habitualmente, ofrece el cap i casal.