Periodista y Escritor. Ex director de publicaciones del Grupo Zeta, y de varios diarios pertenecientes a este grupo de comunicación
Enrique Arias Vega
Llevamos unos días en los que se ha disparado la violencia sexual y el número de horribles asesinatos llamados de género y, sobre todo, machistas, como si se tratase de halagar los bajos instintos de los criminales que los perpetran amparados en su superioridad física.
El fenómeno tiene perplejos y desbordados a autoridades, expertos y población en general, Sobre todo, dadas las campañas de denuncia y concienciación y las concentraciones y marchas contra esta aberrante criminalidad.
Algunos nos tememos que semejantes campañas y la exposición pública que conllevan, paradójicamente, pueden animar a algunos perturbados a llevar a cabo agresiones de este tipo. “Lo mío —pueden pensar—, el tener odio a la pareja de uno, el rencor hacia el otro, es bastante común, por lo que se ve en la tele, y otros machos no se andan con chiquitas a la hora de solventarlo”.
Terrible. Pero posible.
Por eso, a lo peor, la marcha de repulsa de hoy está `preparando la agresión de mañana.
No quiero decir con ello que no hagamos nada para prevenirlo ni evitarlo. Al contrario. Cuanta menos publicidad se dé, menos se estimula a presuntos imitadores. En cambio, sí debemos fomentar la colaboración social, frente al prejuicio extendido de que nadie quiere inmiscuirse en las vidas ajenas ni convertirse en un soplón. Tenemos, pues, que concienciar el que se denuncie cualquier sospecha de maltrato y se aísle socialmente al maltratador.
Eso, no solamente ante los vejámenes sexuales, sino ante cualquier tipo de violencia familiar hacia los individuos más débiles, como los niños y esos ancianos que cada vez en mayor medida, y en silencio, sufren todo tipo de vejaciones en la más absoluta impunidad.
Mientras no seamos eficaces ante estos tipos de violencia, lamentablemente no haremos más que potenciarla.