Una investigación de la Universidad de Córdoba revela que más de la mitad de los chicos y chicas han sido víctimas del acoso sexual visual y verbal. Este tipo de acoso es el más extendido en las aulas y supone un riesgo alto para los propios agresores que están normalizando determinadas formas de violencia en pleno desarrollo de su personalidad.
Concretamente, el informe señala que el 63,1% de los chicos y el 53,1% de las chicas manifestaron haber recibido algún tipo de acoso visual o verbal de contenido sexual.
El 63,1% de los chicos y el 53,1% de las chicas manifestaron haber recibido algún tipo de acoso visual o verbal de contenido sexual
Este tipo de acoso es el más extendido en las aulas y el que, en palabras de Ortega, supone un riesgo alto para los propios agresores que están normalizando determinadas formas de violencia en pleno desarrollo de su personalidad.
Pero no es el único tipo. El estudio de la UCO ha revelado que, aunque en menor medida, el acoso sexual físico y directo también está presente tanto en chicas como en chicos.
Estudiantes de entre 13 y 18 años
En su trabajo, científicas sociales de la universidad encuestaron a 3.489 estudiantes de entre 13 y 18 años de tercero y cuarto de Educación Secundaria Obligatoria y los dos cursos de Bachillerato de centros públicos y privados de Andalucía, para conocer el alcance de este tipo de agresiones. El trabajo, recientemente publicado en International Journal of Clinical and Health Psychology, medía el acoso sexual entre compañeros de clase, ya que los estudiantes encuestados compartían aulas mixtas.
Los resultados superan la idea preconcebida de que la agresión de componente sexual es un acto exclusivo de los chicos hacia las chicas, pero indica que son los varones los que más riesgo tienen de socializarse incluyendo patrones agresivos, más o menos graves, en su vida social. Evidentemente también perjudica a las chicas, que incluidas en el juego sucio de la violencia sexual, terminan siendo víctimas de una brutalidad que empieza siendo verbal y puede alimentar la violencia machista en años posteriores.
Expresiones ofensivas, como llamar a alguien ‘maricón’, ‘lesbiana’, ‘puta’; obligar a ver dibujos y fotografías pornográficas, o notas guarras, mostrar partes íntimas del cuerpo… son formas de agresión sexual, de las que se quejan tanto chicos como chicas. Por acoso físico, de carácter más grave que el visual o verbal, se entienden comportamientos como tirar o bajar la ropa con intenciones sexuales, obligar o forzar a besar, tocar o pellizcar con intenciones sexuales o forzar a hacer un acto sexual más allá que besar. Estas conductas involucran como víctimas al 33,8% de los chicos y al 14,2% de las chicas.
De nuevo, son más varones que chicas los que revelan que esta violencia les afecta. En el caso de los agresores, los protagonistas también son los chicos y las diferencias son aún mayores. El 52,6% de los adolescentes ha ejercido acoso sexual visual o verbal en el último medio año, frente al 25,7% de las adolescentes.
El comportamiento agresivo físico es casi inexistente entre las chicas, el 5,1% manifestó actuar de este modo, mientras que el de los varones fue significativamente más elevado, el 25,2% afirmó realizar alguna vez estos actos en los últimos seis meses. El 3% de los varones afirmaron realizar comportamientos graves de acoso sexual (obligar o forzar a hacer algún acto sexual más que besar), conducta que en las chicas sólo ha sido nombrada por un 0,4%.
Dominio-sumisión
Ortega-Ruiz explica que en todo el ámbito de la conducta agresiva, el varón está más implicado tanto en formas menos graves, como en las más graves. “El riesgo para la sociedad es no atajar los elementos de dominio-sumisión que incluyen algunas pautas de relaciones sociales. Hay una mayor normalización de comportamientos como el insulto sexual, como llamar a alguien ‘maricón o lesbiana’ o hacerle un gesto con connotaciones sexuales entre los varones”, insiste la investigadora, que advierte que unir pautas agresivas y contenido sexual puede ser un riesgo de socialización en la brutalidad que después puede resultar difícil de eliminar de la vida erótico-sentimental de los jóvenes.
“El problema es que se pase de hacer un uso de bromas supuestamente amistoso porque el receptor o receptora de la palabra o la mirada ofensiva, lo vive como lo que es, una agresión”, añade su compañera, la doctora Esther Vega, primera autora del artículo, que ha sido parte de una tesis doctoral, dirigida por las profesoras Rosario Ortega-Ruiz y Virginia Sánchez (de la Universidad de Sevilla).
La normalización de comportamientos agresivos sexuales puede hacer creer a los chicos que la vida sexual puede incluir formas de agresión física
Esta normalización de comportamientos agresivos de carácter sexual puede hacer creer a los chicos que la vida sexual puede incluir, impunemente, formas de agresión física. Por otro lado, y desde un punto de vista psicoevolutivo, entre las escolares se observó una disminución progresiva de estos tipos de acoso conforme se acercaban a la mayoría de edad, mientras entre los escolares varones el acoso sexual se mantiene o incluso aumenta, siempre en las formas más leves, con la edad.
Tolerancia pasiva
No obstante, Esther Vega indica que el hecho de que las chicas alcancen antes la madurez mental y física que los chicos quizás les ayude a aprender antes a modular sus expresiones verbales, rechazando la inclusión de formas agresivas de contenido sexual. Ortega-Ruiz insiste en que el verdadero riesgo está en que se aprenda a tolerar de forma pasiva que la agresión sexual, de cualquier tipo, esté presente en la comunicación y actitudes sociales de los adolescentes. Descubrir que esto está pasando es una forma de alertar sobre el origen de la violencia machista.
Los datos en España se mueven en la misma línea que los estudios europeos. No obstante, Rosario Ortega-Ruiz advierte que es difícil comparar los trabajos, salvo que se hayan utilizado los mismos instrumentos de medida y se controlen las variables socio-culturales que en estos temas son importantes.
En este caso, las investigadoras del Área de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Córdoba, en colaboración con las universidades de Sevilla, de Florencia (Italia) y Greenwich (Reino Unido), adaptaron a España un cuestionario estadounidense que analizaba la agresión sexual adolescente entre iguales.
El trabajo, se ha realizado con una metodología basada en encuestas, que incluye además de un amplio estudio descriptivo, un análisis factorial exploratorio y confirmatorio que ha establecido dos tipos claramente diferenciados de conducta de agresión sexual: la denominada acoso de contenido sexual visual y verbal y el acoso sexual físico. El equipo investigador quiere indagar en estudios inmediatos en cómo evoluciona en el tiempo los patrones establecidos y en la relación entre estas conductas y los procesos de cortejo.
Referencia bibliográfica:
Esther Vega-Gea, Rosario Ortega-Ruiz, Virginia Sánchez, ‘Peer sexual harassment in adolescence: Dimensions of the Sexual Harassment Survey in boys and girls’. International Journal of Clinical and Health Psychology(2016) 1, 47−57.