Jimmy Entraigües
Periodista y escritor
Director deEl Péndulo
2007. Por aquel año, mi tía Inés visitaba Valencia. Dejaba atrás el pequeño pueblo donde vivía en Argentina para reencontrarse con sus hermanas. Mujer sencilla y de conocimientos básicos miraba con asombro todo cuanto la rodeaba. A sus 73 años se enfrentaba a una ciudad con más de dos mil años y aquello la abrumaba. ¿Dos mil años? Su concepto de cualquier acontecimiento histórico naufragaba y se volvía confuso más allá de la vida de Evita o la muerte de Gardel. Decirle que un hecho ocurrió antes o después de Cristo era igual que decirle antes o después que la aparición de la Coca-Cola; para ella las cosas eran “épocas viejas” o “antiguas” antes de su nacimiento.
Como le gustaba conocer la ciudad la llevé a visitar L’Almoina, enclave arqueológico histórico donde los romanos fundaron Valencia en el 138 a.C., en donde la curiosidad de mi tía pasaba de asombro en asombro al comprobar que en aquellas épocas “tan viejas” se pudieran hacer termas o trazados de calles. Al subir las escaleras y salir a la calle, noté una cierta preocupación en ella y le pregunté si le había gustado la visita y me respondió que estaba encantada de ver tantas cosas hermosas, así que tomamos un café y nos despedimos.
Pocos días después vino a visitarme a mi casa, por esas fechas vivía en la localidad de Alboraia, y le comenté que a pocas calles de allí pasaba la Vía Augusta, carretera empedrada creada por los romanos, que se iniciaba en Andalucía, subía bordeando el Mediterráneo y llegaba hasta Roma, pero que ahora el trazado original estaba enterrado y pasó a convertirse en un estupendo carril para bicicletas y caminantes. Mi tía me miró y me dijo:
– Hmmm, ¿qué increíble, no? La gente de antes tenía unas costumbres más raras.
– ¿Raras?, pregunté
– Y… sí ¡Mirá que costumbre de andar haciendo las casas y todo debajo del suelo! ¿Eso no te parece raro?