Cuando uno se enfrenta a un festival de cine, hay días en los que te santiguas y otros en los que saludas a la sala, como los toreros, convencido ya de obtener el trofeo que te llevarás a casa después de haber visto una buena película. Las ocasiones en las que no conoces ni has visto nada del director, y en las que ni siquiera por distintas circunstancias te has molestado en averiguar su vida y milagros, forman parte de las primeras. Deporte de riesgo que habría que intentar evitar. Como tantos otros.
Consideraciones previas que creo justas respecto a nuestro festival, me hacen contaros que podéis ver las películas seleccionadas, a un precio más que razonable, (2 euros o 1 euro por entrada), nada parecido a otros festivales de más prestigio como pueden ser Málaga o Donosti, donde los precios deambulan peligrosamente entre los 6 y 7 euros. Así que vayan mis felicitaciones a quien le corresponda y vayan mis ánimos también al personal para que nos acompañe en las salas. Dicho lo cual, me encantaría ver a mucha más gente joven en nuestro festival. Ojalá se pudiera dedicar tiempo y dinero a ello. La gente que se enamora pronto del cine, tiene más recursos con los que jugar.
En fin, a lo que vamos. Se apagan las luces; empieza la proyección. Y lo que vemos, lo que descubrimos es, gracias al ciclo programado en este CINEMA JOVE 2014, la obra de un gran director de cine que se llama, Joachim Lafosse, con apenas 39 años y al que merecidamente además en mi opinión, se le hace entrega en esta edición del Premio Luna de Valencia. Primero vi ‘Tribu’ (2000) un cortometraje de veinticuatro minutos, que nos muestra el pelaje de tamaño director. Y su pelaje es atractivo a la vista, cuidado y bello, pero a medida que se va desarrollando la trama, se vuelve duro, difícil de acariciar, áspero diría yo. Una correlación de planos, algunos de ellos de apenas unos segundos, unidos por unas transiciones del año catapum, me hacen despegar lentamente mi brazo de la butaca, para comenzar a santiguarme cuando… ¡Zas! Empieza inmediatamente después del aperitivo del corto, ‘Folie privée’ (2004). Ya en formato de largometraje, el animal estaba listo para enseñarlo. Y vaya animal compañeros. Morlaco este Joachim. Historia durísima la de esta película, para espectadores curtidos en dramones y con algo divertido que hacer después. Y allí estaba yo, con la boca abierta, como un pánfilo de los de antes. Reacciono: más, quiero más de este tipo belga. Darme más chicha por favor. Y como por arte del destino, la siguiente película es otra de…¡¡Joachim Lafosse!!
Esta se llama ‘Éléve libre’ (2008). Un adolescente querubín, de profesión quiero ser tenista, tiene serios problemas con los estudios, una familia inactiva y despreocupada que nada en la distancia y una necesidad urgente de aprobar un examen final, como tabla de salvación a la que agarrarse para no tocar fondo. Un trío de amigos de la madre (sí algo raro, pero ahí están), intelectualmente activos y sexualmente mucho más, se hacen cargo por ausencia, de la educación del jovencito. Uno de ellos en concreto se propone con muchísima paciencia la digna tarea de ayudarle a superar el dichoso examen. El problema y el meollo de la película surgen cuando el mismo tutor que le enseña, cual Sócrates, las leyes de la aritmética le quiere enseñar también los secretos de las técnicas amatorias para que los pruebe con su novia. Aquí ya todo empieza a complicarse y ya está el taco montado. El tutor pasa a la acción. No parecía el lobo, sino un elegante cordero.
La forma hiperrealista de contar historias, algo que hemos visto últimamente muy bien premiado en ‘La vida de Adelle’, de Abdellatif Kechiche, y mucho más bello en ‘Nader y Simin: una separación’, de Asghar Farhadi, es un estilo muy definido en la forma; cámara en mano, planos largo, ausencia de banda sonora…, que le viene como anillo al dedo al tipo de historias que nos quiere contar el bueno de Joachim. Dilemas morales tan crudos, como directos al mentón. Recuerden su nombre: Joachim Lafosse. Tienen la oportunidad de conocerlo en directo en nuestro festival pues nos acompañará en la presentación de otra película suya ‘Perder la razón’, este próximo viernes 27 a las 18:00 horas en la Sala Berlanga de la Filmoteca. Yo de ustedes no me la perdería. No hace falta santiguarse. Ya no.
La mano que mece el mundo en el 2014
Pues sí: La mano que mece el mundo es la mano del amor. Esto que puede dar lugar a un universo color cálido, ñoño y entrañable, también puede derivar en todo lo contrario. ¿Puede el mismo diablo meterse en la piel de una jovencita rubia con cara de ángel? Puede. En el cine polaco, puede. Lo hemos visto en ‘Obietnica’ otra durísima película de Anna Kazejak-Dawid, que también coescribe el guion. Tremendo papel el de la protagonista Eliza Rycembel. Da miedo.
Es la historia de una pareja de adolescentes, locos de amor. Pero locos de verdad. Ambientada entre púberes, todo huele a verdad en esta intensa película. Todos los actores están magníficos. Pero ella…, ella está para darle de comer a parte. Vaya trabajo el suyo. Personaje capaz de asomarse al abismo del mal en estado puro y de verlo como un castigo necesario, todo con una credibilidad que quita el hipo.
La podéis ver de nuevo hoy miércoles a las 18:00 horas en la Sala Berlanga de la Filmoteca, con la presentación en directo de la realizadora. ¡Ah!, por cierto; no os perdáis cuando la linda gatita es interrogada por el inspector; os juro que le veo los colmillos crecer.
El Péndulo de VLCNoticias/Nando Ros