Director de Valencia Noticias.
1885. Un viejo indio recorre la ciudad de Sant Louis. En su mano lleva una carta. Un paso más atrás dos guerreros sioux acompañan al anciano observando cada detalle de lo que ofrecen tiendas y edificaciones. El anciano se detiene al ver que alguien pasa por la calle sentado sobre un artefacto que se desplaza sobre dos ruedas. El hombre empuja con sus pies el vehículo y este avanza veloz adelantando carros y caminantes. El viejo y sus dos escoltas ven como el hombre desaparece en la distancia esquivando caballos y transeúntes. Los tres siguen su marcha.
Junto a un abrevadero, un hombre tullido pide limosna. El anciano deja una moneda en una lata y el pordiosero le grita: “¡Dile a viejo Bill que os devuelva a la reserva!”. Con paso lento el indio sigue caminando y siente que miles de ojos lo observan. Hace tan solo unos meses vivía tranquilo en Standing Rock donde todos los jefes indios venían a visitarlo y pedirle consejos. Los periodistas, llegados de todos los estados, hacían cola para que narrara lo ocurrido en la batalla de Little Big Horn, sobre su rechazo a los acuerdos para vender sus tierras, de su amistad con el jefe indio Gerónimo…
El viejo pasa sus manos sobre su traje ceremonial, está recién confeccionado, un hábil sastre cuidó hasta el último detalle la copia del original. Solo sus tres collares son auténticos. Uno de ellos confirma que es el gran jefe de toda la población sioux.
Un niño descalzo se acerca corriendo con un cartel que indica ‘El Show del Salvaje Oeste de Bill Cody’ en el que se ve una imagen del anciano junto a la proclama ‘El vencedor de Custer’.
¿Es verdad que tú mataste al general Custer? –. Inquiere el pequeño señalando el cartel.
¿Dónde está tu madre?-. Dice el anciano.
No tengo madre-. Comenta el pequeño.
El viejo saca unas monedas y se las entrega al niño.
Toma, no debes ir descalzo por aquí-. Dice el indio mientras sigue su camino.
Ya son muchas las personas que se paran a mirar al viejo y su escolta. Varios señalan con el dedo a la comitiva. Alguien desde un carro grita: “¡Vuelve al circo, asesino!”.
El viejo se detiene junto a una tienda de armas, en el escaparate pueden verse varios fusiles Winchester depositados sobre unos arcos y flechas. Un anuncio indica: ‘El arma que conquistó el oeste’.
El indio llama a uno de sus hombres y le entrega la carta.
Lleva esto al correo, es para mi hijo-.
El anciano vuelve sobre sus pasos y emprende el camino de regreso. Sale de la calle principal y dobla por un callejón. Junto a un tonel una harapienta come un pan negro con tocino. El viejo saca unas monedas y las deja junto a la mujer. Ninguno de los dos dice una palabra. Al llegar a la esquina ve la carpa del circo junto a los límites de la ciudad. Más allá se abre la llanura. Tan solo ha hecho un pequeño recorrido y el mundo de los blancos le sigue pareciendo incomprensible. Cuando vea a Bill, piensa, le dirá que quiero volver a su reserva.