Bajo el generoso título de “Historias de seres que un día nos pertenecieron” (Ed. ObraPropia), el investigador ajedrecístico José Antonio Garzón no sólo ha elaborado su primer conjunto de relatos sino que construye, a modo de viaje evocativo, un delicado encuentro de las vivencias infantiles con el sereno devenir de la madurez. Los pequeños relatos, y el autor, no ocultan su intención retrospectiva avanzando sobre paisajes, ríos, montañas o campos. Quizás los enigmas del tránsito de la vida son los que vuelan sobre el grupo de estas historias.
Garzón afirma al inicio de su primer recuerdo: “Solo en la vejez muchos de los recuerdos de la infancia, algunos perdidos, florecen. Es el dilema de la esfinge que planea sobre la memoria del hombre”. Y para acompañar la respuesta a ese dilema eterno, cada relato abre su imaginería con “Existe un hombre… “. Y es a partir de ahí, donde el viaje de recuerdos establece un juego con el tiempo, la naturaleza, la mirada, el espacio, la compañía, los astros, los sueños… Casi de un modo metafísico el itinerario habla de la existencia de un hombre, de un hombre construido a partir de la mirada y de la pluma de otro hombre. Ambos nos conducen por el territorio de una vida edificada a partir de otra vida desde parcelas fragmentarias, trozos, pedazos o astillas de un recorrido vital. El relato “Mundos ajenos al tiempo”, nos da una pequeña pista de las intenciones del autor. A modo de pregunta un personaje anónimo (¿una voz interior, la voz del padre, el propio autor?) sugiere (¿al cronista, al autor?) si no teme que se hayan perdido para siempre preciosos matices. “Le propongo que los busque usted mismo. Todo está aquí, en esta prístina presentación”, es la respuesta.
Avanzamos por el territorio de los relatos de la mano de un hombre que existe y otro hombre que cuenta. Avanzamos sobre un juego de tres miradas, la del hombre que existe, la del autor y la nuestra como lectores. La evocación ya es también la del lector. Por el viaje nos acompañan ilustraciones (estupendo trabajo de Rafael Solaz), seres y formas que nos indican que el recorrido es real, que el sueño también tiene forma de escritura en el dibujo. Llegamos al final de relato y sabemos algo que ya intuíamos: el hombre que existe era el padre. El trayecto de la lectura nos ayuda a resolver el dilema de la esfinge, al menos en parte. “Historias de seres que un día nos pertenecieron” parece indicar que el viaje de la memoria es osado, que es un viaje de días de un largo día de vida y que los seres que la poblaron nos dejaron su mirada.
VLC Ciudad / Jimmy Entraigües