Manuel J. Ibáñez Ferriol
Escritor y periodista
Cuando un determinado personaje, con una cierta notoriedad, quiere lavar su imagen, escribe un libro. O mejor dicho, lo encarga siempre a un escritor, al que no sé por qué se le llama “negro”. Probablemente, la incapacidad manifiesta de algunos personajes para tener el atrevimiento de ponerse frente a la pantalla en blanco, pueda ser la causa de la existencia de estos “escritores en la sombra” que se colocan la piel del encausado y vierten todo lo que éste quiere contar. Hay personajes mediáticos que, con este sistema, lanzan sus proclamas al viento, al sufrido papel o tinta digital, creando una amalgama de ideas que sus seguidores comprarán. Una buena campaña de marketing será la que haga que el libro, a pesar de su mediocridad, se venda como rosquillas, haciendo un gran negocio no solo el autor, sino también el sello editorial. Estamos ante un consumo literario alejado del principio de “producir literatura”, con el fin de aleccionar a los lectores.
La denominada ‘Princesa del Pueblo‘, nos sorprende con un libro. Yo pensaba que esta chica tan solo entendía de “polvos”, ya sean de nariz o bragueta, y que sus lecturas preferidas eran las novelas de la series Jazmín o Bianca –con todos mis respetos-, o de nuestra gran autora Corín Tellado. Pero ella es mucho más. No se ha parado en deleitarnos con sus gritos en los platos de televisión en los que colabora, o en su inefable frase de “matooo”, sino que ahora tiene la desfachatez, después de habernos dado el ya sabido rollo de su hija, del Jesulín, de la ‘Campa’ y de todo el Clan en el que ella, libre y voluntariamente se metió, eso sí, en la cama del torero de Ubrique, con el objetivo de acompañarle después de una corrida –de toros, se entiende-. Y el torero, con esa gracia y ese arte que le caracteriza, acertó en la diana y, a los nueve meses, nació la niña más conocida de los magazines televisivos. ¿Qué nos puede ya contar esta ‘princesa de chichinabo’, fabricada en los estudios televisivos? El título promete: Ambiciones y Reflexiones. Probablemente su mayor ambición sea la de convertirse en autora de éxito, porque el glamour de su ‘negro’ ya se encargará de hacer que las ventas se disparen, aunque el libro no tenga nada trascendente que nos ayude a la reflexión.
Los lectores, creo, van a estar de enhorabuena. Unos lo comprarán por morbo; otros, por leer esas ideas retorcidas que habrá vertido en este producto literario; los más, porque haga bonito en la librería o para apuntalar algún mueble que cojea un poco. No creo que este libro nos vaya a dar una idea ilustrada sobre la existencia humana, ni tampoco que nos haga variar la opinión que tenemos formada de los clanes de su vida, ni de todo ese mundo de ‘color y fantasía’, en la que algunos personajes faranduleros se encuentran instalados, como si a los demás nos importara mucho el eje de sus pensamientos. Nada más lejos de nuestra sesuda intención.
No sé si esto servirá a nuestros lectores, pero dicen que la ambición (del latín ambitĭo, -ōnis) es el deseo ardiente de poseer riquezas, fama, poder u honores. Puede entenderse también como ambición el deseo de obtener algo en grande, de tal manera que, como seres humanos, podemos fijarnos metas ambiciosas, refiriéndonos con esto al hecho de querer lograr superar las expectativas, sobresalir del resto de las personas. La ambición es lo que nos mueve y motiva día a día, el deseo por superarse y llegar mucho más lejos y lograr nuestros objetivos que, para algunos, pueden resultar imposibles; sin embargo, para la persona ambiciosa todo es posible con determinación, esfuerzo y dedicación. En ocasiones se suele confundir la ambición con la avaricia, mediante la cual, una persona avariciosa podría dañarse a si mismo o a los demás para conseguir lo que desea. La ambición, en contraste, tiene que ver con el deseo de ser mejor. Los romanos le levantaron un templo a la ambición, representada con alas a las espaldas, para expresar la extensión de sus designios y la prontitud con que quiere ejecutarlos o para expresar las fatigas y las humillaciones que sufre el ambicioso para llenar sus fines. Un autor moderno ha expresado el mismo pensamiento diciendo que el ambicioso o está siempre de rodillas o sosteniéndose por la punta de los pies.
He querido dar al final la definición de lo que consideramos como “ambición”, para poder reflexionar con los lectores sobre ésta palabra, que ha formado parte de la vida no solo de la autora, sino de todos los que se encuentran a su alrededor. Esta carnaza social, no es más que el producto de una sociedad de consumo, que no se para en reflexionar ante una avezada autora, que tan solo puede ponerse el honor de la escritura, porque en la cabecera de su producto, dice su nombre.
Terminaré con esta fábula de Félix María de Samaniego:
Érase una gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia mal contento
quiso el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla; abrióla el vientre de contado;
pero, después de haberla registrado,
¿qué sucedió?
Que, muerta la gallina,
perdió su huevo de oro y no halló mina.
¡Cuántos hay que, teniendo lo bastante,
enriquecerse quieren al instante,
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos,
que sólo en pocos meses,
cuando se contemplaban ya marqueses,
contando sus millones
se vieron en la calle sin calzones!