Un gran Valencia CF el que acabó en Mestalla con la racha triunfal del Atlético del ‘Cholo’ Simeone, en una grandísima noche de Feghouli, Rami -que no acabaría el partido lesionado- y la distinción de un omnipresente Gago. Presión al hombre, control en el centro del campo y fortaleza en defensa como nunca antes en todo lo que llevamos de temporada.
Y es que el Valencia se hizo el dueño y señor del rectángulo de juego desde el minuto uno bajo la batuta de un magistral Fernando Gago. La consigna era no dejar respirar a los hombres de Simeone, no dejarles pensar ni, por supuesto, jugar. Un trabajo que conlleva un enorme desgaste físico y así, pudimos ver a un incansable Feghouli que no dejó de correr durante los 90 minutos, presionando, robando, acosando a los hombres del centro del campo atlético en todo momento. Tal despliegue físico pasaría factura a los blanquinegros, como a Adil Rami, que tras intentar colocarle el ‘fisio’ del VCF una vértebra rebelde en una más que aparatosa maniobra en la banda, tuvo que dejar su sitio a Víctor Ruiz.
Sin embargo, el Valencia echó en falta algo que se está convirtiendo en mal endémico: el último pase. En todo el primer tiempo, los del ‘Flaco’ Pellegrino dispararon prácticamente una sola vez entre los tres palos, y fue en el minuto 20: la del gol. Adil Rami, que firmó su mejor partido con diferencia de esta temporada, firmó un pase medido que Roberto Soldado, en un palmo de terreno, convirtió a la media vuelta en una inapelable volea que batía a Courtois.
La parroquia valencianista olvidaba así penurias pasadas y como corresponde a una magnífica hinchada, empujaba con su acostumbrada pasión, en perfecta comunión con el equipo, que se vaciaba en el campo dejando ‘secos’ a los atléticos en cada intento de combinación ‘colchonera’. Pero no podía ser. El guión, perfecto como si lo hubiera escrito el mismísimo Mundo -que en Paz descanse-, se encargó de torcerlo el colegiado Teixeira Vitienes, que se llevó de Mestalla la bronca más multitudinaria de los últimos veinte años sin miedo a exagerar. Con chulería torera, se dedicó a desafiar y desquiciar como en sus ‘mejores faenas’. Infumable el de negro y amarillo, que expulsó a Pellegrino, a su segundo Compagnucci y al defensa Ricardo Costa, expulsión ésta última que acabó definitivamente con la paciencia del respetable.
Pero continuemos con el orden cronológico de los acontecimientos. La segunda parte comenzó con un Valencia convencido de poder aguantarle al Atlético los envites, y así, entregaron la manija del encuentro a los rojiblancos. Pero los del ‘Cholo’ demostraron que este año no se les puede dejar el mando del partido si se les quiere ganar, y el esférico fue acercándose cada vez más a la puerta defendida por Diego Alves que, una vez más, estuvo inmenso en las ocasiones en las que se necesitó su oficio. Sólo un pero: despejó siempre, no atrapó nunca.
El espectáculo particular de Teixeira Vitienes iba ‘in crescendo’ conforme se iban cumpliendo los minutos, y tras no pocas decisiones carentes de todo criterio arbitral, acabó dejando al Valencia con diez, en una jugada que calcada pero en campo contrario -caída de Rami cuando iba a rematar-, no había merecido ni siquiera la falta y, de hecho, llevó a Pellegrino a la grada por protestarla. Mestalla estalló de ira y comenzó a batir pañuelos blancos al grito de “burro, burro”.
En éstas llegábamos al capítulo de los cambios y Mestalla daba la bienvenida con una sonora ovación a Éver Banega, que volvía recuperado de aquel accidente de a gasolinera. Por ahí anduvo el argentino, al que se notó la falta de rodaje.
Pero llegaba la hora de la épica. Conscientes de las facilidades que se les presentaban delante, los atléticos apretaron más de la cuenta para intentar empatar y, en uno de sus envites a la desesperada, cumplidos los noventa minutos, el esférico cayó en los pies del más rápido de los valencianistas, Feghouli, que cabalgó como un gamo hasta el área rojiblanca, donde cedía magistralmente al recién entrado Valdez para que, con una frialdad digna de los mejores, hiciera caer a Courtois para batirle de tiro cruzado. Era el delirio. Miles de gargantas explotaban de alegría y dejaban de sufrir. El segundo del Valencia dejaba las cosas zanjadas pero los aficionados, lejos de tranquilizarse, despidió al trío arbitral con una bronca, insistimos, como no se ha visto en las últimas decadas en Mestalla.
La nota triste la protagonizaban ocho o nueve indeseables que, en un ejercicio de mal entendida pasión futbolística, agredieron a algunos seguidores atléticos desplazados a Valencia para seguir a su equipo. El deporte y la violencia nunca pueden ir juntos.
VLC Ciudad / Javier Furió