La paella, símbolo de nuestro costumbrismo culinario. Su origen está rodeado de labradores de la huerta en aquellas zonas de regadío y arrozales. El arroz es el protagonista salpicado de verduras frescas, pollo y conejo herido de amarillo azafrán. El sofrito de la carne y las legumbres nos deja en herencia la sustancia de un caldo con sal. El arroz se prepara para el baño. Todo se cuece henchido de fuego y romero. Los caracoles navegan intrusos como seres pertenecientes a otra dimensión temporal. Receta sencilla para un plato excesivo, barroco y carnavalesco, engullido con cuchara de madera.
Receta sencilla para un plato excesivo, barroco y carnavalesco, engullido con cuchara de madera.
En el escenario del ritual se presentan las hogueras de media tarde, encendidas brasas chispeantes cobijadas por aquel árbol de tantas vidas. El arroz hierve sumergido en el caldo que lanza socorros burbujeantes. Poco le queda ya al suplicio. Un mirlo canta interrumpiendo el festival aromático que deja paso a la pasión. Bocas sensuales destilan la saliva del deseo.
La paella nos une -y reúne-. Celebramos días de campo y playa, bodas de familia y sobrinos, cumpleaños, décadas de arrugas, amistad… generosas comidas de placer donde la protagonista es ella, nuestro plato más internacional y exuberante.
Tres fotografías son protagonistas del panegírico. Las tres representan el hecho ya consumado. Se acabó el fuego inquisitorial a que habían sido condenados el arroz, las verduras, el conejo y el pollo vestido con sambenito de azafrán. Una fotografía roída por los años, y la paella sobre la sencilla mesa. El niño duerme sueños de leche y miel mientras que una mujer principal se dispone a brindar, tal vez por la vida.
Se acabó el fuego inquisitorial a que habían sido condenados el arroz, las verduras, el conejo y el pollo vestido con sambenito de azafrán.
En otra de las fotografías celebran un acontecimiento. Casi treinta personas representan la inmensidad festiva. ¿Habrá paella para todos? Sonríen a la cámara ocultando su apetito. Entrañable grupo reverenciando la imagen que selle para siempre el momento, su existencia. Adultos y niños, carne y verdura en sí, conjunto tan barroco como la paella.
Entrañable grupo reverenciando la imagen que selle para siempre el momento, su existencia. Adultos y niños, carne y verdura en sí, conjunto tan barroco como la paella.
El comedor de la pensión sirve como escenario de la tercera imagen. Cuatro comensales sentados forman parte del plato. Las boinas podían ser los caracoles. Un concurrente de pie saluda al aire, al humo. Otro de los protagonistas, impaciente, no espera la inmortalización del momento, prefiere que le abrase el paladar del deseo, esta vez con cuchara metálica. Paellas. Carnaval de sociedad al fuego.
A.P.R.S. = Archivo Privado de Rafael Solaz