La Revista d’estudis fallers del pasado mes de febrero dedicó un protagonismo especial a Francesc de Paula Llop i Lluch (1915-2012), un valenciano singular y peculiar, en la biografía contada por su hijo Juan Luis.
Francesc además de orfebre fue un personaje inquieto, organizado y atípico en algunas de sus aficiones, cuyo trabajo, familia y aficiones artístico-culturales llenaron de contenido su larga vida. Se atrevió con los llibrets de falla, fue defensor de las costumbres y tradiciones valencianas, se preocupaba, y difundía lo que pensaba, por la desviación de la fiesta fallera en las décadas de los años sesenta y setenta del siglo pasado, y fue crítico hasta con su sombra.
Se cuentan por centenares sus colaboraciones en numerosos medios de comunicación escritos y radiados cuyas temáticas además de las fallas estuvieron centradas en la Virgen de los Desamparados, Santa Lucía y el Micalet.
Aunque no fue fallero estuvo muy vinculado a la comisión de la Plaza Lope de Vega, y es muy larga la lista de importantes personajes valencianos de las artes, las letras y la religión católica con los que se relacionó: Ricardo Sanmartín Bargues, Manuel González Martí, Emili Beüt i Belenguer, Carmelo Vicent, Pere Delmonte, Josep Esteve Edo, Felipe García Garín, Emilio María Aparicio, Mariano Benlliure, José María Bayarri…
Sacaba tiempo para todo, ya que también dibujaba, pintaba, siendo el puerto uno de sus lugares favoritos, incluso hablaba con autoridades para defender de la piqueta algún edificio que consideraba representativo o para que prosperara la recuperación de algún festejo, caso del Cant de l’Estoreta. También reservaba un hueco para vestirse de evangelista en la procesión del Corpus Christi.
Tras su jubilación en 1980 se puso como obligación subir al Micalet para que valencianos y visitantes conocieran sus campanas y gozaran de las panorámicas desde la parte superior de la torre y para mantenerse en forma. Y lo consiguió, ya que llegó a la importante meta de los 97 años.
Nunca tocó las campanas pero fue el impulsor para la creación de la Colla de Campaners de la Catedral de València e hizo todo lo que pudo para que su hijo mayor Francesc se apasionara por las campanas de tal manera que es una autoridad nacional de esos instrumentos sonoros.