Dedicado a todos los veteranos compañeros de profesión que están en el dique seco.
Silvia Peris
Periodista
No tengo ni idea de si en las actuales facultades de Periodismo se sigue citando la famosa frase del magnate de la Comunicación William Maxwell para ejemplificar y distinguir los hechos que son noticia de los que no lo son y que dice más o menos lo siguiente: “Si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero si un hombre muerde a un perro, eso sí que es noticia”. Los periodistas, en el ejercicio de nuestra profesión, contamos, por tanto, los hechos que nos parecen noticiables, buscamos ansiosos hombres que muerden perros, y jamás se nos ocurriría protagonizar nosotros mismos nuestras propias noticias aún cuando la rabia nos comiera por dentro de tal manera que ni la vacuna de Pasteur lograra inmunizarnos de morder a diestro y siniestro a cuantos se nos pusieran por delante.
…buscamos ansiosos hombres que muerden perros, y jamás se nos ocurriría protagonizar nosotros mismos nuestras propias noticias…
Pero dicen que los tiempos están cambiando en esta profesión, que hay que renovarse, que las nuevas tecnologías imponen nuevos profesionales, que la experiencia de poco vale si no estás en twitter, que has de reconvertirte en community manager. Así que, hoy yo voy a ser el hombre que muerde perro, por primera vez en todo el ejercicio de mi profesión me renovaré, rizaré el rizo, y seré la protagonista de mi propia columna, de mi noticia, serviré de carnaza al hombre rabioso que llevo dentro para ascender a las altas cotas de un titular. Narraré, en definitiva, los hechos que me han llevado a morder al perro que me ha venido dando de comer en los últimos 20 años.
Empecé en esta profesión cuando no había móviles, ni internet, y las prácticas y becas profesionales se pagaban. Mon Dieu! Sí, existieron esos tiempos que ahora están cambiando y yo fui una afortunada porque en aquel entonces accedí a una beca por la que percibía al mes 100.000 de las antiguas pesetas. Desde ese preciso momento, nunca dejé de cobrar mal que bien por mi trabajo hasta que los tiempos empezaron a cambiar… La Agencia Efe fue mi escuela realmente, aunque pasara por la Facultad de Ciencias de la Información para adquirir unos cuantos conocimientos teóricos que de poco me sirvieron cuando mi primer jefe me dio un patada en el culo y me tiró de la redacción a buscarme la vida en las calles de una ciudad que a partir de entonces contemplé con otra mirada, con esos ojos despiertos que buscan contar la verdad y ayudar a los que no tienen voz. O eso por lo menos pensaba yo antes de que los tiempos empezaran a cambiar.
…mi primer jefe me dio un patada en el culo y me tiró de la redacción a buscarme la vida en las calles de una ciudad que a partir de entonces contemplé con otra mirada…
A mis padres, que no entienden lo que está pasando, les costó un gran sacrificio, una pasta gansa, ofrecerme la posibilidad de estudiar mi vocación puesto que en mi ciudad no había facultad pública y debí someterme a las reglas y exigencias pecuniarias de un centro privado religioso, por más señas. El título y la orla jamás me abrieron las puertas de ninguna redacción. Te llamaban si currabas bien, si eras buen profesional y cumplías con tu trabajo o te ofrecías con el aval de tu autoría, de los trabajos realizados, de la experiencia alcanzada a base de darle a la tecla o del colega que te conocía y que apostaba por ti. Esa era la realidad de aquellos tiempos que ahora están cambiando.
No relataré todos los momentos de satisfacción que me ha dado mi profesión que han sido muchos, ni enumeraré los amigos que me he granjeado a lo largo de todos estos años entre los que no se encuentra, por cierto, ningún político, ni empresario, solo diré que tengo a gala orgullecerme de que jamás dejé cadáveres a mi paso, y procuré dar de mí todo lo bueno que recibía, sin grandes estridencias, ni aspavientos. Quienes me conocen, lo saben. Quizá me equivoqué, quizá debía haber coqueteado más con el poder, cosa que habría ido en contra de mi honestidad personal, quizá debía haber presentido que los tiempos iban a cambiar, pero ahora que los tiempos están cambiando me dicen que puedo ser periodista freelance, un término muy ad hoc, un eufemismo anglosajón de la Neolengua, que viene al pelo para designar al periodista en paro que debe trabajar sin cobrar para estar en la pomada y no en su casa muerto del asco sin que nadie le llame a pesar de haber mandado millones de currículums, y al que las nuevas tecnologías se lo ponen a huevo para ser emprendedor, otra palabra engañosa que designa al pringado autónomo que no tiene dónde caerse muerto en estos tiempos que ya han cambiado.
…periodista freelance(…),un eufemismo anglosajón de la Neolengua, que viene al pelo para designar al periodista en paro que debe trabajar sin cobrar para estar en la pomada…
Un pequeño inciso en mi relato. Me gustaría que alguien me contestara porqué a un periodista se le pide que haga una colaboración sin cobrar y cuando se llama a un fontanero o a un albañil para que realice una reparación en casa, ni por asomo nos planteamos la cuestión de que lo haga por amor al arte.
Y en esas estamos, en mi condición de periodista freelance que tiene que pagar facturas, este verano me puse el delantal, me arremangué, y trabajé en una cafetería por ocho euros la hora gracias a un flamante contrato laboral a tiempo parcial de diez horas a la semana que hizo que perdiera mi condición de parada de larga duración, y que finalizó con la temporada estival. La ayuda actual que percibo de la Renta Activa de Inserción se me acaba en breve en primera instancia porque parece ser que puedo solicitarla otra vez dentro de un año si consigo llegar hasta allí, se supone, viviendo del aire. Al dejar de ser parada de larga duración por un contrato de diez horas a la semana que, posiblemente sirviera para disminuir las cifras del desempleo de Rajoy, no puedo pedir la última prestación pactada con los sindicatos y que se han sacado de la manga los señores del Gobierno posiblemente con fines electoralistas.
Y sí, estoy que rabio, y me permito ser la protagonista de mi propia columna, aunque muchos veteranos compañeros como yo, con historias a sus espaldas mucho más dramáticas, podrían también serlo. Y si me permito ser protagonista porque me lo merezco, a pesar de que no haya sido víctima de un ERE masivo, ni ser una jubilada anticipada, sin haber recibido indemnizaciones millonarias por ello. Me lo merezco después de denunciar injusticias ajenas durante años, de ver cómo se pone en solfa en los medios el paro juvenil cuando los mayores de 45 años vivimos situaciones desesperadas y cuando las redacciones y la profesión están llena de intrusismo, de críos imberbes recién salidos de la facultad, sumisos y sin criterio a los que pagan cuatro chavos. Los colegios y asociaciones profesionales están en Babia y el nulo corporativismo y la falta de unión y solidaridad que siempre ha caracterizado esta profesión arrecia con más virulencia. En vez de aprovecharse los despidos masivos en medios para que toda la profesión proteste como colectivo, cada uno mira su corralito sin importarle el ajeno. Tan solo se imprimen unas cuantas pegatinas con el lema ‘Sin periodismo, no hay democracia’, y listo! Mareas verdes, blancas…, inundan calles y plazas y mientras nuestro colectivo se ahoga en el agua de la precariedad, el descrédito, y la sumisión. Si ni nosotros mismos nos creemos nuestro trabajo, ¿cómo vamos a salir a la calle a reivindicarlo?
En vez de aprovecharse los despidos masivos en medios para que toda la profesión proteste como colectivo, cada uno mira su corralito sin importarle el ajeno
Tímidos y escasos son aún los esfuerzos de compañeros por unirse en cooperativas, en experimentos laborales de alto riesgo, y más que loable objetivo, en un intento por hacer un Periodismo libre, fresco, riguroso, serio y honesto y, así de paso, plantarle cara al desempleo, aún a costa de empeñar sus pequeños ahorros. Mucho trabajo y titánico empeño del pequeño David contra el gigante Goliat, ése de los grandes grupos, ése de los tertulianos apesebrados, los estómagos agradecidos y los sueldos raquíticos.
Así las cosas, y con semejante percal, ni por asomo aspiro a trabajar en la que ha venido siendo mi profesión en los últimos 20 años porque hoy por hoy yo ya no soy periodista, estoy al otro lado, protagonizo noticias, soy titular. Soy hombre que muerde perro, hombre que muerde a un perro servil y adocenado, como es ahora mi profesión. Profesión, ¿qué profesión?