El Péndulo | Jimmy Entraigües.- El historiador y novelista José Luis Corral llegó a Valencia a presentar su nuevo trabajo literario: ‘Los Austria. El vuelo del águila’ (Planeta 2016). La obra es una compleja ficción histórica que trata con rigor las corruptelas, manipulaciones, intrigas y conspiraciones que se tejen en la España del siglo XVI ante la llegada de Carlos V como futuro rey del nuevo Estado y de las posesiones de ultramar.
Considerado como “el maestro de la novela histórica española”, José Luis Corral hurga en la Historia para situarnos en unos acontecimientos que, más allá de los siglos, tienen mucha proximidad con el presente.
Si la unión de la corona de Aragón y la de Castilla ya suponía un quebradero de cabeza para la reciente nación, la llegada de un ‘Austria’ al territorio español supondría todo un conflicto para los intereses de Fernando el Católico.
El Péndulo: Hay que reconocer que siendo catedrático de Historia Medieval y novelista, has logrado crear un corpus literario de notable nivel. No solo atiendes con rigor los pasajes más interesantes de la historia de España, sino que además combina con habilidad la construcción del relato y la tensión dramática. Tu obra no cae en lo anecdótico, ni el simple deseo de entretener con una novela histórica.
José Luis Corral: (sonríe) Bueno… Muchas gracias. Es lo que pretendo. Tengo esa doble faceta como historiador y como escritor. Intento compaginar esa doble condición, en este caso la del historiador que escribe novelas tratando con mucho cuidado y mimo el lenguaje y…, tratando de comunicar, de llegar al lector con historias interesantes, evitando lo fácil o simple para cautivar a quien compra el libro. Yo no quiero hacer libros retóricos. Lo podría intentar, lo podría hacer, no sé si lo conseguiría, pero lo que quiero es comunicar bien a la mayoría de la gente. Sobre todo en las novelas históricas, porque en España los historiadores hemos tratado muy mal el lenguaje y no nos ha interesado para nada comunicar bien. O no hemos podido, o no hemos sabido o no hemos querido y yo, tanto en mis ensayos como en mis novelas quiero comunicar bien y que el lector encuentre un buen tratamiento del lenguaje y rigor en la exposición de los hechos históricos.
E.P.: Lo comento por el hecho de que sigues la huella de otros muchos novelistas que trataron la historia, me refiero a autores como Stefan Zweig, Dickens o Mika Waltari, sin perder el gusto por la buena escritura, sin caer en redundancias o pasajes pedagógicos y sin artificios literarios.
J.L.C.: Bueno, intento que el lector descubra, a través de la literatura, momentos históricos y, a ser posible, que aprenda sin que le digas ‘mira qué tonto que eres’. Me gusta que vaya descubriendo las cosas a partir de esa medida del lenguaje y a través de los elementos interesantes que hay en la historia. Además tengo una concepto muy claro de la Historia. Es una disciplina que es maestra de vida. Entender lo que somos, como seres humanos, nuestras pasiones personales, políticas, sociales…, no se entienden sino conocemos nuestra Historia. Muchos de los errores de la política mundial, de los errores individuales de los que tienen que tomar las grandes decisiones, se producen por no conocer la Historia. Napoleón les decía a sus generales: “Lean la Historia, aprenderéis mucho de ella” y…, precisamente él, que leía mucha Historia, no la aplicaba a su propia vida ni a su manera de ejercer como líder.
E.P.: Y eso que Napoleón era un gran estratega y era un hombre bastante culto.
J.L.C.: Era un hombre que leía mucho pero no le aprovecharon demasiado las lecturas.
E.P.: Hay que reconocer que la novela histórica está viviendo un momento de esplendor en la literatura española pero…, en muchas de las novelas históricas que se publican el peso de la Historia, el propio acontecimiento histórico, acaba devorando a los personajes y se pierde tensión, arco de personajes, intensidad… En tu caso vigilas mucho la arquitectura de la obra y de los personajes.
J.L.C.: Sí, llevas toda la razón. Creo que la buena novela histórica tiene que buscar ese equilibrio entre la ficción y, ¡ojo!, no la veracidad sino entre la verosimilitud. En mis novelas procuro buscar ese equilibrio, que los datos históricos no se coman a los personajes, en tanto en cuanto son personajes reales, que tiene sentimientos, vivencias…, incluso los personajes que me inventó deseo que tengan cuerpo y alma y se mezclen con la Historia y con el relato de la novela de la forma más armónica posible. No quiero que una novela sobre El Cid se convierta en el poema de El Cid ni que se convierta en una historiografía novelada de El Cid.
E.P.: En anteriores entrevistas comentabas que la Historia de España ha sido muy maltratada y con bastante ausencia de rigor. En ‘Los Austrias’ hablas sobre un período muy importante, los Reyes Católicos y la llegada de Carlos V, intentando poner, según tus palabras, “coherencia histórica y narrativa”, pero…, también desde Latinoamérica se han realizado estudios, ensayos y novelas de ése pasaje histórico y da la sensación que no siempre se tienen en cuenta la otra mirada.
J.L.C.: Francamente en España hemos tenido pasajes históricos que han sido un desastre para la política, la sociedad, la economía, la vida en común y…, por supuesto para lo que hoy entendemos como democracia cuando en aquel tiempo era imposible hablar de ello. Es lógico pensar que desde la otra orilla, y hay excelentes estudios, se analice y se estudie la Historia de España. La gran lastra cultural en nuestro país ha sido el franquismo, es un hecho indudable. El franquismo se adueñó de todo. Se adueñó de la política, de la economía, de la sociedad, de las conciencias…, y por supuesto se adueñó de la Historia y de los símbolos históricos. El hecho de que en algunos territorios de España se rechace la palabra España o el concepto de España se debe, fundamentalmente, a que el franquismo los hizo suyos en exclusiva. Es algo que no ocurre en casi ningún país del mundo. En Cuba, en Chile, en Inglaterra, en Rusia…, los símbolos nacionales no se discuten, aquí no. Yo recuerdo que en la época de Pinochet, la oposición no cuestionaba la bandera o en Argentina, tras una brutal dictadura, los argentinos defendían su bandera o sus símbolos evitando que los genocidas se adueñaran de algo que los unía. En España lo cuestionamos todo porque el franquismo…
E.P.: … Pero cuestionar no está mal, nos permite avanzar y tener otros puntos de vista.
J.L.C.: ¡Por supuesto! Ahí estoy de acuerdo pero…, aquí cuestionamos a la contra. España es un país de muchos bandazos. Hemos pasado de unos momentos a otros con los mismos personajes y…, ¿por qué? Porque no ha habido una gran consistencia ideológica. Creo España tiene una sensación de decadencia, de pérdida, de lo que nunca fue y pudo haber sido, especialmente a partir del siglo XVIII. En el siglo XVIII con los Borbones, se produce la ruptura de un Estado que estaba configurado por la suma de varios reinos, como el de la monarquía de los Austria hacia un centralismo borbónico, importado, fundamentalmente, desde Francia que luego no se desarrolló en unas democracias al estilo burguesas, porque aquí no hubo ninguna revolución burguesa, ni a la americana, aquí hubo una reacción tremenda en el siglo XIX con el peor monarca que pudo tener España, que fue Fernando VII, y…, hemos pasado momentos tan malos que ni los historiadores hemos tenido tiempo casi para la reflexión y… el franquismo lo castró todo.
E.P.: En una de las cientos de cartas que Hernán Cortés enviaba a Carlos V le dice, tras la toma de Tenochtitlan, que espera que el oro y las riquezas que envía, “sirvan a su majestad para hacer más grande el imperio”. No sé si era consciente Cortés que todo ese oro iba a para a manos de banqueros, financistas y prestamistas belgas, holandeses y alemanes, ¿no fue capaz el imperio de generar un tejido económico y empresarial que sirviera para hacer una gran nación en la parte sur de Europa?
J.L.C.: Bueno, uno de los grandes problemas que se le achaca a Carlos V es que toda esa riqueza que viene de América, fundamentalmente la que llega en forma de metales preciosos, se invirtió para los grandes oropeles y fastos imperiales de su reinado y…, después la nefasta política de Felipe II. Aquí no se invirtió el dinero que llegaba en crear una estructura, sino empresarial al menos artesanal, al estilo que hicieron los holandeses o los británicos. No se explotaron las colonias para la favorecer a la población, sino para el beneficio de una clase dirigente que era egoísta, pacata y pagada de sí misma. Con ver los grandes palacios que hay por Castilla o León y comprobar el derroche. Es verdad que ahora España tiene ese patrimonio histórico que es muy importante pero…, sin haber sido capaz de tejer una industria o un modelo de base industrial que favoreciera el desarrollo.
E.P.: Así como no se creó un entramado artesanal o empresarial, tampoco se supo tejer una identidad común. En tu novela muestras cómo los castellanos no quieren Fernando El Católico sea rey de Castilla tras la muerte de su mujer y sienten animadversión por su persona.
J.L.C.: Es que en España nunca se ha tenido un concepto de estado. Desde siempre ha habido muchas envidias y reticencias y rencillas de todo tipo. No solo entre territorios, sino también entre pueblos cercanos. Los castellanos no querían integrarse, desde un punto de vista estatal, en Aragón y la corona de Aragón tampoco quería tener a los castellanos entre ellos. España siempre ha estado cogida con alfileres porque nadie ha sabido resolver, de una forma pacífica y democrática, el problema de la integración. Me refiero a la integración en la diferencia. Nadie ha sabido, excepto a la fuerza y eso no vale, darle sentido de territorio y de integración común pese a sus diferencias. Nadie ha sabido conjugar las cosas en común y las diferencias e… integrarlas en un modelo de estado que sea reconocido por todos. Quizás el intento más real de integración haya sido la Constitución de 1978 pero…, ha habido unas asimetrías tremendas que, muchos años después, no se han sabido solucionar o…, no hay capacidad para solucionarlas.
E.P.: Seguimos siendo una democracia joven y con una larga historia por construir.
J.L.C.: (ríe) Eso está muy bien y lo que uno desea es que aprendamos de lo que nos dejó la Historia para no cometer los mismos errores. Creo que pronto dejaremos de ser una democracia joven para ser una democracia madura así que…, nos toca mejorar y resolver muchos temas.
E.P.: Muchas gracias por atendernos y te deseamos el mayor de los éxitos con tu nueva novela.
J.L.C.: Gracias a vosotros.