El IVAM presentó ayer, 4 de diciembre, en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo (MAN), la exposición ‘Ignacio Pinazo’, que está comisariada por el catedrático de arte de la Universidad de Valencia, Javier Pérez Rojas, y que permanecerá en exhibición hasta el 9 de febrero de 2014.
La muestra reúne 61 obras (51 óleos y 10 dibujos) pertenecientes a la colección del IVAM y a la Casa Museo Pinazo, que ilustran la evolución de uno de los artistas decisivos del periodo de transición entre el siglo XIX y el XX. La muestra subraya el particular salto en solitario del artista hacia un conjunto de investigaciones plásticas que anticiparon muchos de los presupuestos de la pintura moderna española.
El IVAM posee la colección pública de obras más importante del artista Ignacio Pinazo considerado el maestro más representativo de la primera modernidad plástica valenciana. Los fondos del museo reúnen cien pinturas y casi cuatrocientos dibujos del artista y gran parte de este conjunto es donación de la familia Pinazo.
Dada la importancia de la obra de Ignacio Pinazo en la colección, y con el objetivo de contribuir al desarrollo y difusión de la obra del artista, así como de promover la investigación integrada sobre la obra de Pinazo, el IVAM junto a la Universidad de Valencia creó la Catedra Ignacio Pinazo, mediante la cual se difunden los proyectos de investigación sobre el artista y sus resultados a través de exposiciones, publicaciones, organización de conferencias y congresos
El IVAM mantiene una colaboración de intercambio artistico con el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo fruto del cual, se ha presentado en el MAN las exposiciones ‘El Equipo Crónica en la Colección del IVAM’, ‘El Pop Art en la Colección del IVAM’, y ‘Vanguardias Rusas en la Colección del IVAM’. Por otra parte, el IVAM exhibió una muestra del artista dominicano, Jorge Pineda, con gran éxito de crítica y público.
Ignacio Pinazo
En el último tercio del siglo XIX se dibuja uno de los capítulos más brillantes en la historia de la pintura valenciana. Durante este período surge o se afianza un grupo de primeras figuras que imprime un nuevo sesgo a la actividad artística e inicia el camino hacia la modernidad. En semejante contexto, la figura de Ignacio Pinazo se agiganta a medida que profundizamos en su obra y su personalidad.
Ignacio Pinazo Camarlench (1849-1916) es sin lugar a dudas uno de los mejores pintores europeos de su época. Ocurre, sin embargo, que debido a una serie de circunstancias la atención historiográfica y difusión, que hasta hace poco se le había prestado, no se correspondían con la magnitud y excelencia de su obra. Su pintura precisa en muchos casos de una cierta educación pero atrapa al espectador que sabe perseverar y a partir de ese momento, cobra extraordinario interés a cada nueva mirada. Por otro lado, Pinazo fue un hombre de talante introvertido y meditabundo, poco apropiado para la aventura y el viaje, de modo que su retiro en Godella le privó de la proyección internacional que Sorolla conquisto muy tempranamente.
La extensa y plural creación de Pinazo puede desorientar al historiador que se acerque a ella con una visión lineal de la pintura del siglo XIX, ignorando las contradicciones y lo heterogéneo del arte de esa centuria. En ocasiones se han venido casi a trazar dos perfiles artísticos de Pinazo: uno lo describe como autor de pintura realista, más académico y hasta cierto punto complaciente con las exigencias de una clientela anclada en unos gustos convencionales que podría sentirse identificada con sus pinturas de historia y retratos; el otro lo presenta como un artista moderno y vanguardista, autor de una pintura más abocetada, basada en la primacía de la mancha libre y antiacadémica, que es la que nos desvela al verdadero artista, y a través de la cual se aproxima al gusto contemporáneo.
Sin embargo, a pesar del atractivo que tiene hoy este tipo de pintura, hemos de ver esas realidades como caras de la misma moneda, y difícilmente se pueden disociar una de la otra; ambas proceden de un mismo tronco y se desarrollan en paralelo enriqueciéndose mutuamente de sus experiencias, aunque con posterioridad el artista, por su propia dinámica vital y de carácter, se sienta más identificado con la práctica de esa otra pintura abocetada en la que triunfan definitivamente sus inquietudes en torno al lenguaje pictórico. Siendo esta última la tendencia dominante en los fondos de la colección del IVAM, Pinazo casi siempre parte de un asunto, de una experiencia visual, de un hecho vivido o cotidiano, pero frente al resto de sus coetáneos valencianos, sobre todo a los de su generación, puede trascender la anécdota hasta situarse en los límites de una pintura pura que se recrea en su propia sustancia; puede incluso situarse aparentemente al borde de la abstracción pero nunca rompe el hilo que establece una relación con el mundo de lo concreto.
Su peculiaridad formal y narrativa se concatenan. Pinazo rompe con la jerarquía de las artes relativizando el valor de los formatos y de las técnicas. Su pintura es un continuum que transporta al espectador por un universo cuajado de sensaciones que son para el artista el camino del conocimiento. No se puede hablar de Pinazo como una personalidad escindida, sino como autor de realidades integradas. Un artista difícil de encuadrar, que cultivó todo tipo de géneros en la pintura, y que luchó por su independencia desde su retiro en la localidad de Godella, donde hoy se conserva su Casa Museo.
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