Después de un más que previsible viaje desde Valencia a París y un aburridísimo viaje de París hasta Antananarivo comienza realmente la aventura de 18 horas en taxi brousse desde la capital de Madagascar hasta Toliara, la última frontera o el Far West como dicen de forma pomposa las guías de viaje.
El trayecto durante el día es bastante divertido. La velocidad media es de 60 km/h porque la carretera está en muy mal estado y llena de carros, bicis y gente caminando durante las primeras 6 horas de camino pero me gusta este ritmo porque me permite ver lo verde que es esta zona. Grandes bosques de pináceas, montañas muy pobladas y enormes extensiones de campos de arroz durante muchísimos kilómetros.
Al llegar la noche la cosa cambia. Con la llegada de la oscuridad la gente ya no camina por la carretera y apenas nos cruzamos con otros taxi brousses.
Busco un hueco en el suelo para dormir y a los cuarenta minutos ya me siento capacitado para que me convaliden 1º de contorsionismo y me quedo roque hasta que un par de horas más tarde me despierto con la pierna izquierda dormida.
Finalmente llegamos a Toliara que es, efectivamente, una suerte de ciudad destartalada y caótica, una especie de Marrakech a lo bestia, polvorienta y llena de gente que va en todas direcciones.
Lo primero que sorprende son los pousse-pousse, carros tirados por conductores en chanclas que marchan al trote llevando a sus pasajeros.
No me hago una idea clara de la extensión de la ciudad, en algunos sitios he leído 100.000 habitantes y en otros más de dos millones pero hay una gran parte de la población que ni siquiera tiene partida de nacimiento y meterse en los barrios donde las calles apenas miden metro y medio de ancho no te ayuda a hacerte una idea clara del tamaño de la ciudad.
Aprendo mis primeras cuatro palabrillas en Malgache y destrozo la lengua francesa durante el resto del día mientras me explican un poco como funcionan las cosas aquí pero estoy tan cansado que no me entero de nada.
Al final del día por fín encuentro una cama provisional con un ventilador y una mosquitera, me echo antimosquitos como si me fuera la vida en ello, extiendo la mosquitera y me duermo haciendo caso omiso a los 42 grados de Toliara.
Ya estoy aquí.
VLC Ciudad / José Moriano. Puedes leer éste y otros artículos como éste en su blog.