Periodista.
‘Póntelo, pónselo’ decía la campaña que promovía el uso del condón hace más de veinticinco años. La finalidad no era otra que hacer que los jóvenes se preocupasen por su salud sexual y tomasen precauciones para evitar enfermedades como la sífilis, la gonorrea, la Hepatitis B o el SIDA.
Los jóvenes de los noventa comenzaron a tener en consideración el uso del preservativo, y las autoridades se dieron cuenta de la importancia de la educación sexual pero, ¿es suficiente a día de hoy?
En España, la mayoría de colegios reciben en sus aulas a enfermeras y enfermeros con la finalidad de ayudar a los adolescentes a conocer su propio cuerpo. Pero cuando el público al que te diriges son jóvenes de 14 y 15 años con las hormonas revolucionadas, el mensaje no tiene el mismo calado.
Una vez que esos jóvenes se convierten en personas con relaciones sexuales deben ser conscientes de la importancia que tiene tomar precauciones y de los peligros que supone el sexo sin protección.
En un país como Reino Unido, las pruebas sanitarias para descubrir si padeces alguna enfermedad de transmisión sexual son gratuitas. Sólo debes acudir a un centro sanitario y hacértelas pero ¿y si sale positivo la sociedad ayuda a la persona en cuestión a lidiar con ello? No, existe un estigma social.
El SIDA por ejemplo fue una enfermedad que causó muchas muertes en España en los años ochenta especialmente en el mundo homosexual y, aunque a día de hoy, no provoca la muerte a quien la padece, el recién diagnosticado como seropositivo (persona con anticuerpos contra VIH positivos en suero) tiene que superar las barreras sociales y saber que la desinformación va a provocar que sea rechazado. Por ello, vamos a tener en cuenta los siguientes puntos:
- Cuando una persona sufre VIH, no tiene SIDA. La enfermedad (SIDA) se puede desarrollar después de dos años sin tratamiento, diez años o no hacerlo nunca.
- Una persona con VIH detectado tiene un seguimiento médico exhaustivo. Las pastillas no acaban con el virus, ayudan a que el seropositivo tenga una vida normal porque reducen la carga viral en sangre. Cuando la carga viral está por debajo de 50 copias por mililitro de sangre, el virus es indetectable y es prácticamente imposible que se pueda contagiar. Por tanto, el virus se contagia por la sangre o por mantener relaciones sexuales sin protección cuando la persona no es consciente de su diagnóstico. Si el seropositivo lo tiene controlado puede tener relaciones sexuales, incluso puede tener descendencia pues los futuros bebés, gracias a los avances médicos, no tendrán el VIH.
- El estigma social puede hacer más daño que la propia enfermedad. Tomarte las pastillas que ayudan cada día a que tengas una vida normal a escondidas de tus seres queridos puede hacer más daño que el virus, pues no afecta a tus órganos vitales. El virus, gracias a los medicamentos, está en la sangre de forma prácticamente inactiva.
- Los grupos de apoyo son tan importantes para el seropositivo como para el resto de la sociedad. En ellos, las experiencias de las personas contagiadas salen a la luz pero no deben quedarse dentro de ese círculo. Deben darse a conocer al mundo para trabajarlo en conjunto. Tanto las personas que lo padecen como las que no debemos saber que permite llevar una vida totalmente normal y que no tiene que provocar rechazo. Sólo hay que tomar precauciones para evitar que se expanda.
Por ello, el seropositivo merece ser apoyado, aceptado y sobre todo amado porque esto no significa que en sus relaciones sexuales vaya a contagiar a nadie. Sólo significa que a día de hoy lucha una gran batalla silenciada por el resto, silenciada por el miedo a ser apartado. Entre todos podemos acabar con el VIH. Ya lo decía el anuncio; ‘póntelo, pónselo’. Añado ‘infórmate, apóyalo’.