La Navidad. Celebración de comidas opíparas de puchero con garbanzos, polvorones, mistela y cava, universo de calorías regocijadas en abdómenes de grasa y turrón. Días de compras, estrenas, visitas. Antiguamente el sereno, el cartero, los sobrinos. El aguinaldo solicitado al son de zambombas y matracas. En la Alameda, entre el Tiovivo mareante y las sacudidas del Látigo, comíamos manzanas cubiertas de caramelo pegajoso junto al Tren de la Bruja, la que con su escoba golpeaba los sustos del túnel. En las casas, un belén de quita y pon, con figuras de barro y el pesebre rodeado por montañas de corcho. El musgo coreaba el verde y el papel de plata trazaba el río. Más moderno el abeto sintético con guirnaldas, bolas y luces eléctricas parpadeantes. Día de Reyes y príncipes, papás del juguete, zapatos en el balcón, familia, higos y miel.
Celebración de comidas opíparas de puchero con garbanzos, polvorones, mistela y cava, universo de calorías regocijadas en abdómenes de grasa y turrón.
Navidad 2013. Un humilde kiosco de la barriada de Orriols, vende pan de pueblo y tracas para bodas. Pan y traca, extraña pareja de trigo y azufre. Se anuncia en una pizarra con marco de asfalto junto a una farola impregnada de orín canino. ¿Bodas? Hoy las celebran los que pueden, no está el horno para bollos, ni se está para elegir el pan ni para tirar tracas, dicen. Al lado del establecimiento una papelera de rojo llorón nos invita a depositar la vergüenza -o a recogerla- ante una sociedad de mentiras, cada vez más desigual.
Un humilde kiosco de la barriada de Orriols, vende pan de pueblo y tracas para bodas.
Vivimos montados en el Tiovivo del silencio, cómplices de imágenes apagadas, actores de la farsa recibiendo el aguinaldo del drama. Somos guirnaldas de falsa sonrisa, figuras de barro, pastores o reyes del Gran Belén de corcho y cartón con río de orín. Insólito pesebre sin burrito ni buey, ahora en el contenedor del desahucio. ¿Feliz Navidad? Pan y tracas.
Fotos: Rafael Solaz
El recuerdo de los sabores, olores, decoración, etc de la Navidad de antaño nos traslada a momentos y/o vivencias que hemos de esforzarnos en recuperar, pues hoy más que nunca son imprescindibles nobles y tiernos sentimientos que emanen de nuestro corazones.
Rafael Solaz, con su inefable sensibilidad, nos plantea un claro interrogante que nos obligue a reaccionar. No creyentes unos y creyentes los otros, hemos de ofrecer una valiente respuesta si queremos que, año trás año, la Navidad siga teniendo un verdader/auténtico sentido de Paz, Amor Y Fraternidad.
La Navidad nos invita siempre a recrearnos -o entristecernos- con la moviola de la vida que a golpe de manivela nos trae encuadres que rememoramos año tras año, pero el presente, y más que nunca en esta ocasión, nos condiciona y hace que la nostalgia estalle con fuerza. Pan de pueblo, tracas y bodas: algarada en silencio, ruido hueco, fiesta en sombras. Confiemos en la luz de la Navidad.