1968, casi 50 años han pasado. Imágenes que certifican recuerdos en blanco y negro con niños que jugaban a ser mayores apoyados en las paredes de la plaza de San Esteban. Los ojos del fotógrafo se abrían a su cámara mientras soñaba en poder ser el niño del asfalto con acera.
Vidas callejeras de pedal y bicicleta, de patín con jersey roído y pantalones con parches, como las ruedas mil veces pinchadas
Vidas callejeras de pedal y bicicleta, de patín con jersey roído y pantalones con parches, como las ruedas mil veces pinchadas. El primer pitillo, con la técnica de todo un “hombre”, refleja el calado profundo, la complicidad de un guiño junto a la ventana enrejada y la pared con símbolos de yeso. Lamentos de pulmón joven.
“Principio y fin” o mejor, esperanza y sabiduría como compañeros del viaje. Es invierno. El hombre sentado con boina, gafas y bufanda -quizá las únicas prendas que conserva de cien existencias pasadas- mira hacia el niño, hacia una vida, evocada. Quizá tenga seis años, de pie, apoyado, posa su indumentaria ajada, jersey manchado de pan, aceite y sal, de chocolate terroso o de lágrimas de noches sin cena.
Quizá tenga seis años, de pie, apoyado, posa su indumentaria ajada, jersey manchado de pan, aceite y sal, de chocolate terroso o de lágrimas de noches sin cena.
Niños del 60. Fotografías que certifican el aprendizaje en la calle, junto a paredes dibujadas como pizarras en la “Universidad” de la vida. ¿Qué habrá sido de esos niños? Aquellos que un día fueron captados por un excelente fotógrafo: Joaquín Collado Martínez (Valencia, 1930), que tiene en su cámara diversas distinciones, por su obra, por haber plasmado en sus fotografías latidos de la sociedad valenciana, por el esfuerzo callado, sin ruido de celebridad, como su vida.
¿Qué habrá sido de esos niños? Aquellos que un día fueron captados por un excelente fotógrafo: Joaquín Collado Martínez
La ciudad y sus gentes, Barrio Chino, la Romería de San Sebastián, Les dones de Collado, Días de pólvora, Paisajes en infrarrojos… son series de fotografías obtenidas en distintas épocas donde abundan las escenas cotidianas, las fiestas, los paisajes, la existencia.
Joaquín Collado ha expuesto recientemente sus “niños” en la mítica Librería Raylowsky. Allí estuvieron sus amigos de Agfoval, junto a su obra enmarcada. Imágenes de una sociedad ya pasada, pero inmortal. Esos adolescentes con ojos abiertos a la vida, como las niñas y niños de todas las vidas, que buscan aprendizajes en blanco y negro, de esperanza y futuro incierto, que juegan a ser mayores con muñecas de cartón-piedra y rifles marca “Jefe”. Aquellos niños de calado profundo, que encuentran respuestas, apoyados en paredes de amistad y juego. Plaza de San Esteban o cualquier otra. Recuerdos que hacen vidriar mis ojos.