El 21 de marzo de 1852 tuvo lugar la inauguración de la línea ferroviaria Valencia-Grao. Dos locomotoras “La Valenciana” y “La Setabense”, con varios vagones, componían el convoy dispuesto para realizar el corto recorrido que separaba las dos estaciones. A la inauguración asistieron las autoridades valencianas y fueron invitados de honor los duques de Montpensier. Numeroso público se agolpó junto a las vías, desde la calle Sagrario de San Francisco (área de la actual plaza de l’Ajuntament), donde se hallaba la primitiva estación, hasta la zona portuaria.
Dos locomotoras “La Valenciana” y “La Setabense”, con varios vagones, componían el convoy dispuesto para realizar el corto recorrido
La aparición del ferrocarril pronto tuvo influencia de modernidad. Este novedoso medio de transporte fue muy comentado y considerado como de “tirón” comercial, y a partir de entonces comenzaron a poner título “Ferrocarril” a diversas tiendas y productos.
Una de las primeras publicaciones que representó un grabado de la estación fue el “Manual de forasteros en Valencia” de 1862
Una de las primeras publicaciones que representó un grabado de la estación fue el “Manual de forasteros en Valencia” de 1862, una guía impresa “para encontrar las cosas más apreciables de la ciudad”, según decía. Describe así la estación: “la precede una hermosa plaza de medio círculo cerrada con un enverjado de hierro colado y de una techumbre admirable.”
Un taller de calzado de la calle del Mar se apresuraría a plasmar en sus tarjetas y facturas un artístico grabado de un ferrocarril en marcha
Diversos establecimientos se llamaron del “Ferrocarril”, sin que tuviera mucho que ver los trenes y sus vías con la especialidad de cada casa. Anteriormente ya se habían adoptado títulos que iban unidos a apariciones novedosas: “El Globo”, “El Nuevo Siglo”, “La diligencia”, “El Vapor”, “El Telégrafo”, “El Tranvía”… Un taller de calzado de la calle del Mar se apresuraría a plasmar en sus tarjetas y facturas un artístico grabado de un ferrocarril en marcha surcando prosperidad.
Otra “Tienda del Ferrocarril” se estableció en la calle de San Fernando, nº 25. Y allí permaneció hasta su traslado ya en el siglo XX. Era un comercio dedicado a la venta de tejidos, especialmente los hilos blancos y de algodón. Otros nombres como Chocolates “El Tren”, “Hilaturas El Ferrocarril” o la casa de comidas “La Estación” recrearon sus títulos en la memoria y cercanía del ferrocarril.
Trenes de tejidos y vías, de calzado sobre hierro y betún, de comidas económicas para antes y después del viaje, seres vestidos con blancas telas salpicadas de chocolate. Modernidad de un tiempo pasado que, como publicidad, reclamaba la atención del cliente entusiasmado con la visión de aquel carricoche llamado “ferro-carril” deslizándose por caminos de hierro, carbón y humo, anuncio de tiendas y vidas.
Fotos: A.P.R.S. (Archivo Privado de Rafael Solaz)