Profesor del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Jaume I de Castelló.
Supongo que a más de uno que pasara habitualmente por la sección de opinión de este periódico, por mis perfiles en las redes sociales, mi blog o por mi página Cosas de Palao le puede haber llamado la atención mi silencio y presunta pasividad de los últimos tiempos. Es una cosa que observo no sólo en mí, sino también en algunos miembros del Consejo Ciudadano Estatal de Podemos que tienen su clientela en las redes sociales aunque no pertenezcan a los comandos mediáticos habituales ni hayan conseguido, bien que efímeramente, acceder a ningún cargo público. Ahora, el 90% de ellos sólo –o al menos muy mayoritariamente- comparten cursos, talleres y seminarios o eventos artístico-culturales de tono más hipster o más folclórico, según el caso. No sé cuáles puedan ser sus motivaciones, aunque intuyo que parte de ellas pueden estar en relación directa con el golpe de timón a la izquierda que ha dado el líder y con el lapso parentético en el que se hallan en Podemos Errejón y el populismo doctrinario. No sé, la verdad.
Las mías son otras. Cada vez que surge una eventonoticia en los tabloides o telediarios, me doy cuenta que lo que tenía que decir ya lo he dicho a lo largo de los dos últimos años. Simplemente. Reiterarlo, volverlo a reformular, volver a intentar inocular mi vocecilla en la agenda, me parece aceptar una esclavitud respecto a la actualidad que, por su capacidad de infoxicación, se me antoja estrictamente reaccionaria. Parlotear sobre pactos y elecciones en un momento en el que lo único que “podemos” es constatar que la famosa ventana de oportunidad se ha convertido en un pasillo lóbrego y mal ventilado con olor a naftalina y orines, como el de una pensión de la posguerra, me parece intentar marear la perdiz para fingir la falsa inminencia de un acontecimiento, si no trascendental, al menos significativo. Me resulta curioso, en todo caso, que después de 25 años poniéndonos el PP a los valencianos de ejemplo de cómo hacer las cosas, ahora sea Pablo Iglesias quien lo haga. Pero vamos, esto es que ya lo dije también y el que no aparezcan los últimos pseudo-datos noticiables, no veo que le reste virtud alguno –si es que alguna tiene- al razonamiento.
En fin, lo que está en boca de todos estos últimos días, de una forma perfectamente congruente con esta era de simulacros narrativos y de asesinato de la realidad en que vivimos, es una “meta-noticia”. Una noticia, sobre la falsedad de una noticia, con el inverbalizable señor Inda como protagonista. Muchísimo menos interés me suscita defender a Pablo Iglesias que poner a Inda en el lugar de vergüenza del periodismo, que es el que le corresponde. ¿Quién le habrá vendido la perla a este enterao? También digo que, de parte del comando de tertulianos de Podemos, es de una bajeza inmensa volver a sentarse en un plató con este sujeto. Lo siento, pero estos miserables tertulianos tóxicos de extrema derecha no me parece que merezcan el más mínimo respeto y reírles la gracia nunca me pareció una buena idea. Pero resulta, que lo que pienso sobre el “periodismo de investigación (y denuncia)” de derechas en España ya lo dije también hace dos años, tres meses y un día. Les ruego, si tienen un ratito, que lean la entrada del blog que acabo de enlazar y me digan si el caso Inda/Granadinas le aporta lo más mínimo o es una simple anécdota banal más en un ambiente político-informativo tan corrompido como el que vivimos desde hace décadas.
En fin, que realmente no tengo mucho que decir últimamente. Lo siento (o de nada, depende de los gustos del lector). Ojalá pudiera quejarme de que no veo nada nuevo bajo el sol, pero al sol no llego. Donde no veo no nada es bajo el techo de este pasillo lóbrego y su bombilla raquítica con tulipa metálica. Sí, como la que pintó Picasso en el centro del Guernica. Atrás dejamos la salida –la famosa “ventana”- al final, sólo una repetición de ese orgiástico y triunfante acto del poder hegemónico capitalista que son unas elecciones. Tengan un feliz Día de la Marmota. Rajoy, más que un presidente en funciones (¿fue alguna vez otra cosa?) es, con su pereza adormilada, una magnífica metáfora de España (pero ¡ay!, es que es esto también lo había dicho ya…. )