Gil-Manuel Hernàndez i Martí
Sociólogo e historiador.
Profesor Titular del Departament de Sociologia i Antropologia Social,
Universitat de València
Durante las Fallas de 2015 hemos asistido a lo que podría considerarse como la consolidación de una cierta variedad de modelos estéticos de falla. Sin embargo, una falla necesita tener un contenido, un mensaje, para funcionar como tal. Es decir, necesita transmitir y comunicar un significado, incluso cuando parece haber desistido de hacerlo, pues este simple actitud ya constituye toda una declaración de intenciones. Por ello, en el artículo que sigue intentaremos esbozar una tipología de fallas basada tanto en su contenido como en el modo comunicativo con que este se presenta. Para ello hemos utilizado el criterio simbólico de los colores, a modo de metáforas visuales de los diversos enfoques discursivos mediante los que se puede manifestar una falla. Desde esta perspectiva de contenido hemos planteado diez colores o tipos de falla, aunque en ocasiones su plasmación estética también se convierte en una forma de contenido implícito.
Falla Blanca. Se trata de una falla que ha renunciando a cualquier clase de crítica o intención satírica. És más, puede utilizar un tono apologético o laudatorio puesto al servicio de la exaltación de elementos identitarios o personajes célebres. Como máximo aspira a utilizar un humor blanco, siempre amable con el poder y exento de toda arista incómoda, o a subrayar la estética por la estética, recreándose en formas amables que despierten la admiración popular hacia un preciosismo inocuo y almibarado.
Falla Rosa. Se asemeja en esencia a la falla blanca, por su renuncia a la crítica o la adopción de un humor inofensivo, pero presenta la particularidad de acentuar los contornos afables de aquella y ponerlos al servicio de la promoción del fallermayorismo, enfatizando el mundo idealizado de las falleras mayores y su ambiente de cuanto de hadas – especialmente en el caso de las fallas infantiles -, o de otros aspectos “entrañables” de la fiesta fallera, siempre tratados con una mirada complaciente, azucarada y costumbrista.
Falla Gris. La denominamos así porque, aunque incorpora cierta vertiente crítica, lo hace de una manera insulsa, caótica y desustanciada. La falla gris es una falla de humor soso y ramplón, desprovisto incluso del socorrido “ingenio y gracia”. Un humor fallido, plano, desafortunado en su pretensión de generar la sonrisa cómplice del espectador. Ante este tipo de falla el público se siente frío y distante, al no conectar con los mensajes transmitidos, que se presentan como carentes de interés y fruto de la ausencia de guión o de una improvisación exenta de chispa.
Falla Amarilla. Ejemplifica a la perfección la falla de orientación conservadora o reaccionaria. Se trata de una falla que critica y satiriza, pero que no dirige sus dardos contra el poder, sino contra los grupos, personas o aspectos que lo desafían o resultan sojuzgados por aquél. La falla amarilla, débil con los fuertes y fuerte con los débiles, ataca fundamentalmente las novedades de la modernidad cultural, así como los avances sociales y las ideologías y políticas progresistas. Destaca asimismo por sus andanadas de tinte xenófobo, homófobo y misógino, al tiempo que evoca con nostalgia los “buenos” tiempos pasados y el “orden” de las “tradiciones de siempre”.
Falla Azul. Simboliza a la falla catalanófoba o blavera, surgida durante los convulsos tiempos de la “Batalla de Valencia”, cuando las Fallas fueron instrumentalizadas por el tardofranquismo para cortocircuitar la recuperación de la democracia y el movimiento valencianista. La falla azul puede ser muy crítica y satirizar sin piedad a esos “valencianos renegados” o “catalanistas” que traicionan la “auténtica personalidad valenciana” para vender Valencia al pérfido imperialismo catalán. Aunque se trata de una falla que también puede cargar contra el centralismo madrileño, su obsesión es la “catalanización” de “lo valenciano” y su prioridad “ofrendar nuevas glorias a España”.
Falla Naranja. Corresponde a la falla que desde presupuestos valencianistas democráticos critica las discriminaciones, expolios e injusticias que el poder central español comete con la ciudadanía valenciana. La falla naranja funciona con planteamientos nacionalistas, soberanistas o autonomistas, denunciando los obstáculos que los poderes establecidos ponen al autogobierno y reivindicando la recuperación de las libertades colectivas del pueblo valenciano. No es un tipo de falla muy común, aunque tuvo mucho predicamento durante la Segunda República y la Transición y suele prodigarse en algunas de las llamadas “fallas alternativas”.
Falla Verde. Se refiere a la históricamente conocida como falla erótica, picante o bròfega, que gozó de un amplio arraigo durante el siglo XIX, y que contó con las legendarias aportaciones de los llibrets escritos por Josep Bernat i Baldoví o Blai Bellver. La falla verde busca deliberada y pícaramente la complicidad de un visitante atraído por las referencias al mundo del sexo en todas sus variantes, vehiculadas por un elocuente simbolismo hortofrutícola, si bien la censura oficial ha tendido a reprimir esta modalidad de falla por considerarla inmoral o licenciosa. Aún así sobrevive, mediante el despliegue de un humor corrosivo que oscila entre la sal gruesa y la sugerencia atrevida.
Falla Roja. Es una de las dos modalidades de la falla crítica y satírica por antonomasia, centrada en atacar cualquier manifestación de lo que se considera un poder opresivo y explotador, ya sea identificado con el Estado, con el mercado o con las clases sociales dominantes. En el caso de la falla roja se trata de ejercer la violencia simbólica contra los abusos sociales, políticos, económicos y medioambientales del sistema, abogando por una reforma progresista del mismo que permita una mejora de la vida de las clases trabajadoras. Es la clásica falla donde se considera como máximo enemigo al codicioso capitalista que se enriquece a costa de la miseria del pueblo, motivo por el cual resulta vilipendiado y escarnecido por la ira popular.
Falla Negra. Es la segunda modalidad de falla crítica y satírica contra el poder, solo que en nombre de una visión más ácrata o libertaria, pues el sistema no es denostado para ser reformado sino para ser totalmente impugnado en todas sus vertientes. En consecuencia, la falla negra cuestiona íntegramente el orden social, económico y cultural vigente y se expresa con críticas demoledoras, buscando la provocación y el escándalo. Aunque se trata de un tipo de falla minoritaria, ha proliferado en las fallas no convencionales levantadas por movimientos sociales anticapitalistas o impulsadas ocasionalmente por artistas muy contestatarios.
Falla Multicolor. Se diferencia de la falla gris por el hecho de que esta sí que plantea críticas o sátiras explícitas y con sustancia, aunque se asemeja a aquella por la inconsistencia, la dispersión y la incoherencia que presenta. En la falla multicolor sus diferentes escenas encarnan diversos tipos de falla, sin concretarse en ninguno en concreto, de manera que pueden convivir sin complejos el humor amarillo, azul, naranja, rojo o verde, incluso compartiendo alusiones con motivos blancos o rosas.
De entre los tipos enunciados predominan claramente aquellos ubicados en el polo de los contenidos más conservadores y por ello menos incómodos para el poder, como es el caso de las fallas blanca, rosa, gris, amarilla, azul y multicolor. Por contra, los tipos de contenidos más transgresores o subversivos, como los que representan las fallas naranja, verde, roja y negra, se muestran en minoría y siempre sujetos a la presión de la censura y la autocensura. De que los catafalcos falleros potencien más el polo transgresor frente al conservador depende que las Fallas como fiesta continúen ancladas en el conformismo y la inofensiva corrección política, o por contra recuperen su primigenio nervio carnavalesco para incordiar a los poderosos desde las trincheras de la revuelta permanente.