El 50% de las personas adultas toma benzodiazepinas para combatir la ansiedad y los problemas de sueño. Ahora, un nuevo trabajo conecta este tratamiento a largo plazo conla enfermedad de Alzheimer. Para paliar dicha relación, los investigadores apuntan que la terapia debe “cumplir con las directrices de buenas prácticas y ser lo más corta posible”.
La revista British Medical Journal publica esta semana un estudio sobre los efectos a largo plazo de las benzodiacepinas en tratamientos contra la ansiedad y los trastornos del sueño. El equipo de investigadores, con sede en Francia y Canadá, relaciona estas terapias con el alzhéimer, que afecta actualmente a unos 36 millones de personas en todo el mundo.
“El tratamiento injustificado a largo plazo debe ser considerado un problema de salud pública”, advierte Sophie Billioti de Gage, una de las expertas de la Universidad de Burdeos (Francia). Los autores sostienen que, aunque se detecta un mayor riesgo de demencia en los usuarios de benzodiazepinas, la naturaleza de esta asociación, ya sea causal o no, aún no queda clara.
“El tratamiento injustificado a largo plazo debe ser considerado un problema de salud pública”
Los científicos analizaron la relación entre el riesgo de enfermedad y la exposición a los fármacos durante seis años, así como una posible correlación entre la dosis y la respuesta.
Utilizando las bases de datos del programa de seguros de salud en Quebec (RAMQ, por sus siglas en inglés), los investigadores siguieron el desarrollo del alzhéimer en una muestra de personas de edad avanzada que vivían en la ciudad canadiense y habían sido prescritos con benzodiazepinas.
Durante el seguimiento se identificaron 1.796 casos de la enfermedad. Luego, los expertos compararon cada caso con 7.184 personas sanas agrupados por edad y sexo. Los resultados muestran que el uso de benzodiazepinas durante tres meses o más se asocia con un mayor riesgo (hasta un 51%) de la enfermedad de Alzheimer. “Por el contrario, no encontramos ninguna asociación en los usuarios de estos medicamentos durante menos de tres meses”, apunta a Sinc Billioti.
Tal y como explican los autores en el trabajo, “la fuerza de la asociación se incrementó con una mayor exposición y con el uso de benzodiacepinas de acción prolongada en lugar de las de acción corta”.
Los investigadores hacen hincapié en que, a pesar de que la relación aún no es definitiva, la fuerte asociación observada con la exposición a largo plazo “refuerza la sospecha de una posible conexión directa”.
La clave: tratamientos cortos
Casi el 50% de los adultos mayores utilizan benzodiacepinas. Estos medicamentos son “herramientas indiscutiblemente valiosas para el manejo de los trastornos de ansiedad y el insomnio transitorio”, afirman los científicos, pero advierten que los tratamientos “deben ser de corta duración y no superior a tres meses”.
En vista de los resultados, el estudio expone que ahora “es crucial animar a los médicos a sopesar cuidadosamente los beneficios y riesgos al iniciar o renovar un tratamiento con benzodiazepinas y productos relacionados en pacientes mayores”.
Los autores concluyen que sus hallazgos son de “gran importancia para la salud pública, especialmente teniendo en cuenta la prevalencia y cronicidad del consumo de benzodiazepinas en la población de edad avanzada y la alta y creciente incidencia de demencia en los países desarrollados”.
Referencia bibliográfica:
Sophie Billioti de Gage, Yola Moride, Thierry Ducruet, Tobias Kurth, Hélène Verdoux, Marie Tournier, Antoine Pariente, Bernard Bégaud. Benzodiazepine use and risk of Alzheimer’s disease: case-control study. BMJ-British Medical Journal 2014;349:g5205 doi: 10.1136/bmj.g5205
Fuente SINC