Hoy se volvió a pedir la hora en Mestalla. La hipotética redención del equipo de Pellegrino ante su parroquia quedó en un intento vano que, a juicio del respetable, ralló por momentos en la falta de respeto a los aficionados.
La grada de Mestalla recibió a su equipo con vítores y en muchos momentos del partido, los aplausos se convirtieron en no pocos abucheos. Los valencianistas protestaban -y esta vez con razón- ante una alarmante apatía de los jugadores blanquinegros que ni siquiera pudieron contar con la excusa del sofocante calor dado que, por el contrario, la brisa del cercano Mediterráneo daba el bálsamo perfecto para empujar las piernas de los Jonas, Soldado, Feghouli y compañía.
La imagen que ha ofrecido esta tarde el Valencia CF ha sido, por momentos, paupérrima, con Soldado y Feghouli corriendo como gamos para poder ver el balón cerca de sus pies, y el resto del equipo andando -si no totalmente parados- como si hubieran inventado una nueva forma de jugar al fútbol: el futbolín. Y así, un equipo ramplón, simple y sin ideas, como el Celta de Vigo, tuvo contra las cuerdas a los valencianistas, durante gran parte de los 90 minutos.
El encuentro comenzaba con muy buenas noticias, cuando una jugada bien hilada por Jonathan Viera -que luego sería despedido con aplausos por el crítico graderío de Mestalla- desde el lateral izquierdo acababa en gol tras apoyarse en Jonas y dar el pase definitivo a un Feghouli que, totalmente sólo, fusilaba al guardameta céltico Varas. Parecía que la tarde iba a traerles a los chés un partido apacible y gratificante.
Nada más lejos de la verdad. Los de Pellegrino bajaban justo tras el 1-0 su nivel de auto exigencia y desaparecían del centro del campo hacia adelante, con Soldado a verlas venir en una auténtica isla de ataque, y al propio Feghouli bajando a defender y a intentar recoger la pelota para subirla. Y mientras tanto, un más que fallón Parejo atraía las iras del respetable. El que se suponía debía actuar de distribuidor y conductor, se convertía en el primer agujero defensivo.
Fruto de dicho agujero, los célticos comenzaban a llegar a las inmediaciones de la meta defendida por un meritorio Alves que en varias ocasiones salvó los intereses valencianistas -una vez más, el brasileño seguía ganándose a pulso la titularidad-. Y el resultado no se hizo esperar: al cuarto de hora, Cabral remataría un centro de Roberto Lago al segundo palo, tras un fallo de Alves, que devolvía las tablas al marcador. De ahí al final del primer tiempo, sólo alguna ocasión solitaria de Soldado hizo levantar a la parroquia de sus asientos. El tedio se apoderaba de Mestalla, que sólo se despertaba para asustarse ante alguna que otra internada céltica.
Cissokho, que había estado bastante activo y con acierto todo el primer tiempo, devolvió a los aficionados valencianistas la esperanza al culminar de un cabezazo espectacular una buena jugada de Tino Costa, para volver a poner al Valencia por delante en el marcador. Parecía que los blanquinegros volvían a coger el mando del partido, pero seguía la apatía y la falta de velocidad que ponía de nuevo nerviosa a la parroquia. Faltaban 20 minutos para el final del partido y el fantasma de los últimos minutos volvía a la mente de los aficionados. Y a punto estuvo de pasar factura, cuando en el minuto 87 una falta al borde del área le dio al Celta de Vigo la última gran ocasión que, afortunadamente, De Lucas estrelló en la barrera.
El Valencia venció, pero no convenció. Y es que al fútbol, guste o no, se juega corriendo, y no paseando. La hinchada valencianista sigue con preocupación este comienzo de temporada de su equipo, ahora dirigido por ‘el Flaco’ Pellegrino.