Encontré a Patricia Ramírez en una cafetería céntrica de Valencia. Estaba sentada en un cómodo rinconcito. El pelo suave le caía en una cuidada melena alrededor de su cara. Unas bailarinas en los pies y unas mallas grises de punto sobre las que llevaba un vestido bastante corto. Coquetamente se lo estiró varias veces hacia las rodillas durante la entrevista. Una princesa en esa edad indefinible en la que el espejo aún es fácil de engañar. Pero una princesa segura de sí misma que no está esperando a príncipe alguno.
Patricia tiene títulos universitarios y experiencia como psicóloga suficientes para hablar con autoridad y sentido sobre la relaciones de pareja. Es a raíz de su libro ‘¿Por qué ELLOS sueñan con ser futbolistas y ELLAS princesas?’ (Espasa, 2014) por lo que surge esta entrevista:
El Péndulo: Viendo el título parece que ser futbolista no es una mala vocación. Tú has trabajado con plantillas profesionales.
Patricia Ramírez: Ser futbolista puede ser una buena vocación durante unos años nada más. Y para muy pocos. Son miles y miles los niños que juegan en las canteras y a primera división llegan muy poquitos. Y tal y como está hoy la situación, lo que cobran no es lo que cobraban hace seis o siete años. Hoy, la mayoría, no consigue sueldos que superen lo que cobra un director de banca o un gerente de empresa. Además es una profesión muy corta, a los 32 ya tienes que estar pensando qué haces con el resto de tu vida. Hoy no es un chollo ser futbolista.
E. P.: ¿Qué pretendes, pues, decirnos con el título, ¿en qué tono está escrito el libro?
P.R.: El título está escrito en un tono simbólico. Ya sé que no todos los niños piensan así. Mi hijo, por ejemplo, practica esgrima y odia el futbol. Yo me disfrazaba de azafata, no me disfrazaba de princesa y, sin embargo, mi hija sí. Lo que quiero decir es que los hombres y las mujeres somos diferentes y esa diferencia no es negativa si no provoca desigualdades. Lo negativo surge cuando creces y sigues pensando que ha de venir un príncipe azul que traiga consigo para ti todo lo que quieres de la vida. Porque no existe el hombre perfecto, como tampoco existe la mujer perfecta.
E.P.: Entonces, lo negativo no es desear ser princesa, sino tener necesidad de serlo.
P.R.: La necesidad implica dependencia. El deseo no. La pareja surge para complementarse no para necesitarse. La persona que necesita a otra no termina de realizarse completamente como persona nunca, y la persona que se siente necesitada, encuentra esa situación agobiante. No quiere ser el responsable de la felicidad de la otra.
E.P: Pero, a veces, hay que ser valiente para fomentar que el otro sea ‘no dependiente’ de ti…
P.R.: Ser valiente no. Estar seguro de uno mismo. Sin la confianza en el otro falta el pilar fundamental en la relación de pareja. Si no fomentar, sí hay que respetar la independencia del otro. Si tienes miedo, entonces hay que replantearse esa relación.
E.P.: Y, ¿qué pasa cuando una relación se termina?
P.R.: Pues se pasa un tiempo de duelo y todo se recompone. Después, comprendes que esa relación anterior no te impide ser feliz, incluso puede que te ayude.
E.P.: Atacas en el libro algunas creencias populares, algunos refranes…
P.R.: Sí. “Quien bien te quiere te hará llorar…”, ¡y un jamón!. Quien bien te quiere te hará feliz, ¡eso sí!
E.P.: Pero a los niños, sus padres los hacen llorar a veces…
P.R.: En las parejas ya no somos niños. La relación de pareja no es para educar sino para el amor. Se trata de tratarnos como iguales. Hacer feliz a otro y respetarlo.
E.P.: ¿Es así como se ve el amor en la gente más joven?
P.R.: Hay una mentalidad bastante retrógrada en la gente más joven, donde los celos, por ejemplo, se ven como un valor en el amor. Y esto es algo preocupante porque los adolescentes de hoy son los hijos de nuestra generación, y nosotros fuimos educados en unos valores más cívicos, más liberales, más modernos.
E.P.: ¿Criticas la educación desde el punto de vista moral o religioso?
P.R.: Que cada uno haga con su moral o religión lo que quiera, pero en la pareja tiene que haber respeto. Que el otro te quiera dirigir o pretenda decirte con quién tienes que salir o no y a la hora que tienes que volver, es posesión. Eso lleva a la ruina de la pareja. Hay que enseñar a los jóvenes a poner veto, a decir ¡NO! a determinados comportamientos.
E.P.: Y esos vetos ¿hay que determinarlos antes o después del inicio de la relación?
P.R.: Durante. Hay que ser preciso y sincero y respetar al otro. Y si te muestra claramente cuál ha de ser su comportamiento, no puedes esperar a cambiarlo con los años. Por ejemplo, está la dicotomía del trasnochador-madrugador: si alguien al que le gusta salir por la noche, ir de copas, pretende convivir con otro que pretende madrugar para hacer deporte, la cosa resulta incompatible y terminará mal después de no poco sufrimiento. O te dicen: no quiero tener hijos, y tú sí, no puedes esperar cuatro o cinco años a que cambie de opinión, pues si sigue persistiendo en su idea, ¿qué haces entonces? Hay que dejar claro pronto lo que puedes o no puedes hacer con el otro, y decidir.
E.P.: Y, ¿qué importancia tiene el sexo?
P.R.: Mucha. Si no hay sexo, no hay pareja. Son simplemente unos conocidos que comparten algo. El sexo y la comunicación. Decir lo que deseas, lo que esperas, comunicar tu satisfacción o tus anhelos.
E.P.: ¿Tiene importancia que sea la primera relación para que la pareja tenga éxito?
P.R.: No. No tiene que afectar en nada. La pareja es una relación de adultos y no importa la vida de cada uno antes de llegar a ella. Siempre digo, que lo importante no es que sea tu primera mujer o tu primer hombre, sino que aspira a ser el último, a ser quien te va a acompañar el resto de tu vida.
E.P.: Y después de iniciada la relación, ¿se perdonan los errores?
P.R.: Si te refieres a la infidelidad, eso depende. Cada pareja tiene su propio nivel de tolerancia. Habrá quien lo haga y habrá quien no. Cada uno debe gestionar su nivel de tolerancia como quiera.
E.P.: ¿Se puede ser feliz solo?
P.R.: Una persona que no desea y no tiene pareja puede ser tan feliz como el que la desea y la tiene. Y no tener pareja no quiere decir no tener sexo. No se trata de adoptar la cerogamia, sino de rechazar el compromiso de la convivencia común.
E.P.: El libro está destinado a analizar y ayudar en las relaciones, ¿qué destacas de él?
P.R.: Trato de atajar algunas situaciones erróneas, pero fundamentalmente el libro está escrito en tono positivo: hay varios decálogos de lo que la mujer y el hombre desean el uno del otro, incluso en el capítulo sexual. Además, propongo algunos juegos para fomentar la comunicación y conseguir que los dos descubran lo que el otro espera para alcanzar la mejor comprensión posible. Es un libro que puede leer y entender todo el mundo.
Efectivamente, parece muy interesante.
El Péndulo de VLCNoticias/José Carlos Morenilla