Por el Teatro Olympia pasó un huracán escénico, una fuerza descomunal que desde el primer minuto generó una poderosa energía que traspasaba el proscenio, impactaba en un teatro abarrotado e hipnotizado por aquella fuerza, y volvía con más fuerza a su punto de origen. Esa potencia, sobrehumana, tiene un nombre: Asier Etxeandia y su espectáculo ‘El intérprete’.
La obra (o el huracán), que comenzó allá por mayo, inició su andadura de forma pequeña, autofinanciándose entre sus componentes, buscando el boca a boca y la complicidad de quienes acudían a verla y sentirse cómplices de la propuesta inventada/creada/desarrollada por Etxeandia. El actor (este artistazo de las tablas) dio algo más: creo adeptos, seguidores, militantes de su obra que divulgaron, como apóstoles, la descomunal fuerza que los atrapaba desde el escenario y les hacía volver con más gente.
¿Qué es ‘El intérprete? La respuesta fácil es decir un espectáculo musical en el donde el actor y cantante (incluso bailarín) Etxeandia nos habla, como una confesión evocativa, de su infancia, de su deseo de ser actor, de jugar a ser intérprete, de las canciones que escuchaba en su casa, de sus padres… Pero no. No es un viaje en el sentido nostálgico, no. Es más complejo, más profundo, más intenso. Es un huracán al pasado y al presente.
Tres lecturas se sacan, a priori, de ‘El intérprete’. Por una lado, el conjunto de la pieza y sus componentes. Es decir, el texto, que sitúa a los espectadores a la misma altura que el protagonista (son sus compañeros ‘invisibles’ de cuarto); los músicos (coprotagonistas de primer nivel), que juegan con Etxeandia en todo momento y…, el dueño de la escena, el huracán/intérprete, el actorazo que es Asier Etxeandia. Él solito agrupa estos ingredientes ya de por sí valiosísimos para que la obra funcione pero… Hay más.
Segunda lectura, la construcción: Asier, decidido a hacer algo ajeno a las pocas ofertas que llegaban, y la tristeza de un panorama televiso, cinematográfico y débil en algunas propuestas teatrales, se lanza al vacío y busca la complicidad de sus amigos. Así, desde la compañía Factoría Madre Constriktor (formada por el propio Asier, Ana Sánchez de la Morena y Tao Gutiérrez), nace el proyecto autogestionado ‘El intérprete’, prensado y creado por Etxeandia. El detalle es importante. La gestión personal se ve en la escena y con tan solo con 4 elementos asistimos a la magia de un maravilloso espectáculo.
Si ‘El intérprete’ apela a creer en los sueños en su forma y fondo, el nacimiento de la obra es parte de ese sueño. Y lo compartimos.
Tercera lectura: el mensaje. Sí, la obra tiene un texto, una historia (la del niño que sueña con ser actor y cantante), una dramaturgia y un mensaje. El niño solo que canta e interpreta para sus amigos invisibles se sabe raro, diferente, distinto… Y hoy, mayor, se reencuentra con sus amigos invisibles (el público) para que participen de lo que ocurre en su mundo raro y diferente. Nos invita a que seamos raros y diferentes y distintos y lo proclamemos con música, con baile, con un exorcismo huracano que llega desde las tablas y nos descubre que sale la diversión y el goce en el torbellino de la obra y, además, que somos adultos jugando como niños y niños creyéndonos adultos.
¿El mensaje? Defiende ser diferente, raro y distinto. Cuando Asier, en una de sus canciones, dice “cuando me pinto los ojos veo más lejos” nos invita a algo más que bailar y cantar. El huracán de su ‘intérprete’ nos seduce a ir mucho más lejos, a mirar mucho más lejos, a vivir mucho más lejos de nuestra cotidianidad.
Canciones interpretadas por Talking Heads, The Rolling Stones, Gardel, Tom Jones o David Bowie salen de la caudalosa voz de Asier con fuerza y garra y la comunión funciona. A los diez minutos del espectáculo el público canta, baila, grita y se emociona. ¿Hay algo más que se pueda decir? Sí, corran a ver ‘El intérprete’ cuando vuelva a Valencia. El huracán Asier Etxeandia les espera.
El Péndulo de VLCNoticias|Jimmy Entraigües