El Péndulo | Redacción.- En marzo, Javier Ruibal visita Sala Russafa para celebrar sus 35 años en el mundo de la música. Precisamente fue en los escenarios donde empezó su carrera, recorriendo su Cádiz natal y dando el salto rápidamente al resto del país. No fue hasta dos años más tarde, en 1983, cuando pasó por el estudio para grabar canciones que ya se habían convertido en un éxito en aquella España que se quitaba las telarañas y dejaba espacio a toda una escena musical libre, que se atrevía a jugar con los ritmos y la poesía.
Referente indispensable para Ruibal era y sigue siendo la Generación del 27, con poetas como Alberti y Lorca, tanto tiempo acallados. A sus ecos se acogió, combinando el deje flamenco con sonidos de África o Asia y el jazz, para crear canciones que hablaban de amores cotidianos y de la belleza de lo cercano, de la compañía, la pasión y el cariño.
Una sensibilidad que, tres décadas más tarde, sigue siendo marca de la casa y que ha trasladado en sus trabajos como letrista para un sinfín de artistas como Javier Krahe o Mónica Molina y para grupos como La Cabra Mecánica o Celtas Cortos, entre otros.
Una característica voz dulce, pero rasgada, acompaña a este cantautor que la temporada pasada agotó las entradas de los dos conciertos consecutivos que ofreció en Sala Russafa para presentar su último trabajo, ‘Quédate conmigo’.
El 4 de marzo (23:00 horas) regresa a Valencia antes de salir de gira para Estados Unidos. Y, aprovechando la cercanía del teatro de Ruzafa y su especial acústica, ofrecerá una actuación en la que volverá a su esencia para, vestidas únicamente por su guitarra, recordar las canciones que han marcado sus 35 años en la escena musical. Una trayectoria con once discos editados, colaboraciones con artistas de la talla de Pablo Milanés, Joaquín Sabina o Carlos Cano y reconocimientos como la Medalla de Andalucía por su labor artística
Una ocasión para hacer un recorrido por el universo de este “buscador de aromas, un perseguidor de la fábula y el ensueño, un explorador de la belleza, un acólito de la mística de lo profano. Un sanador a través del éxtasis”, como le define el poeta Caballero Bonald.