El ensayista y crítico literario Gaspar Hernández pasó por Valencia para presentar su segundo trabajo como novelista, ‘La terapeuta’ (Planeta, 2014). Ganador del premio Josep Pla por su primera novela, ‘El silenci’ (1996), Hernández decidió adentrarse en el complejo territorio de de los trastornos de la ansiedad para su nuevo texto novelístico con el que ya se ha ganado el título de maestro de la ficción psicológica.
En un céntrico hotel de la ciudad, El Péndulo de VLCNoticias se reunió con Gaspar Hernández para conocer las claves de su novela y descubrir hasta qué punto la ficción psicológica se abre como género entre los lectores.
El Péndulo: Creo que sin la aportación de Freud o Jung sería difícil hablar de novela psicológica o género psicológico, especialmente con todo lo que se avanzó en ese territorio, ¿verdad? ‘Rebeca’, de Hitchcock, es un ejemplo perfecto en cine sobre este género.
Gaspar Hernández: Sí, sí. Estoy totalmente de acuerdo. No estaríamos teniendo esta conversación sin las grandes aportaciones que Freud y Jung, y otros también, dieron al tema. La referencia de Hitchcock es indudable. Creo que es un tipo de novela, con la fórmula que tiene ‘La terapeuta’, que no la podría haber terminado hace un siglo atrás o dos. Aunque, en el fondo, todas las historias se parecen. Hay también otros aspectos, mucho más actuales, como las terapias gestalt que también aportan mucho. Creo que la novela es el género por excelencia que nos permite tratar las cuestiones psicológicas y, en ese sentido, la novela está más viva que nunca porque el cine, por citar otra fórmula, no me permite entrar en la mente de un personaje. A mí la acción me interesa poco y me interesa la psique de las personas.
E.P.: En la época de Chejov hubiera sido complicado decir que sus cuentos eran psicológicos, pese a tener una profundísima indagación psicológica, pero al titular una novela ‘La terapeuta’ sabemos que nos adentramos en un territorio donde gobierna la psique.
G.H.: Sí, sí, eso es seguro. Es exacto. De todas formas eso no quiere decir que los personajes de Chevoj o Shakespeare no tengan motivaciones psicológicas. Lo que ocurre es que aquí, en mi novela, yo pongo la lupa sobre el tema. Y me interesa mucho esa minuciosidad psicológica de los personajes. Creo que todas las grandes novelas tienen motivaciones psicológicas pero me interesaba aquí poner énfasis en esos claroscuros de la mente. Me interesan esas zonas de ambigüedad, las sombras… Creo que la novela permite explorar muy bien esos territorios.
E.P.: Tu personaje es un actor que sufre un trastorno de ansiedad y este personaje, a su vez, representa a un psicólogo en la obra que está trabajando, ¿intentabas hacer un juego de representaciones entre la realidad y la ficción?
G.H.: La verdad es que no fue conscientemente. Me interesaba el personaje del actor como hombre normal y corriente que experimenta una gran debilidad. Me interesan mucho los hombres vulnerables, como lector… Me considero un buen lector de ficción y estoy acostumbrado a machos como muy de una pieza, ¿no?… Incluso en los grandes escritores veo esto. Veo hombres que les gustan las mujeres pero que se consideran muy vulnerables y, aunque en el fondo son fuertes, reconocen su propia vulnerabilidad pero no lo saben y pueden romperse en un segundo. La vulnerabilidad, tradicionalmente, se ha asociado a las mujeres. Pensé también en la idea que hoy en día, todos somos un poco actores y estamos pendientes de la imagen que proyectamos. Todos somos actores pero sin motivo porque estamos más pendientes de la imagen que damos a los demás. El ego siempre estuvo asociado a los actores pero hoy los egos se han disparado con las redes sociales y vivimos pendientes de lo que opinan los demás de nosotros y de la opinión que tenemos de los demás.
E.P.: Has focalizado la parcela del teatro y de la psicología.
G.H.: Sí, me interesaba mucho. El tema del ego me interesaba. El protagonista intenta desdibujar el ego, por ejemplo. No olvidemos que un actor es un empleado del público y vive expuesto a esa situación.
E.P.: Un artista, un actor es frágil. Un actor trabaja con su cuerpo y es sensible a muchas situaciones y es frágil emocionalmente. El personaje del actor facilita que puedas experimentar con sus egos y sus fragilidades.
G.H.: Sí, sí. Con un ejecutivo hubiera sido difícil y no me interesa.
E.P.: La fragilidad también está muy presente en la figura de los antihéores, son como más próximos al lector, sufren y lloran pero también son fuertes.
G.H.: Yo creo que a la edad de los cuarenta o cincuenta todos somos un poquito ‘antihéroes’ y está bien que sintamos un poquito de compasión por nosotros mismos. Desde hace décadas el hombre se encuentra como más descolado respecto a la mujer y eso lo hace como más vulnerable.
E.P.: Si bien tenemos un protagonista, su terapeuta y amiga acaba teniendo una importancia vital en el desarrollo de la historia, acaba ocupando un papel mayor al del actor.
G.H.: Sí, eso también me interesaba explotarlo y darle desarrollo. Ella también tiene su luz y su sombra y quería que su figura fuera ganado terreno como contrapunto al personaje del actor. Era necesario hacer ese trasvase y ver cómo ella también es dura y frágil.
E.P.: Te han adjudicado el título de ‘nuevo maestro de la novela psicológica’, ¿no te resulta molesta la etiqueta?
G.H.: Bueno, creo que parece ampulosa pero…, digamos que la asumo sin problemas. No me molesta, porque es el territorio de la novela en la que me expreso y… No, lo asumo bien. Tampoco voy diciendo que soy un maestro de la novela psicológica y nadie me lo va preguntando. Es una forma en que la editorial presenta un trabajo al público y…, no lo veo tan terrible.
E.P.: Muchas gracias por recibirnos.
G.H.: Gracias a vosotros y espero que la novela guste a los lectores valencianos.
El Péndulo de VLCNoticias/Jimmy Entraigües