6 de abril de 2025
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Ruinas en la Luna: Entre la fascinación científica y el mito eterno de una civilización olvidada

Durante décadas, la idea de que la Luna podría albergar estructuras artificiales ha alimentado la imaginación de científicos, escritores y, más recientemente, teóricos de la conspiración. Pero ¿de dónde nace esta hipótesis? ¿Existe alguna base real que justifique pensar que hubo o hay edificaciones en la superficie lunar? Este reportaje investiga en profundidad las observaciones históricas, las pruebas visuales más discutidas y el análisis científico que ha intentado dar respuestas racionales a lo que algunos creen que podría ser uno de los grandes secretos del siglo XX.


I. Los orígenes del mito: antes del Apolo 11

Antes de que el hombre pisara la Luna en 1969, ya había quienes sospechaban que nuestro satélite podía guardar secretos. En los años 50, varios astrónomos y observadores del cielo reportaron anomalías que consideraban incompatibles con fenómenos naturales.

Uno de ellos fue Harvey Harlow Nininger, considerado el padre de la meteórica moderna. En 1952, se refirió a la existencia de lo que interpretó como un “túnel” en la superficie lunar, posiblemente formado por el impacto de un meteorito. Aunque no hablaba de estructuras artificiales, su sugerencia alimentó la especulación pública, especialmente en un contexto de creciente interés por el espacio en plena Guerra Fría.

Un año después, en 1953, el periodista y astrónomo aficionado John J. O’Neill publicó en el New York Herald Tribune que había observado con su telescopio un “puente” en el Mare Crisium, una vasta llanura volcánica situada en la cara visible de la Luna. La estructura parecía unir dos cráteres, generando un arco de sombra que sugería tridimensionalidad. Poco después, el renombrado astrónomo británico Hugh Percy Wilkins corroboró parcialmente su hallazgo, dibujando lo que describió como un “puente artificial”.

Este caso pasó a conocerse como el “Puente de O’Neill”, y fue uno de los primeros en abrir un debate científico y mediático sobre la posible existencia de ruinas u obras de ingeniería en la Luna.


II. Las “espiras lunares” y los obeliscos

Otra imagen que encendió la imaginación del público llegó en 1966, cuando la sonda Lunar Orbiter 2 captó una serie de formaciones alargadas y verticales en la región de la llanura de Copérnico. Las fotos mostraban sombras que daban la impresión de estructuras enhiestas que desafiaban la lógica geológica. Algunos las llamaron “obeliscos”, y rápidamente se les comparó con los monolitos egipcios.

Uno de los casos más famosos fue el análisis de Richard C. Hoagland, que en los años 80 popularizó la idea de una “Base Lunar Antigua” a partir de las imágenes orbitales tomadas por misiones estadounidenses. Según Hoagland, las sombras no podían explicarse como simples efectos ópticos y, en cambio, apuntaban a estructuras diseñadas con propósito.

Sin embargo, las agencias espaciales y astrónomos profesionales han sido tajantes: todas las formaciones observadas pueden explicarse por fenómenos naturales como impactos meteóricos, erosión térmica, y juegos de luces y sombras que, en ausencia de atmósfera, crean efectos visuales únicos y fácilmente malinterpretables.


III. La NASA, los silencios y las teorías conspirativas

A medida que se consolidaba el programa Apolo, surgieron nuevas voces que aseguraban que los astronautas habían observado “cosas” durante sus misiones. Algunos testimonios no verificados hablaban de luces extrañas en los bordes del horizonte lunar, o incluso de voces en los canales de comunicación. Las grabaciones oficiales, sin embargo, no recogen nada de esto.

Años después, exingenieros y técnicos del programa espacial estadounidense, como Ken Johnston, afirmaron que existían fotografías originales que mostraban estructuras artificiales en la Luna, y que la NASA las había ocultado o retocado antes de publicarlas. Estas declaraciones, nunca respaldadas por pruebas concluyentes, sirvieron para alimentar una creciente literatura conspirativa.

En ese contexto, la teoría de una civilización lunar anterior a la nuestra ganó fuerza en ciertos sectores alternativos. Se han escrito libros y producido documentales que exploran esta idea, desde una perspectiva más cercana a la ciencia ficción que a la ciencia empírica.


IV. ¿Qué dice realmente la ciencia?

Los expertos en geología lunar afirman que todas las estructuras inusuales encontradas en la Luna tienen explicación. Las condiciones físicas de la superficie lunar —sin atmósfera, con temperaturas extremas, con una historia de millones de años de impactos de meteoritos— generan formaciones que pueden parecer extrañas desde una perspectiva terrestre.

El “puente” observado por O’Neill, por ejemplo, fue más tarde fotografiado con cámaras de alta resolución, y se determinó que era una cresta de roca común, cuyo efecto de puente se debía a un ángulo de luz bajo.

En el caso de los “obeliscos” o “espiras”, el análisis por parte de geólogos lunares determinó que se trataba de fragmentos de roca proyectados por impactos y que habían caído en posiciones verticales, o incluso de sombras de montículos suaves alargados por el sol rasante.


V. Lo que queda: la Luna como espejo de nuestras fantasías

La Luna, por su cercanía, ha sido durante milenios un receptáculo de mitos, proyecciones y temores humanos. En la Edad Media, se pensaba que era un espejo de la Tierra; en el siglo XIX, algunos astrónomos creían ver vegetación en sus valles. Hoy, las imágenes difusas de sombras se convierten, en internet, en ruinas alienígenas y bases secretas.

Lo cierto es que no existe evidencia científica que respalde la existencia de estructuras artificiales en la Luna. Pero tampoco existe evidencia de que el ser humano haya perdido por completo su capacidad para soñar, imaginar y buscar respuestas más allá de lo que puede ver.


Fuentes consultadas

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