Rafael Solaz
Bibliófilo e historiador
La calle de Viana representa el último reducto del Barrio Chino de la ciudad, lugar que tuvo su apogeo por los años 40 y 50. La barriada se convirtió en un auténtico burdel. Abundaban las “casas de sube y baja” y los bares que, como lonjas mercaderes, servían para el trato. Farmacias y practicantes sanitarios, por aquello del contagio venéreo y una fábrica de condones, “La Nacional”, completaban el animoso lugar.
Hasta finales del siglo XIX, este lugar de “vicio y depravación” (los moralistas así lo definieron), había estado situado en el antiguo barrio de Pescadores. Después pasó al área de la calle de Quevedo y más tarde hacia Velluters por la urbanización de la nueva avenida del Oeste.
El Barrio Chino se convirtió en el centro del comercio carnal. El Chalet Árabe, la Puerta de Hierro y bares como Coral, Pedro, Toledo o La Mina, todavía son añorados por los más viejos del lugar. Las meretrices de colonia barata y suéter ajustado permanecían sentadas en la calle a la espera de una “contratación” en su particular lucha por la supervivencia y amarga posguerra: “son cien y la cama”, frase común del importe en pesetas. Por entonces permanecían pajilleras con pulsera de cascabeles acompañando a ritmo musical la acción masturbadora. Ellas eran las más viejas, la escala más baja de la profesión, la más humillante.
Las meretrices de colonia barata y suéter ajustado permanecían sentadas en la calle a la espera de una “contratación”
Hace unos diez años tuve la ocasión de visitar el Liberty y el Niágara, locales de la calle de Viana a los que dediqué todo un capítulo en mi libro “La Valencia Prohibida” (2004). Junto a la Cafetería Amante, eran bastiones legendarios de la genuina prostitución valenciana.
Con la reciente normativa municipal -marzo de 2013- se quiere eliminar la prostitución callejera prohibiendo el ofrecimiento y contratación de servicios sexuales sancionando sólo a clientes y proxenetas. Las prostitutas de infortunio, mafia y patera, con su rímel y colorete, se quejan porque saben que esta acción las va a dejar tocadas. Los vecinos aplauden la decisión hartos de los excesos y la insoportable convivencia.
Con la reciente normativa municipal -marzo de 2013- se quiere eliminar la prostitución callejera.
He estado allí, recorriendo el mítico barrio nuevamente urbanizado. En la calle Viana todavía se puede apreciar movimiento de chicas a la vista, jubilados, ociosos y algún que otro proxeneta vigilante en una esquina. La continua presencia de la policía hace que se hable con cautela y mirada recelosa.
Calle de Viana, última fachada de un “Chino” agonizante donde se apagan fuegos por veinte euros el servicio.
Contratación carnal de miseria prohibida. Calle de Viana, última fachada de un “Chino” agonizante donde se apagan fuegos por veinte euros el servicio. Comienza a llover y las primeras gotas tiñen el maltratado asfalto.