Celia Dubal
periodista
Con las vacaciones estivales más que merecidas de Jordi Évole y su _Salvados_, LaSexta ha recuperado para la noche de los domingos una nueva temporada de El Club de la Comedia, un clásico que, con este, suma ya 15 años en antena. Y para su estreno contó con Dani Rovira aprovechando, supongo, su tirón mediático de los últimos meses. Verlo delante de ese muro de ladrillos con solo un taburete y un micrófono de pie y sin apellidos vascos (ni ocho ni ochenta, que diría mi madre) me hizo darme cuenta de la rabia profunda que me da que ciertas personas triunfen.
Me imagino que ahora estaréis pensando: “¡Esta tía es una -pitido largo sustitutivo de palabra corta y fea-! ¡Si alguien se merece tener éxito es Dani Rovira! ¡Dani Rovira es un crack! ¡Dani Rovira es lo más! ¡Dani Rovira es…!” ¡¡¡BASTA!!! Sí. Lo sé. Dani Rovira es el mejor cómico, humorista, monologuista o tipo gracioso, como lo queráis llamar, de los últimos años pero, precisamente por eso, la repercusión mediática que ha tenido con su primer largometraje como protagonista hace que corra el riesgo de cansarme.
Un riesgo, por otra parte, que a él, aunque sea consciente de su existencia, se la repampinflará, supongo, pero como esta es mi columna, hablaremos de mí (ni que decir tiene que los que la hacéis posible y, por ello, los más importantes sois vosotros, queridos lectores, habituales o esporádicos, amigos todos…ejem, ejem).
Volviendo a mí. A mí me gustaba tener que explicarle a la gente, hace tan sólo unos meses, quién era Dani Rovira, halagarlo hasta la saciedad, decir aquello de “Búscalo en Youtube, ¡te partes!”, copiarle chistes que solo yo y unos cuantos privilegiados entendíamos… (¡Suspiro!) Si es que se me ponen los pelos de gallina y la piel de punta al recordarlo.
Pero ahora no, ahora es como un pequeño secreto que sale a la luz y que corre de boca a oreja como la pólvora. Ahora si no sabes quién es Dani Rovira es que no vives en este país: Ocho apellidos vascos, la serie B&B (a la que le reservo, por cierto, un artículo como periodista de bien que soy…), el anuncio de cerveza, el de helados con Andrés Iniesta (¡¡¡¿¿¿???!!!)… ¡hasta ha hecho un programa con Calleja! Pero es que, además, tengo un amigo clavadito a él y le estoy empezando a coger manía [Carlos, si lees esto, recuerda mi amor por la hipérbole… sabes que te aprecio].
Y el caso es que quiero enfadarme con él para evidenciar la ofensa a la que me ha sometido ¿sabéis como quiero decir? Seguro que sí: si lo tuviera en el Facebook, lo eliminaría y me aseguraría de poner muchos comentarios y ‘me gusta’ en comentarios y fotos de amigos suyos para que se diera cuenta de que sigo usando el Facebook pero que él ya no está en mi lista de amigos; si tuviera su número en el móvil, lo borraría (aunque no la última conversación de _WhatsApp _no sea que pierda su número para siempre…); vamos, lo que son las tácticas habituales de despechados 2.0 en estos casos.
Pero, como decía, eso es lo que me gustaría hacer aunque no puedo. Y es que lo veo y me hace gracia. No lo puedo evitar, así que me limitaré a alegrarme por su éxito, a acordarme de cuando solo unos pocos lo apreciábamos en su justa medida y a suplicar por que esta buena racha no se le acabe prematuramente. Dani Rovira es uno de esos artistas que surgen cada cierto tiempo, que tienen un humor especial, una gracia natural, una facilidad para elevar lo absurdo a la categoría de humor inteligente que merece quedarse siempre, siempre, siempre en el mundo del espectáculo: televisión, cine, teatro, youtube… ¡que haga lo que quiera! Eso sí, Dani, todo tiene un límite: si te veo en un anuncio de compresas, el _unfollow_ no te lo quita nadie.