El análisis genético más grande jamás realizado sobre el autismo aumenta el número de los genes relacionados con este síndrome a más de 100. El equipo científico, con participación de la Universidad de Santiago y el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, ha analizado el genoma en más de 15.000 muestras de padres, niños afectados y individuos sanos.
El mayor trabajo jamás realizado sobre el autismo desde el punto de vista genético permite aumentar de forma extraordinaria, según sus promotores, la lista de genes relacionados con el trastorno del espectro autista (TEA). El estudio aumenta el número de los genes relacionados con este síndrome a 33, de los que hasta ahora solo se conocían 9, además de haber identificados otros 74 que probablemente también están implicados.
Explican los investigadores que cada uno de estos genes está mutado en más del 5% de los pacientes con autismo, “lo que significa una relativamente importante contribución al riesgo de padecer el trastorno”. En total, se ha analizado todo el ADN codificante del genoma (exoma) en más de 15.000 muestras de padres, niños afectados y individuos sanos no relacionados.
El desarrollo del estudio lo asumió un equipo internacional de 37 instituciones liderado por Joseph D. Buxbaum, del Hospital Mount Sinai (EE UU). La participación española se concentra en los grupos liderados por Ángel Carracedo, profesor de la Universidad de Santiago (USC), y en el de Mara Paralleda, del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
“Creo que es el estudio más importante en el que hemos participado hasta la fecha, junto con el de la esquizofrenia, pero aún queda mucho por hacer”, asegura Carracedo. Los investigadores secuenciaron el exoma y analizaron datos de 3.871 casos de autismo, 2.270 conjuntos de madres, padres e hijos afectados y muestras de control adicionales compilados por el Autism Sequencing Consortium (ASC).
En el análisis de los datos pudieron apreciar cambios heredados y muchos otros que suceden espontáneamente en los hijos. Los autores también comprobaron que mientras que diferencias genéticas raras y muy pequeñas en 103 genes confieren un riesgo relativamente grande de autismo, muchos otros cambios en otros genes añaden una cantidad menor de riesgo.
El nuevo trabajo aumenta el número de los genes relacionados con este síndrome a 33, de los que hasta ahora solo se conocían 9
Rutas de riesgo
El trabajo, recogido en el último número de Nature, señala tres rutas en las que mutaciones en genes confieren riesgo de autismo. Carracedo muestra su sorpresa porque “una de esas rutas es la que controla el remodelado de la cromatina”, en el proceso de organización del material genético dentro del núcleo de las células, el ADN forma un complejo con unas proteínas llamadas histonas (lo que acaba formando la cromatina).
Otra de las rutas que estarían ligadas al TEA son los genes que gobiernan la sinapsis, los espacios entre células nerviosas, y un tercero sería el de aquellos que regulan las etapas básicas que transforman los genes en proteínas.
Según este nuevo trabajo, las alteraciones en los genes que causan una enfermedad pueden ser heredados o aparecer por primera vez en los hijos (mutaciones de novo), aunque también pueden originar una pérdida de función de la proteína que codifican o producir cambios más pequeños.
Los estudios anteriores de autismo se habían centrado solo en mutaciones de novo que originan pérdida de función, pero aquí se han analizado todas “gracias a un gran esfuerzo de análisis bioinformático que permitió ver que las mutaciones más sutiles contribuyen de forma muy importante al autismo”.
El estudio también permitió comparar diferencias entre personas de distinto sexo, ya que la genética femenina “protege de alguna forma” a las mujeres para padecer TEA. Además, ha supuesto consecuencias importantes para el diagnóstico genético, ya que con el análisis de los genes descubiertos o de todo el exoma se podrán diagnosticar muchos más y realizar un asesoramiento genético a los padres.
Referencia bibliográfica:
Synaptic, transcriptional and chromatin genes disrupted in autism. Nature, 30 de octubre de 2014.