Un crucial duelo se celebra entre el 7 y el 28 de noviembre en el centro de prensa olímpico de Sochi, auspiciado por la FIDE (Federación Internacional de Ajedrez) y organizado por la Federación Rusa de Ajedrez.
La lucha por el título de campeón de la FIDE es el evento cumbre del calendario mundial de Ajedrez y de esta cita saldrá el mejor ajedrecista mundial. Las reglas del encuentro establecen que el título se jugará en 12 partidas con el control de tiempo clásico: 120 minutos para las primeras 40 jugadas y luego 60 minutos para 20 jugadas, y a falta de 15 minutos del final de la partida, se añaden 30 segundos para cada jugada a partir de la 61ª.
Pese al impresionante palmarés ruso -entonces Union Soviética-será la segunda ocasión en la que el Mundial se juegue en suelo ruso postsoviético. En mayo de 2012, por iniciativa de la Federación de Ajedrez de Rusia, tuvo lugar en Moscú un torneo por el título de campeón mundial de ajedrez de la FIDE entre el entonces campeón mundial Viswanathan Anand (India) y su retador Boris Gelfand (Israel).
Aquel encuentro volvió a Moscú después de la famosa contienda de dos grandes ajedrecistas de la época: Anatoli Kárpov y Garri Kaspárov, que concluyó en 1985 con la victoria de éste último.
BREVES APUNTES SOBRE LA HISTORIA DE LOS MUNDIALES DE AJEDREZ
La primera lucha oficial del Campeonato Mundial se disputó en el año 1886 y tuvo lugar en los Estados Unidos. En aquella ocasión resultó ganador el ajedrecista natural de Praga Wilhelm Steinitz, que venció el gran maestro polaco Johannes Zukertort. Esta es la versión oficial, pero en rigor está mucho más justificado considerar al primer campeón mundial al genio de Nueva Orleans Pablo Morphy (1837-1884), con ancestros españoles, y que cruzó como un meteoro el firmamento ajedrecístico europeo, en 1858, con tan solo 21 años, y derrotando con rotundidad, hasta entonces desconocida, a todos los maestros del viejo continente. Entre esos duelos merece destacarse su victoria contra el más afamado maestro europeo, el alemán Adolf Anderssen. Prueba de la superioridad de Morphy sobre sus coetáneos es que ni Stenitz ni Zukertot se atrevieron a disputar el match en vida de Morphy, menos aún a reclamar el título.
Desde entonces el Campeonato Mundial de Ajedrez se celebra regularmente. En toda la historia se han jugado cerca de 50 ediciones.
El primer campeón mundial de ajedrez ruso, Alexander Alekhine ganó en el año 1927, esta vez en la ciudad de Buenos Aires, al hasta entonces invicto José Raúl Capablanca. Alekhine evitó en todo momento el mach de revancha con Capablanca, pese al clamor unánime de la afición. Murió en extrañas circunstancias en 1946, en Estoril, siendo campeón mundial. Le sucedió en el título el soviético Mijail Botvinnik, que en 1948 ganó el torneo, al estar vacante el cetro, celebrado en La Haya y en Moscú.
Desde mediados del siglo pasado, Moscú se convirtió en la meca de los mejores jugadores del planeta. Entre 1948 y 1969 todos los mundiales se celebraron en la capital soviética por la sencilla razón de que los únicos pretendientes a este trofeo eran procedentes de este país. Curiosamente, tanto en esta edición como en la anterior, ni el vigente campeón ni el aspirante son rusos.
Pero si alguien aportó mito y leyenda a estos campeonatos, ése fue Bobby Fischer, campeón mundial de Ajedrez entre 1972 y 1975, y probablemente el mayor genio que haya dado el milenario arte del ajedrez. Nacido en Chicago en 1943, conquistó el título máximo del ajedrez mundial al vencer al soviético Boris Spassky en el denominado “Match del siglo”, evento comparable al famoso combate de boxeo entre Alí y Foreman, y sin parangón en toda la Historia del Ajedrez, con la excepción del cotejo Capablanca vs. Alekhine de 1927. La victoria de Fischer fue el mayor éxito deportivo de un individuo, procedente de un país entonces sin tradición ajedrecista, que se enfrentó a todo un país hegemónico en ajedrez como era la URSS. Prueba de la magnitud de esta lucha, de sus repercusiones, es que se equiparó en plena guerra fría a la carrera espacial.
Curiosamente, ya nunca más jugaría una sola partida bajo la organización de la FIDE, proclamándose su sucesor como campeón, Anatoli Karpov, por incomparecencia del propio Fischer. El genio americano, al que tanto le costó acabar con la primacía rusa, quería modificar el acceso al trono ajedrecístico, y en un contexto donde proliferaban las tablas, propugnó que la lucha suprema por el título se decidiera no a un número concreto de partidas sino de victorias, incentivando por tanto a la lucha en cada juego. Basándose en el mencionado Capablanca-Alekine, que se disputó al primero que obtuviese 6 victorias, preconizó que el ganador tendría que obtener 10 victorias, y en el caso de empate 9-9, el match quedaría empatado, pero el campeón mundial retendría la corona, como ocurre, por ejemplo, en boxeo, en el caso de un combate nulo. La FIDE, presidida por el holandés Max Euwe, y bajo la fuerte presión de la federación rusa, no aceptó la propuesta de Fischer, lo que motivó la retirada de una leyenda del ajedrez, de la talla de un Morphy o un Capablanca. Paradójicamente, la primera defensa del título de Karpov contra Korchnoi (Baguío, 1978) se disputó al primero que ganara 6 partidas. Incomprensible.
Como en la novela de Alejandro Dumas, “Vinght ans aprés” y cuando nadie lo esperaba, Fischer regresó al escenario competitivo con un match de revancha frente a Boris Spassky, su amigo con el paso de los años, y al que el siempre consideró un caballero. Para Fischer, en este duelo, que no respaldó la FIDE, el ponía su título en juego, que le habían arrebatado injustamente sin mover un solo peón. Fischer volvió a imponerse a Spassky y además introduciendo una genial novedad -hoy adoptada en las competiciones oficiales-, un reloj, que él mismo patentó, y cuya innovación radica en que bonifica tiempo al jugador tras cada jugada. Un reloj que te devuelve el tiempo, pura genialidad.
El match se disputó en Yugoslavia, un país que adoraba a Fischer desde los lejanos días en los que era un niño prodigio. El veto que había sobre ese país hizo que Estados Unidos cancelara su pasaporte, y estuviera perseguido. Falleció en Islandia, Reikjavik en 2008, país que le acogió y le dio la nacionalidad, y al que él hizo célebre en 1972.
En las últimas décadas de su vida desarrolló el llamado Fischer Random Chess, una propuesta de ajedrez aleatorio, en la posición inicial, que pretende devolver al juego su pureza creativa, perdida con la intrusión de los modernos computadores y la proliferación de la teoría de aperturas. Este orden nuevo propugnado por Bobby Fischer aún no ha sido aprehendido por los ajedrecistas contemporáneos.
El legado de Fischer fue inmenso; millones de jóvenes se aficionaron al milenario juego gracias a él, y el mundo editorial ajedrecístico vivió uno de sus periodos más fecundos. Las obras de ajedrez llevaban anaqueles de la mayoría de las librerías de todo el mundo. Hoy apenas ocupan un modesto estante compartido, apresadas junto a libros de póker, sudoku o similares.
VLC Noticias | Redacción