Los chicos de Pellegrino no llegaron a ‘estar’ realmente sobre el césped de La Rosaleda en ningún momento, dejando al Málaga de Pellegrini hacer y deshacer a su antojo. El espantoso ridículo del Valencia pudo acarrear una derrota aún más abultada.
Quien presenció el partido del Valencia en Mestalla contra el Bayern tuvo que frotarse los ojos anoche para ver si el equipo vestido de naranja y negro -se va a tener que mirar Llorente eso de estrenar equipación, por cierto- era el mismo que jugó de ‘tú a tú’ a los bávaros. Anoche, los Tino Costa, Banega -muy feo el gesto del argentino con su compañero al ser sustituído- y compañía, fueron una grotesca sombra de lo que debe ser un futbolista. Y por si fuera poco, quedaron en evidencia los problemas que parecen aquejar al vestuario en forma de desplantes, medias broncas y desajustes escandalosos, especialmente en defensa.
Venía el Valencia a Málaga con el orgullo hinchado debido a la magnífica imagen ofrecida en Champions contra el Bayern esta semana pasada. Nadie parecía acordarse de que los ‘che’ llevan desde el pasado mes de marzo sin ganar fuera de casa. El Málaga, por su parte, había bajado su nivel tras un inicio de temporada para enmarcar. Anoche se reconciliaron -y de qué manera- con su afición tras aplastar literalmente a los valencianistas, y todo ello sin apretar demasiado el ‘acelerador’.
El ‘holocausto’ valencianista comenzó pronto, concretamente en el minuto 8, cuando una combinación bien hilada entre Eliseu y Portillo -con la complicidad de la pasividad visitante- acabó con un gol de éste último para abrir la lata. Mal empezaban las cosas y peor continuaban, con una sucesión de ocasiones protagonizadas por el renacido Saviola que hacían temer lo peor. El vendaval malaguista no se traducía en goles pero se mascaba la tragedia.
El espectáculo de ex valencianistas lo iniciaba Joaquín con una ocasión que el gaditano aún no sabe cómo es posible que fallara. Eso y alguna que otra parada meritorísima del guardameta brasileño del Valencia, Diego Alves, evitó que el Valencia se fuera al descanso con un tanteo digno de un set de tenis.
Llegó el segundo tiempo, y con él un espectáculo dantesco para los valencianistas, triunfal para los ‘boquerones’. Pellegrino iniciaba su candidatura a comerse los turrones en su casa quitando a Banega e introduciendo en el campo a Jonas. No debió gustarle mucho al argentino porque al retirarse ni se dignó dar el preceptivo saludo a su compañero que entraba. Algo pasa en ese vestuario. Y por si faltara poco desastre, el francés Rami volvió a entrar en el vestuario antes de tiempo. No jugará el siguiente partido.
Sin Banega completando la mínima contención del centro del campo, los goles comenzaron a caer en cascada: Saviola se cobraba las ocasiones falladas en el minuto 75 con la inestimable colaboración de un Ricardo Costa que hace pocos días aseguraba encontrarse ‘mejor que nunca’ -menos mal-; seis minutos después, Santa Cruz se apuntaba a la fiesta con el tercero del Málaga, haciendo brotar ya la fiesta en las gradas de La Rosaleda; y como colofón final, la ex joya del Valencia, Isco, se ‘vengaba’ del club que no supo o no quiso valorarlo en su justa medida, marcando en tiempo de descuento el 4-0. Para grabar en vídeo el sombrero colectivo que se marcó el muchacho ante cuatro de sus ex compañeros. Eso es clase.
Y los de Pellegrino, a bajar la cabeza, a reflexionar sobre su actitud en el campo -no puede ser que los mismos que se marcan un partidazo contra un primer espada del concierto europeo, hagan el ridículo más espantoso-. Así, el décimo puesto será algo deseable dentro de pocas temporadas.
VLC Ciudad / Redacción