El Péndulo | Jimmy Entraigües.- Autor de título tan consagrados como ‘Pacto de lealtad’ o ‘El jinete del silencio’, Gonzalo Giner pasó por Valencia para dar a conocer su nuevo trabajo, ‘Las ventanas del cielo’ (Editorial Planeta). Una obra que nos sitúa en la Edad Media para descubrir una de las disciplinas artísticas menos conocidas: la construcción y el uso de las vidrieras en las catedrales góticas. Ante un café matinal, Giner nos habló del buen momento que atraviesa la novela histórica y de las claves que le llevaron a escribir su novela.
El Péndulo: Hay una primera pregunta que es casi obligada a tenor de tu nuevo trabajo literario dentro del género de la novela histórica, ¿sigue gozando de buena salud la ficción histórica para que los autores y los lectores continúen confiando en el género?
Gonzalo Giner: Sigue gustando mucho todo lo que tiene que ver con la revisión de esos pasajes históricos que, bien por desconocidos o por llamativos, atrapan la curiosidad del lector. Sí que le gusta a la gente que le cuenten esas partes de la historia que nos explicaron tan mal en la escuela sobre nuestro pasado o sobre países distintos al nuestro. Es verdad que van apareciendo otros géneros, como el caso de la revitalización de la novela policíaca o el ‘negro’, pero hay mucha gente muy leal a la novela histórica. Sí que mi nuevo trabajo entra en la ficción histórica pero lo que yo hago, para ser más precisos, es una novela de aventuras… Digamos que histórica, pero tiene mucho más de aventura que de historia.
E.P.: En muchas ocasiones el peso de la historia, la potencia de los hechos históricos, acaban devorando en parte la trama de la novela o devorando a los personajes. Supongo que mantener el equilibrio del argumento debe llevar más de una revisión o corrección de la escritura.
G.G.: La novela es al final la trama, las contradicciones, los acontecimientos que quieren que sufran o vivan tus personajes y…, sí que intentas que los hechos históricos, yo al menos es lo que intento siempre, es que se introduzcan de una manera natural y fluida en la narración. Digamos que el hecho histórico es el escenario donde suceden cosas. El personaje está dentro de un contexto y lo que haces es explicar ese contexto y conducir a tu personaje dentro de él. Una de las claves para que las novelas de ficción histórica no resulten aburridas es mantener a raya el peso histórico y manejar muy bien tus personajes dentro de su escenario. La ficción histórica debe tener una buena dosis de aventura y no dejarse atrapar por el peso histórico.
E.P.: En la actualidad la novela histórica tiene un gran peso pedagógico y es bastante detallista. Muchas sitúan al lector en el siglo, el año, la ciudad, las calles, el entorno social…, es como si el lector fuera perezoso para imaginar la situación o ubicarse en la realidad de la lectura.
G.G.: Bueno, quizás la forma en que documentamos las novelas…, bueno…, ahora que lo dices, pude condicionarte la estructura y la forma en que desarrollamos la trama. Yo suelo comenzar con la ubicación y la fecha y eso condiciona la escritura, porque puedes saltar de fecha y lo que tenías que haber metido ya no lo puedes poner. Pero también creo que hay una parte del público que agradece los detalles. Es una manera de vivir, recordar o descubrir cosas que desconocían.
E.P.: Es muy interesante que tu novela se detenga en una arte tan espectacular y bello como el de la composición de las vidrieras de las catedrales. Parece que falta conocer a esos creadores, ¿era España un país destacado en este oficio u otros países europeos se impusieron en este arte?
G.G.: Mucho antes que en España empezaron los franceses y luego la escuela flamenca tuvo un gran peso en este arte. En esta novela recorro un segundo salto, a finales del siglo XV, en que gracias a los conocimientos de nuevas técnicas pueden hacer planchas de vidrios más grandes y disponer de pigmentos que les permite pintar mejor los vidrios. Quizás este es el momento que más me llama la atención y que más interesaba porque las vidrieras comienzan a ser verdaderas obras de arte. Son como pinturas que podrían estar en una pinacoteca. Digamos que las escuelas españolas empiezan a surgir en esta época más o menos y…, la primera escuela se sitúa en Burgos. Hay un boom de construcción de catedrales y los talleres de maestros vidrieros comienzan a asentarse por España y estos talleres producen artistas españoles que empiezan a ser muy reconocidos en todo el país.
E.P.: ¿Aborda la novela el hecho de la creación del vidrio aquí en España?
G.G.: Sí, claro. Es un oficio que incluye muchos oficios a la vez. Tiene que haber alguien que sepa soplar el vidrio, además de un especialista que sepa componer y fabricar el vidrio; tiene que haber alguien que corte el vidrio con suma precisión, luego está el que dibuja, después el emplomador, el montador y…, por supuesto el diseñador de toda la vidriera. Tú imagínate que hay alguien que diseña todo el conjunto con una gran precisión ya que tiene que ver la intensidad de la luz, tiene que tomar medidas, conocer muy bien los horarios de entrada y salida de luz, conocer los contrastes, el juego de sombras…, en fin, un trabajo muy, muy delicado y de extrema complejidad para que todo quede bello y hermoso.
E.P.: Muchas novelas tocaron el tema de la construcción de una catedral pero…, parece que falta el tema de las vidrieras, ¿no? Algo tan fundamental para dar vida a su interior.
G.G.: Sí, no se había tratado nunca y…, parte del proceso de creación de esta novela nace de ese interés por dar a conocer todo lo que envuelve este arte. Recuerdo que estando en Milán vi su rosetón, y cómo la luz entraba en la catedral, y quedé impactado y sentí curiosidad por cómo era todo el tema de las vidrieras. Al comenzar a investigar descubro que apenas hay documentación sobre el tema. No hay nombres, no hay casi datos sobre sus creadores, no hay casi libros que traten el tema. Así que me puse a estudiar el tema y tras años de acumular información y lecturas decidí plantearme escribir una novela.
E.P.: Gonzalo, enhorabuena por abordar el tema y te deseamos el mayor de los éxitos con este trabajo.
G.G.: Muchas gracias y espero que los lectores disfruten de ella tanto como yo al escribirla.