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Bajo el lema “España en libertad”, el presidente del Gobierno monta la fiesta más democrática del siglo… para que nadie se acuerde de sus líos en casa.
Introducción: ¿Celebramos o distraemos?
Pedro Sánchez, campeón nacional de lo que podríamos llamar el arte de la cortina de humo, ha decidido que el 50 aniversario de la muerte de Franco es el momento perfecto para montar un fiestón nacional. Un centenar de actos, un Alto Comisionado, comités científicos, exposiciones, debates, y hasta visitas escolares para recordar lo mucho que odiamos al dictador. Mientras tanto, claro, los escándalos de corrupción de su entorno político arden como una paella mal vigilada en Fallas.
¿Es este movimiento un acto genuino de memoria histórica o simplemente el “Francomodín” de Sánchez para desviar la atención? Abramos este melón con un poco de humor, que falta nos hace.
¿Qué demonios es un Francomodín?
Para los no iniciados, el Francomodín es la carta mágica que el PSOE saca del mazo cuando las cosas se ponen feas. Escándalos de corrupción, elecciones apretadas, ministros imputados… ¡Francomodín! La estrategia es clara: “Si hablamos de Franco, nadie se acuerda de las noticias del día”.
Pero esta vez Sánchez no se conforma con una mención al pasado en el Congreso. No, señor. En 2025, quiere que toda España tenga una agenda más apretada que la de Rosalía en su gira mundial.
¿Más de 100 actos? ¿Se nos está yendo la pinza?
Sánchez ha prometido un despliegue histórico:
- Conferencias en escuelas: Los niños aprenderán sobre la transición democrática, probablemente mientras piensan que “Franco” es el nombre de un nuevo superhéroe en Marvel.
- Exposiciones en museos: Una oportunidad perfecta para ver fotos en blanco y negro y preguntarse por qué los bigotes eran tan populares en los años 40.
- Eventos culturales en la calle: ¿Flamenco antifranquista? ¿Rap de la transición? Esperamos cualquier cosa.
- Documentales emotivos en la tele pública: Para que nadie escape del tema, ni siquiera haciendo zapping.
Todo esto bajo el lema “España en libertad”. Porque si algo nos gusta a los españoles, además de la libertad, es una excusa para montar saraos.
El otro lado del escenario: la política en llamas
Mientras tanto, el panorama político de Sánchez parece un incendio forestal en pleno agosto. Estos son los fuegos que intenta apagar con su Francomodín:
- Imputaciones familiares: Su esposa y su hermano están en el ojo del huracán judicial. Tal vez Sánchez debería plantearse invitar a Franco como testigo para distraer a los jueces.
- Caso Ábalos: Si había algo peor que el “Delcygate”, son los whatsapps filtrados que salpican a medio partido.
- Revelación de secretos del fiscal general del Estado: La cereza en el pastel de los escándalos.
Con semejante panorama, ¿quién no se distraería con un debate nacional sobre si Franco tenía mal gusto decorando el Pazo de Meirás?
Un Alto Comisionado para un aniversario incómodo
Sánchez no quiere que esto sea solo una conmemoración cualquiera. Ha creado un Alto Comisionado, lo que básicamente significa “un señor con un despacho y un sueldo que organizará todo esto”. A él se suma un comité científico, porque al parecer necesitamos científicos para calcular cuántas veces se puede repetir “Franco era malo” en un acto público sin aburrir al personal.
Ley de Memoria Democrática: ¿Solución o más leña al fuego?
La Ley de Memoria Democrática, aprobada hace dos años, ha sido otra herramienta en este espectáculo. Gracias a ella, la Fundación Francisco Franco está en proceso de disolución. Y aunque nadie en la fundación parece saberlo todavía, Sánchez asegura que se avanza “con paso firme”.
El problema de esta ley es que algunos la ven como un intento de reabrir heridas, en lugar de cerrarlas. Otros, por supuesto, la ven como una herramienta clave para reparar el daño histórico. Y luego está el grupo que solo quiere que dejen de usar a Franco como trending topic político.
Reflexión final: ¿Es este el mejor momento para esto?
Mientras España lidia con problemas reales (como el coste de la vida o los efectos de la DANA que Sánchez ha ignorado, según algunos críticos), muchos se preguntan si estos actos son un homenaje necesario o una distracción descarada.
Pero más allá del debate, una cosa es segura: en 2025 hablaremos más de Franco muerto que de muchas cosas vivas. ¿Coincidencia o estrategia?
¿Qué opinas tú, querido lector? ¿Es este homenaje un acto de justicia histórica o un truco de magia política digno de un Mago Pop en Moncloa? ¡Déjanos tus comentarios y ríete con nosotros, que si no, lloramos todos!