La crisis obliga a desarrollar la inventiva y, en algunos casos, a recurrir a métodos poco ortodoxos para sacar adelante un negocio.A grandes problemas, grandes soluciones.Con la llegada de la crisis, Loli Carrillo, propietaria del bar restaurante Eric II en el polígono Riuclar, vio como su clientela comenzaba a reducirse hasta casi desaparecer.«Los clientes dejaban de venir porque no les pagaban las dietas, y las letras y demás gastos se debían seguir pagando», recuerda Loli.
Fue entonces, pronto hará un año, cuando la dueña de Eric II tuvo la idea de aprovechar la mayor parte de su clientela es del sexo masculino.«Todos sabemos cómo gustan las camareras bonitas, así que pensamos: podríamos poner un poco más sexis», explica
Loli, la dueña de un bar de Tarragona que decidió que suscamareras sirvieran los almuerzos en lencería para así atraer a más clientela.
Según informó el portal naciodigita, la iniciativa fue un éxito, y, de hecho, la propietaria del Eric II, situado en un polígono industrial de Tarragona, asegura que la recaudación han aumentado un 30 %. La idea surgió al ver que, como muchas empresas ya no pagaban las dietas,los trabajadores del polígono habían dejado de frecuentar el local. Así que, tras sopesar distintas posibilidades y constatar que en mayor parte de sus clientes eran hombres, Loli se decidió por darle un toque extra desex-appealal Eric II y mostrar a sus trabajadoras muy ligeras de ropa.
Según explica la empresaria,lo más difícil fue encontrar a las camareras dispuestas a servir los cafés y los bocatas ataviadas con un picardías o un corsé,pues a muchas les daba vergüenza o reparo aparecer así en público. La iniciativa levantó muchas críticas en ciertos sectores que la consideran una forma denigrante de utilizar el cuerpo de la mujer, sin embargo, la dueña del local se encuentra encantada con la medida.
No fue fácil encontrar las camareras adecuadas para esta tarea tan poco habitual.«Para ponerse un picardías necesitas chicas que no pasen vergüenza, que sepan servir mesas y que sean simpáticas», comenta Loli, que después de muchas entrevistas y pruebas encontró un grupo de chicas que se avienen a rabiar.
«El primer día estaba muy nerviosa porque tenía que vestir así, y además nunca había hecho de camarera», recuerda Daniela Villa, «pero al final me concentré más en lo que debía hacer como camarera que no en cómo iba vestida.Enseguida me olvidé de la lencería y más con las compañeras que me ayudaban y el buen trato de los clientes, que no son nada morbosos ».
Loli admite que pronto tendrá que contratar más camareras-ya tiene cuatro-y que está pensando en llevar a cabo espectáculos de entretenimiento los sábados por la mañana, momento en que el bar se desborda.