El Péndulo | Jimmy Entraigües.- La segunda jornada de la Pasarela de las Artes de Valencia dejó bien a las claras que la capital del Turia sigue siendo un espacio donde la moda no solo se crea con ingeniería e imaginación propia sino que, además, puede reunirse y dialogar con las firmas más prestigiosas.
El pasado viernes Francis Montesinos había puesto el listón muy alto (el Patio de los Arcos del hermoso Palacio de Malferit se vio desbordado de asistentes), con una colección muy al gusto del diseñador donde el vuelo del modisto impuso sus señas de identidad y de renovación en cada uno de sus trabajos.
La mañana de ayer se abrió con los vestuarios de The Garrido y poco después continúo con los trabajos de Coro López de Lerma, dos firmas que con sus sugerentes aportaciones atraparon las miradas del público allí reunido para confirmar que el prêt-à-porter también atrapa encanto y buen gusto.
La tarde se aventuraba expectante ya que la pasarela recibía las visitas de la valenciana Ángel Albiach y la parisina Laura de Villebonne, dos diseñadoras muy innovadoras y creativas.
Albiach abrió su pase con fuerza posmoderna y alternativa. Amante de las mejores telas, la valenciana jugó con la presentación de un vestuario de corte limpio y aire filoasiático (casi japonés en alguno de sus trabajos). Ajena a modas y conceptos, Albiach paseó por la pasarela un estilo en donde los estampados, dibujos y tonalidades representarán algo más que el reclamo visual. Su propuesta, en donde las/os modelos iban descalzos, sugería una toma de contacto con lo natural y lo espontáneo, una invitación a dejar libre la parte atrevida y curiosa de nuestra imaginación en la fisicidad del vestuario. Un deseo de mostrar el interior a partir del exterior, un vestuario sin artificios ni presupuestos caprichosos. Solo libertad y frescura, donde lo étnico y lo tribal apelan a unas raíces más interiores y la exposición del vestuario es su mejor tarjeta de presentación.
La idea de libertad quedó reflejada en los pantalones/falda que lucieron tres jóvenes modelos que, desnudos de tórax, evidenciaron que Albiach ve en lo terrenal lo breve, lo justo y necesario para la comodidad pero también el placer por la elegancia sencilla.
¿Minimalismo de raíces mediterráneas? Algo de ello también había sin renunciar a un principio que la autora remacho al final de su pase: no visto mi cuerpo, visto la plenitud de mí ser.
Al cierre de la colección una figura sin rostro irrumpió en la pasarela. Quieta cual maniquí dejó que dos de los modelos cortaran su vestido negro para ofrecerse desnuda de prendas. Toda una perfomance que signaba el concepto del ‘vestuario interior’. Ambos jóvenes cambiaron el vestido del maniquí y la figura cobró fisicidad cuando el estilista Toni Rodrigo adecúo el peinado de la figura y le retiró la máscara: era Albiach, ahora, la diseñadora. Sin duda, la valenciana, logró hacer calar su mensaje, vestirse es algo más que lucir un modelo exterior de personalidad.
A continuación llegó el trabajo de Laura de Villebonne, una de las diseñadoras más reconocidas del panorama mundial y cuyo trabajo, desde su taller en Paris, ha ocupado las portadas de las revistas más prestigiosas del planeta y ha desfilado en las pasarelas internacionales de más renombre internacional.
Villabonne apostó por algo que domina como nadie, vestidos de una gran pureza femenina con transparencias que muestran y exhiben el orden corporal de quien luce la prenda. Blanco y negro era el color predominante en todo el conjunto y esa fuerza destacable del color deja una importante conclusión: será la mujer que lleve el vestido quien acabe imponiéndose al color.
La parisina logró aplausos y felicitaciones en su trabajo de pasarela y se mostró encantada de traer sus trabajos a Valencia, algo que indica que la ciudad es receptora de las propuestas más inmediatas de cuanto ocurre en la escena de la moda de París.
Al cierre de las colecciones tuvimos oportunidad de hablar con Ángel Albiach, aún excitada y contenta del trabajo presentado en la Pasarela de las Artes.
El Péndulo: Tu colección tenía una gran esencia filoasiática, algo así como muy ‘interior’ para mostrar al exterior.
Ángel Albiach: Sí, tienes razón. Era una apuesta que está en la colección. Era una parte terrenal y otra más interna.
E.P.: Incluso los tonos, los estampados o el color crudo remite a lo tribal, a un vestuario personal pero de impronta de raíces originales, casi primigenia.
Á.A.: Es que a mi gusta lo natural, las cosas que son originales, que no son adulteradas. Me gusta el campo, la naturaleza y creo que ahí encuentro cosas verdaderas.
E.P.: Los chicos y las chicas que llevaron tus trabajos iban descalzos, era como demostrar que hay que estar pegados a la tierra y…, el vestuario era como alternativo, como decir, soy así.
Á.A.: Es que hay veces que me rayo un poco pero…, sí, sí, tienes razón. Quería una colección muy personal y que cada uno se sintiera cómodo. Creo que se puede mostrar desde la ropa que uno es algo más que un cuerpo. Uno puede estar pegado a la tierra y sentir muchas más cosas.
E.P.: ¿Y por qué las chicas llevaban pintados, a penas, los labios en su parte central?
Á.A.: Era la señal del beso. Simbolizaba el beso como parte esencial y natural.
E.P.: Gracias Ángel por atendernos y enhorabuena por tu colección.
Á.A.: Gracias a vosotros por asistir.
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