Mª José Antich
Periodista y Doctora en Comunicación
El ataque terrorista al semanario francés Charlie Hebdo no puede justificarse de ninguna manera, pero la realidad es que ningún atentado tiene justificación.
El fanatismo desmesurado junto con las ansias de venganza prueban que en pleno siglo XXI los recientes hechos acontecidos en París no distan mucho de la época de los bárbaros, porque al fin y al cabo lo que ha pasado no deja de ser una barbarie.
Parece ser que los estados democráticos y libres están condenados a las amenazas islámicas. Un fanatismo radical que nace en territorio intransigente pero crece y se organiza en sociedades civilizadas. He aquí el problema, pues lo que ha pasado en Francia, podría ocurrir perfectamente en cualquier otro sitio. Es tal su obstinación por el islam que son capaces de morir por él, o lo que es peor, quitar la vida a otros.
No es suficiente con que los ciudadanos, los partidos políticos y los medios de comunicación condenen y se solidaricen con lo ocurrido. Ahora más que nunca existe temor, porque a día de hoy todavía no sabemos cuántos de estos radicales actúan en solitario en Europa y de cuya existencia la policía no sabe.
Además, muchos de ellos han podido viajar para unirse al Estado islámico y volver a España, Francia, Alemania, etc., con el respectivo pasaporte de cualquier país europeo.
No podemos dejar que algo que ha costado tanto como es expresar libremente la opinión de uno -ya sea en forma de dibujo o de palabra- sea destruido por la amenaza y el miedo, pero tampoco hay que dar pie para que estalle una guerra.
Siendo un tema de extrema importancia y delicadeza creo que todavía hay gente que no es consciente de ello, de lo importante de ser respetuoso y tolerante sea cual sea la religión o la cultura de la que cada uno procede. Se trata de valores humanos, que pienso deberían interponerse ante cualquier culto o devoción.
De momento la ciudad del amor está de luto y sus luces no brillan con tanta fuerza, dejando paso al miedo y la tristeza.