El centro comercial Bonaire, devastado por la DANA, enfrenta uno de los mayores desafíos logísticos de su historia para reabrir sus puertas antes de Navidad. Operarios, empleados y directivos trabajan contra reloj mientras miles de clientes esperan su regreso.
La devastadora DANA que golpeó la Comunidad Valenciana el pasado 29 de octubre dejó a su paso un rastro de destrucción y caos, y el centro comercial Bonaire, situado en Aldaia, no fue la excepción. Hoy, casi un mes después, la imagen del gigante comercial es un sombrío recordatorio de la fuerza de la naturaleza y la fragilidad de nuestras infraestructuras frente a eventos climáticos extremos.
El impacto de la DANA: un Bonaire irreconocible
Acostumbrado a ser un punto de encuentro para millones de valencianos y turistas –el año pasado registró más de once millones y medio de visitantes–, Bonaire se ha transformado en un escenario apocalíptico. Sus pasillos, que alguna vez rebosaron de vida, moda y gastronomía, hoy están cubiertos de barro, escombros y un silencio que solo rompen las botas de agua de los operarios y el zumbido de las máquinas de achique.
La riada, que llegó a cubrir completamente el garaje subterráneo con sus 1.800 plazas, subió hasta la planta baja del complejo, inundando tiendas, restaurantes y galerías. En total, 135.000 metros cuadrados de superficie alquilable se encuentran ahora en proceso de limpieza, evaluación y reparación.
Un desafío logístico de proporciones épicas
Desde que las aguas comenzaron a retirarse, cerca de un centenar de operarios han trabajado incansablemente en tareas que van desde el achique de agua hasta la retirada de escombros y la limpieza del barro. Equipados con maquinaria pesada y Equipos de Protección Individual (EPI), el objetivo es claro: devolver a Bonaire su antiguo esplendor en el menor tiempo posible.
Sin embargo, este esfuerzo titánico está lejos de ser sencillo. La dirección del centro comercial, que pertenece al grupo Unibail-Rodamco-Westfield, ha señalado que, aunque se está haciendo todo lo posible para acelerar la reapertura, aún no es posible concretar una fecha. La prioridad en este momento es garantizar la seguridad estructural de las instalaciones y realizar un análisis detallado de los daños antes de proceder a las reparaciones más complejas.
Una tarde que muchos nunca olvidarán
El relato de quienes vivieron aquella fatídica tarde del 29 de octubre revela el alcance del desastre. Según empleados del centro, la jornada comenzó como cualquier otra: con un tiempo desapacible, pero sin señales de lo que estaba por venir. Sin embargo, todo cambió cuando el agua comenzó a entrar a raudales en el complejo.
“Fue como si alguien hubiera abierto una presa”, relata una encargada de tienda. “Primero fue el garaje, luego las escaleras, y antes de darnos cuenta, el agua ya estaba alcanzando los escaparates”.
Afortunadamente, el sistema de detección del propio centro emitió una alerta temprana que permitió activar el protocolo de evacuación incluso antes de que las autoridades lanzaran la alerta general. Los empleados y clientes que estaban en el lugar fueron dirigidos a zonas más altas, como los cines en la planta superior, donde permanecieron hasta que pasó el peligro.
La logística post-DANA: limpieza, seguridad y reconstrucción
Tras la evacuación y con el agua retirada, comenzó una segunda batalla: la limpieza y recuperación de Bonaire. A los esfuerzos de los operarios se sumó la necesidad de reforzar la seguridad del lugar. La presencia de vigilantes, policías e incluso agentes de la Unidad Militar de Emergencias (UME) fue clave para evitar saqueos y actos vandálicos en las horas posteriores al desastre.
El escenario en el interior del centro comercial es desolador. Los maniquís, despojados de su ropa, se acumulan junto a bolsas de basura y contenedores llenos de material inutilizable. Las tiendas, muchas de ellas parcialmente vacías, intentan rescatar lo que pueden antes de que el moho y la humedad irreversible arruinen los productos y las instalaciones.
Impacto humano y económico: un desafío para 2.700 trabajadores
El cierre temporal de Bonaire ha afectado no solo a los propietarios y clientes, sino también a las cerca de 2.700 personas que trabajan en el complejo. Muchos de ellos, empleados de tiendas, restaurantes y servicios, han sido incluidos en expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) mientras el centro permanece cerrado.
“No queremos pensar qué habría pasado si esto hubiera ocurrido un sábado”, comenta un empleado. “La afluencia de gente habría sido enorme, y el caos habría sido mucho peor”.
Entre el temor y la incertidumbre, también hay una sensación de alivio: a pesar de la magnitud del desastre, no hubo que lamentar pérdidas humanas.
La importancia de estar preparados
El caso de Bonaire pone de manifiesto la necesidad de contar con protocolos de emergencia efectivos y sistemas de alerta temprana que puedan salvar vidas en situaciones críticas. La dirección del centro ha destacado que, gracias a la rapidez y coordinación de su equipo de seguridad, fue posible evitar una tragedia mayor.
No obstante, el impacto de la DANA también plantea preguntas incómodas:
- ¿Están nuestras infraestructuras preparadas para enfrentarse a fenómenos climáticos extremos cada vez más frecuentes?
- ¿Qué medidas preventivas deberían implementarse para minimizar los daños en el futuro?
¿Reapertura antes de Navidad? Un reto monumental
Con la Navidad a la vuelta de la esquina, la reapertura de Bonaire se ha convertido en una carrera contrarreloj. Este periodo es crucial para el comercio, y muchos inquilinos confían en que el centro esté operativo antes de las fiestas. Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer, y el tiempo es el enemigo.
Mientras tanto, la imagen de un Bonaire devastado sigue siendo un recordatorio de que, frente a la naturaleza, somos pequeños. ¿Será este desastre un punto de inflexión para mejorar la preparación de nuestros centros comerciales y otros espacios públicos? Solo el tiempo lo dirá.