Valencia Noticias | Redacción.- Facebook, Twitter, Instagram, Linkedin… Aunque parezca complicado, es posible encontrar suficiente tiempo para actualizar nuestros perfiles todas esas redes sociales y más. Pero ¿hasta qué punto es perjudicial para nuestro bienestar mental? Juan Antonio Molero Cid, miembro de Saluspot y psicólogo en Intervención en Psicología, señala en esta entrevista los signos que revelan si tenemos adicción a las redes sociales y ofrece consejos para desengancharnos cuando nos perjudique.
¿Por qué nos gusta compartir nuestra intimidad en redes sociales?
Las redes sociales generan recompensas relacionadas con la comunicación con otros. Desconocemos si vamos a recibir respuesta o si ésta será gratificante, pero el mero hecho de ser respondidos puede reforzar la conducta. La comunicación genera una expectativa, lo que incrementa la actividad cerebral y produce sensación de bienestar gracias a los sentimientos de pertenencia y de poder.
¿Las redes sociales ponen en peligro nuestro bienestar mental?
Sí, de hecho han aparecido trastornos relacionados con internet y los móviles (cibermareo, nomofobia, dependencias, cibercondria…). En función de las personas (estado, madurez, edad, tipo relación, tiempo dedicado a la interacción en las redes, etc.) se han hallado trastornos de depresión, ansiedad, estrés, insomnio e incluso esquizofrenia relacionados con la actividad en las redes sociales.
¿Las redes sociales crean adicción?
Debemos considerar el carácter social que define a las redes: en muchas ocasiones, a medida que aumentan las relaciones en las redes, disminuye el tiempo empleado en las relaciones reales en la familia, en el grupo de amigos no virtuales y en otros muchos ámbitos. Así se genera un mecanismo de compensación de ese déficit que crea un círculo vicioso, que a su vez aumenta el tiempo dedicado a la comunicación virtual e incluso un abandono de las obligaciones de la persona con sus círculos sociales reales.
¿Qué signos indican que una persona es adicta a las redes sociales?
Se pueden destacar:
- Sentimiento de estar perdido cuando no se puede acceder a la red en cualquier momento.
- Preocupación por la falta de interacción de otros ante las comunicaciones propias.
- Tener más relaciones virtuales que reales.
- Necesidad de llevar algún aparato (móvil, portátil, etc.) de forma permanente.
- Conectarse nada más levantarse, antes de desayunar o asearse o antes de acostarse, o incluso interrumpir el sueño ante las señales de llegada de mensajes.
- Necesidad de abrir perfiles en todas las redes.
¿Las redes sociales crean sufrimiento?
Por contraste con las comunicaciones de los demás, pueden crear sufrimiento en la medida en que el individuo puede ver alterada la percepción sobre su propia vida y la de las personas de su entorno. En los sufrimientos asociados pueden encontrarse paralelismos con los estados de adicción y dependencia como una necesidad insatisfecha.
¿En las redes sociales nos mostramos más felices de lo que somos?
Igual que en la vida social real, aunque en diferente grado, la mayoría tendemos a enseñar lo mejor de nosotros mismos. La diferencia está en la comprobación: en el ámbito real tenemos más capacidad de contrastar si la apariencia del otro coincide con su realidad, pero en el virtual no. Esto acentúa el afán por exhibir nuestras virtudes y lo bueno de nuestra vida hasta la irrealidad. Es una pose social.
¿Quién no está en las redes sociales queda excluido del grupo?
No tiene por qué ser así. Puede ser causa de exclusión en ciertos ámbitos, pero las redes sociales son solo una herramienta posible de comunicación. Si el grupo es solo virtual, lógicamente hay exclusión. Aquí surge otra reflexión: ¿puede un grupo, salvo situaciones muy determinadas y temporales (lejanía geográfica, por ejemplo) tener una relación de calidad exclusivamente virtual durante mucho tiempo? No tiene por qué no tenerla, es cierto, pero solo si ese grupo reúne ciertas condiciones.
¿Cómo podemos desengancharnos de las redes sociales?
Cuando se ha alcanzado una situación de dependencia, se recomienda:
- Encontrar alternativas reales para emplear el tiempo que se dedica a las redes sociales, que sean atractivas, necesarias y útiles para la persona. Por ejemplo, todo aquello que ha sido sustituido de forma inapropiada por las redes sociales.
- Elaborar una lista de lo que creemos que podemos hacer en ese tiempo: trabajo, estudio, ocio, relaciones sociales reales con amigos y familia, aficiones, etc.
- Delimitar la actividad en las redes sociales que queremos seguir manteniendo. Un criterio es mantener la actividad con quienes tenemos un contacto personal real o con quienes son útiles para los entornos sociales en los que participamos de forma personal.
- Limitar el tiempo dedicado a las redes sociales o seleccionar entre las redes que nos interesan. También se puede congelar la actividad en las redes no elegidas como prioritarias.
- Seguir pautas de conducta: no usar las redes mientras se esté en compañía de otras personas, no conectar nada más levantarse, apagar el móvil por la noche y no utilizarlo durante reuniones (también es una cuestión de educación).
- Evaluar, en periodos de tiempo, lo que se ha ganado con esas costumbres.