El Péndulo | Fernando Ros.- Ya han pasado unos días desde que terminó mi querido Festival de Cine de Donosti.
Os tecleo estas líneas con una sutil mueca, que con curiosidad, veo reflejada en la imagen de mi cara, que me devuelve la pantalla del ordenador.
Yo creo que es de agradecimiento, porque cuando uno lleva relacionándose muchos años con un mismo evento, al que asiste año tras año, pasa extrañamente igual que con nuestros objetos fetiches o películas preferidas a los que recurrimos puntualmente por necesidad o por devoción: que uno empieza a darle tratamiento de persona, a las cosas que por su naturaleza, no lo son.
Pues esto pasa con Donosti, con el Festival digo. Puedes tener un escarceo improvisado con él, descubriendo detalles en los que no habías caído; puedes abrazarlo con alegría desbordada en sus bares o hacerle notar inequívocamente que estás cabreado, cuando el día ha sido plomizo y tacaño y te vas a una casa ajena, pensando en por qué no estás en la tuya; incluso reconocerlo por su olor sin que se dé cuenta… exactamente igual que si fuera uno más de tus buenos amigos. Y supongo que es esa mezcla de gratitud y reconocimiento mutuo, la que hace que se muevan los músculos que forman esa sonrisa tonta que ahora mismo estoy poniendo.
Como detalle os contaré que la mañana del miércoles 21, en pleno apogeo del Festival, me levanté solo y con un extraño dolor punzante a la altura del estómago. Será de tanto “pintxo” pensé…pero que va. No era eso. Se ve que estar sentado casi ocho horas al día viendo películas, no es lo mismo que hace casi diez años. Resulta que las butacas de las sedes donde se proyectan las películas no son las más cómodas del mundo ni han cambiado un ápice desde que comencé a visitarlas, sino que soy yo el que ha cambiado… a mi pesar claro.
Lo que un joven y apuesto adonis afrontaba sin pestañear, se ha convertido por orden de una maldita varita mágica llamada tiempo, en unas agujetas y unas molestias musculares que me recuerdan a mi padre cuando se levanta de cualquier sofá. Son esas butucas, ahora caigo, las que también han pasado a tener una relación de amistad conmigo; las que te cuentan, como los espejos de las casas de nuestros abuelos, que uno no resiste al paso del tiempo tan lozanamente como nos gustaría.
Y ahora, si os parece, hablaremos de cine.
Por si no lo conocéis, en el Festival tienes varias secciones a las que poder asistir. Un ciclo CLÁSICO dedicado a cineastas que han dicho algo importante en la historia del cine, aunque yo, ignorante, no los haya escuchado nunca; tienes también un ciclo dedicado al cine de aventura y deportes de riesgo, SAVAGE creo que se llama, que cada vez está cogiendo más fuerza; está la sección HORIZONTES LATINOS con los trabajos más interesantes de los prometedores realizadores del otro lado del océano y está la sección PERLAS, que selecciona las películas galardonadas en Europa en los reconocidos festivales que se celebran antes que este.
Pero sin duda la joya de la corona es la SECCIÓN OFICIAL. En esta sección solo se da cabida a películas que no se han estrenado en ningún otro festival del mundo y con un presunto nivel de calidad. Y he aquí el “quid” de la cuestión: la presunta calidad. Vaya por delante, que para helados, sabores. Que no es nada extraño, cuando terminas de ver una película de esta sección, película a la que si te dejaran, le hubieras tirado a la pantalla toda tu bolsa de la compra, que por detrás oigas como, esa misma película que da grima y te provoca arcadas, ha sido la revelación personal que ha extasiado a la señora elegante y guapa que parecía sexy y que ahora, para ti, ha dejado de serlo.
No vi la película ganadora de la Concha de Plata, la china “I AM NOT MADAME BOBARY”.
Os digo que ORPHELINE y AS YOU ARE son dos dramones muy del agrado del espíritu del Festival que incomprensiblemente, hace partir con una ventaja, inmerecida en mi opinión, a las historias que te ofrecen los brazos, para que tú les cortes las venas. Este año además, coincidían estas dos películas grises en contar las truculentas vidas de jóvenes adolescentes traumatizados hasta el fin de sus días. En fin, un desastre del que me gustaría quejarme al defensor del Festival, si lo hubiera.
Pero si se trata de quejarse, por dios que ganas tengo de hacerlo, me quejo de dos infumables películas, JESÚS del chileno Fernando Guzzoni y la polaca PLAYGROUND. Que los largometrajes pertenezcan a la Sección Oficial debería ser como cuando tienes un percance leve en el coche y acabas de firmar tu seguro a todo riesgo la semana pasada, pero en las últimas ediciones está ocurriendo todo lo contrario, parece que al comprar tu entrada, primero bebes unas copas, después dejas sin firmar el seguro y por último sales a una carretera sin iluminar y de doble sentido. Ostia segura. Qué barbaridad de películas. Me salí indignado; haciéndome grande para ver si alguien compasivo me veía en mi desolación y me acompañaba al despacho del director para denunciar al malote de la clase que había gestado tamaño engendro. En fin, nadie me dijo nada, pero pude ver al menos que muchas personas habían tomado la misma decisión enfilando la puerta de la salida y respirando el aire puro nada más salir; aire que te habían quitado traicioneramente estas dos nefastas películas.
NOCTURAMA es una extraña película francesa que vi con atención, pero nada más. COLOSSAL, el último largo de Nacho Vigalondo, empieza muy bien, con una historia muy original entre manos, que la fantasía desbocada del director, hace que se diluya en un guión inverosímil hasta para este tipo de género. Mientras avanzas, vas perdiendo el interés y la conexión, a medida que va llegando el final de la historia. Una pena. Una verdadera pena. Eso sí, Anne Hataway está maravillosa, me quedé con ganas de volver a verla… a ella sola.
RAGE es un entretenido film de suspense y de asesinatos, donde el culpable no es siempre el que parece. YOURSELF AND YOURS es una peculiar historia de un director al que suelo seguir con atención, Hong Sang-Soo. Logra transmitir cosas difíciles de explicar con sus películas. Partiendo de historias de lo más triviales, te devuelve ratitos que te congratulan con el cine. Una pequeña joyita escondida.
Y mención aparte se merecen las películas españolas que se han presentado este año. Allá cada uno si quiere alentar esa machacona estupidez que hace referirse continuamente con desprecio e ignorancia al cine español. Metiéndolo todo en un mismo bote y dando a entender el intelecto del sujeto que lo suscribe. Hay muy buen cine español y malo también, faltaría más, pero en Donosti, este año, nos ha tocado de lo primero. Muy bien hecha, muy interesante y con un merecidísimo premio a su actor principal, Eduard Fernández, metido hasta los tuétanos en el papel de ese intrigante espía patrio que es Francisco Paesa, es EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS de Alberto Rodríguez.
Bellos, de ir despacio y con calma por la vida, son los trabajos de Jonás Trueba. Delicados cuentos que tratan de contar momentos vitales que marcan la vida unos personajes que bien podríamos ser cualquiera de nosotros. Cine veraz y verídico. Cine para ver. Aunque no disfrutes demasiado como no lo hice yo, LA RECONQUISTA, tiene una indiscutible personalidad que se agradece ante tanta vulgaridad.
Por último, dentro de la Sección Oficial, quiero mencionar otros dos largometrajes de factura española: UN MONSTRUO VIENE A VERME de J.A Bayona y QUE DIOS NOS PERDONE de Rodrigo Sorogoyen.
La primera es una película de las de antes. Es decir, de esas a la que nuestros padres nos llevarían a verla seguro. Con palomitas, con nuestros primos y preparados para un acontecimiento como era antes asistir a una sala de cine. Digo esto, porque la película tiene el don de buscar al niño que todos llevamos dentro, y lo encuentra. En una acertadísima mezcla de cine de animación, de aventuras y además con cierto mensaje nada trillado. Trata de que te lo pases bien, de que disfrutes casi con la boca abierta y de que te acuerdes de la magia del cine, esa magia que te transporta a mundos que jamás has soñado pero que te suenan de algo y eso es maravilloso.
La segunda peli, QUE DIOS NOS PERDONE, fue una sorpresa muy agradable. Este director hizo su primera peli y no me gustó mucho. Ahora nos presentaba su segundo largo en un género como es el policiaco completamente distinto, así que mis expectativas, estaban pochas. Pues bueno, más que digna. A mí me gustó mucho. Una historia donde merecen la pena, no solo lo que pasa sino sobre todo los personajes que aparecen, a los que crees y a los que acabas cogiéndoles cariño. Aquí habría que nombrar al actor Roberto Álamo, yo creo que en uno de los papeles del año, al que veo levantando la mano para solicitar un goya. No os la perdáis.
En fin, ya desde mi mesa de trabajo y sentado sobre una ergonómica y envolvente silla de oficina que no me recuerda lo mayor que soy, me quedo pensando en Donosti, con una tranquila inquietud y una gris esperanza. Y trataré de explicar esta aparente contradicción. Cada año hallar esa película que te conmueve por dentro y te hace llorar por fuera, bien sea de tristeza o de alegría, se me hace más complicada de encontrar. Supongo que el crecer, conlleva una pérdida inevitable de la capacidad de sorprenderse. Cada vez has visto más películas, cada vez tienes más referencias, parece obvio… pero el Festival de Donosti tiene la virtud de recodarte, que el tiempo pasa, a la vez de susurrarte al oído que alguien está ahora mismo imaginando una película para ti. Dedicada involuntariamente solo a ti.