Miquel Giménez revela en el programa de actualidad Horizonte cómo los partidos políticos elaboran estrategias comunicativas centralizadas, una práctica que, según el periodista, se remonta a décadas atrás con Alfonso Guerra como pionero.
La estrategia detrás del discurso político
Un control que no es nuevo
En un reciente análisis, el periodista Miquel Giménez explicó cómo los partidos políticos han utilizado desde hace décadas un sistema centralizado para coordinar sus mensajes y estrategias de comunicación. Según Giménez, esta práctica, que actualmente sigue vigente, ya estaba en pleno funcionamiento durante los años 80, bajo la dirección de Alfonso Guerra en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
“Cuando yo era responsable de seguimiento y análisis político del PSC, cada día recibíamos un argumentario por fax redactado desde Ferraz”, explicó Giménez, refiriéndose a la sede central del PSOE en Madrid.
El “argumentario”: una guía diaria
El documento al que hace referencia Giménez era conocido como el “argumentario”, un conjunto de directrices que marcaban la postura del partido sobre diversos temas.
“Por ejemplo, sobre la OTAN decían ‘tal cosa’, y sobre las autonomías, ‘tal otra’. Todo estaba diseñado para garantizar que todos los miembros del partido y sus simpatizantes siguieran la misma línea”, señaló.
Este método no solo se distribuía entre los políticos, sino también a periodistas afines y aliados estratégicos. Según Giménez, esta red de contactos se encargaba de amplificar el mensaje oficial en los medios de comunicación y en la opinión pública.
Una estructura centralizada y disciplinada
Coordinación diaria y tecnología rudimentaria
En los años 80, la tecnología disponible limitaba las opciones de comunicación, pero eso no impedía la coordinación estricta del mensaje. Giménez recuerda cómo se utilizaban herramientas como el fax y el “teléfono punto a punto”, una especie de sistema de conferencia telefónica primitiva en el que los responsables de distintas regiones se conectaban diariamente.
“Era como una conexión tipo Internet, pero telefónica. Pasaban lista: ‘Andalucía, presente. Cataluña, aquí estamos’. Todo estaba organizado al detalle”, rememoró Giménez.
Durante estas reuniones, se discutían las posibles alteraciones en el mensaje de campaña, los movimientos de los partidos rivales y las estrategias a seguir.
Un modelo que perdura
Aunque han pasado décadas desde entonces, Giménez asegura que este modelo de control y coordinación sigue vigente en la actualidad.
“La estructura sigue existiendo, solo que ahora se ha modernizado. Lo que antes se hacía con fax, ahora se hace con WhatsApp, correos electrónicos o aplicaciones específicas de mensajería interna”, afirmó.
El impacto del control político en la comunicación
Uniformidad en el mensaje
El objetivo principal de estas estrategias es garantizar que todos los miembros del partido, desde los líderes hasta los militantes de base, transmitan el mismo mensaje, evitando contradicciones. Esto asegura una imagen de cohesión y disciplina, elementos clave para mantener la confianza de los votantes.
Sin embargo, esta práctica también ha sido criticada por limitar el debate interno y fomentar una narrativa única que deja poco espacio para opiniones divergentes.
Influencia en los medios
El envío del argumentario a periodistas y medios afines también pone de manifiesto cómo los partidos buscan moldear la opinión pública a su favor. Según Giménez, esta práctica ha evolucionado con los años, pero su esencia sigue siendo la misma: influir en la cobertura mediática para reforzar la agenda política del partido.
“No es casualidad que leas el mismo argumento en diferentes diarios o que los analistas políticos repitan las mismas frases. Todo forma parte de un diseño estratégico”, señaló Giménez.
Reflexión sobre el papel del argumentario en la política actual
Una herramienta eficaz, pero controvertida
El uso del argumentario como herramienta política refleja la profesionalización y el control que los partidos ejercen sobre su comunicación. Aunque este nivel de organización puede ser visto como una muestra de eficacia, también plantea preguntas sobre la transparencia y autenticidad del discurso político.
“Los partidos políticos han convertido el debate en un ejercicio de marketing, donde lo importante no es tanto la verdad, sino el impacto del mensaje”, concluyó Giménez.
¿Qué opinas sobre la influencia de los argumentarios?
¿Crees que esta práctica mejora la política al ofrecer mensajes claros y cohesionados, o limita el debate y la pluralidad de opiniones dentro de los partidos y en la sociedad? ¿Deberían los partidos ser más transparentes sobre cómo diseñan y difunden sus estrategias de comunicación?