David Benjamín Ruiz Hall
Consultor en GB Consultores Financieros y Tributarios
Ríos de tinta se han escrito sobre el Banco de Valencia, y aún que algún pequeño y reducido afluente, por este que ahora retoma, culpable y punible de en ello haber ayudado.
Es el silencio lo que en muchos casos se genera ante muchos de los operadores económicos y sociales como forma habitual de narrar las noticias, sea pues de esta forma que arrojemos, como hemos intentado desde el primer día, un poco más de luz sobre el incidente, sea pues, éste, el final del mismo.
El Banco de Valencia, como las demás entidades de la tierra a la que muchos nos vió nacer, no es solamente una entidad, no es que como muchos y queridos amigos dicen, el capital no tiene ni territorio ni conciencia, pero en este mundo global, en este tiempo en el que las naciones pierden significado frente a la red, son los valores nos que nos deben distinguir frente a los territorios que todavía no conocen el funcionamiento de los mercados.
Es cierto que dicha definición, la de los mercados, es genérica, lasciva y preocupante, preocupante desde el punto del necesario capital financiero que agobia al pequeño y mediano empresario, preocupante por todo aquel cash-flow que se pierde y por la falta de cobertura de los impagados y la gestión del crédito a clientes, necesidad última de cobertura que ha pasado a ser la primera fuente de preocupación del empresario en nuestros días.
Pero hay muchas, muchas más preocupaciones que toman el pensamiento ya complejo por sofocado de tensiones y de problemas del día a día de los empresarios, no ya quién les va a conocer y comprender en sus necesidades de empresa, si una red de bancos cerrada en las afueras de la capital española, en sus ciudades del cálculo, de los pencil-pushers y de los ordenadores, o alguien que crezca con ellos.
Es cierto, es cierto, es cierto que el capital no entiende ni de patria ni de amistad, es cierto que los tiempos son difíciles, pero no había en nuestra tierra, sí, en la nuestra, en la que pisamos todos los días e intentamos hacer mejor cada día, un capital suficiente para adquirir el Banco de Valencia y haberlo hecho nuestro, nuestro nuevamente, aún si hubiere sido nacionalizándolo, pero de esta tierra.
La respuesta ha sido evidentemente no, y no es porque monstruos del error y del exceso como Bankia exceden los límites de lo imaginable para hacer eso, pero, ya han perdido su nombre histórico, ya no representan nada más que el exceso, la corrupción y todo aquello que a nuestra tierra, le sobra, a nuestra sociedad la envenena, y a nuestra ciudadanía, perjudica.
Pero será en el día a día que las decisiones del pasado nos vendrán a buscar, será cuando los más de seis mil desempleos de Bankia empiecen a recaer en nuestra sociedad que la demanda de consumo, ya débil, sumisa, fría y temblorosa empezará a reducirse, a retraer ingresos de los ya paupérrimos ingresos de las empresas, caerán rotaciones y márgenes y las eficiencias comerciales volverán a descender. Y entonces, y sólo entonces, cuando se produzcan asimetrías de balance, cuando los fondos propios necesiten mayor cobertura del exceso de inversión, será entonces cuando encontraremos que estaremos solos, no a la merced de unos mercados lejanos en las calles de Frankfurt, si no a la merced de los mercados de nuestros propios conciudadanos, que estarán antes preocupados por financiar los proyectos de inversión de su territorio que el nuestro, que por ende, acumularán aún más la descapitalización financiera de nuestra tierra y que, finalmente, habremos conseguido hacer lo que nadie antes consiguió.
Quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini