El 27 de enero de 1913 diversos periódicos de la ciudad recogieron un extraño caso. Ese día, frente a la plaza de toros, subió al tranvía una pasajera que llevaba en sus brazos un bulto cubierto por una manta. Los demás viajeros advirtieron un hedor insoportable y obligaron a la mujer a que bajase en una de las paradas en la que se hallaban dos guardias municipales. Éstos pudieron comprobar que lo que llevaba era una niña muerta y en avanzado estado de descomposición. Inmediatamente se personaron efectivos del Juzgado y procedieron a un interrogatorio en la Casa de Socorro cercana.
…lo que llevaba era una niña muerta y en avanzado estado de descomposición…
Vicenta Martínez confesó que era su hija, Conchita Ramírez Martínez, que había fallecido el 5 de diciembre, a los ocho años de edad, víctima de una meningitis. Esta mujer ya era conocida de la policía porque días atrás intentó suicidarse arrojándose a las vías del tren y salvándose gracias a unos viandantes que pasaban por el lugar.
Vicenta había desenterrado el cadáver de su hija sin que nadie la viera, valiéndose de un hierro que le sirvió para excavar la tierra
Vicenta había desenterrado el cadáver de su hija sin que nadie la viera, valiéndose de un hierro que le sirvió para excavar la tierra. Rompió el féretro con la cruz de otra tumba. El juez, un aguacil y el subdelegado de Medicina acompañaron a la desdichada mujer al cementerio. Se procedió a examinar el lugar exacto y se comprobó que en el interior del ataúd sólo se hallaba una almohada.
La madre declaró que durante dos meses fue a visitar la tumba de su hija y, sentada ante una cruz que mandó colocar, permanecía largos ratos llorando. Yo sola la saqué de ahí porque es sólo mía, dijo.
Acabadas las diligencias se volvió a enterrar a Conchita, no permitiendo a la madre que viese el cadáver…
…ni siquiera que estuviera presente en el momento de esa segunda inhumación. En el libro registro del cementerio figura: Vuelta a enterrar el 28 de enero de 1913 por orden judicial.
Han pasado más de cien años. No sabemos nada más de esta desgraciada madre, tan sólo que vivía en la jurisdicción parroquial de San Salvador. ¿Cuál sería su destino? Imaginamos el resto de su vida en amargura. Conchita fue inhumada en una fosa común, nosotros desenterramos su recuerdo. Incluso hemos dibujado un exvoto en su memoria. Rogad por ella.
A. P. R. S. = Archivo Privado de Rafael Solaz