Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado formas de deshacerse de sus desechos de manera eficiente y sanitaria. Sin embargo, el camino hacia el inodoro moderno ha sido largo y, a veces, peligroso.
En 1596, Sir John Harrington presentó al mundo una revolución en la eliminación de residuos: el primer inodoro moderno con sistema de descarga. Aunque la idea era innovadora, su adopción fue lenta. De hecho, pasaron unos 250 años antes de que esta invención se generalizara. Antes de Harrington, la Europa medieval tenía métodos bastante rudimentarios. Los hoyos en el suelo, letrinas comunitarias y cámaras portátiles eran la norma.
Para la élite, existía el “garderobe”, una pequeña habitación que se extendía desde los castillos medievales. Estos espacios no solo servían para la eliminación de residuos, sino que también tenían un propósito práctico. Las prendas colgadas en el conducto del garderobe se beneficiaban del amoníaco del orín, que actuaba como repelente de pulgas. Sin embargo, estos conductos no estaban exentos de peligros. En más de una ocasión, sirvieron como puntos de entrada para intrusos que buscaban acceder al castillo.
A lo largo de la historia, el acto de ir al baño ha estado plagado de riesgos. Varios líderes y figuras prominentes encontraron su fin mientras estaban en el trono. Estas muertes inusuales sirven como recordatorio de que, a pesar de ser una actividad cotidiana, nunca se está completamente a salvo de los peligros inesperados.
Hoy en día, el inodoro es una parte esencial de nuestras vidas, y es fácil olvidar el largo camino que hemos recorrido para llegar a donde estamos. La historia del inodoro es una mezcla de innovación, practicidad y, a veces, peligro, que refleja la evolución constante de la humanidad en su búsqueda de comodidad y seguridad.